La inestabilidad democrática aparece donde las
instituciones ya no operan o se ha fallado en las reformas de modernización;
donde los partidos políticos se han convertido en aparatos sin capacidad de
promover la participación de sus mismos afiliados o simpatizantes, y donde los
problemas más cruciales de la población no ha sido resueltos, entre otros
factores. La dinámica política de la sociedad que tiene un ente regulador para
todos, el Estado, exige que siga la marcha de la administración so pena del desplome
total o la anarquía, en esas circunstancias surgen líderes populistas para
tratar de conducir amplios sectores y a competir para acceder a la toma del
poder. Aparecen populistas de derecha y de izquierda.
Las
acciones constitucionales para hacer efectivo los derechos vivificaron la carta
de derechos humanos, sociales, económicos, culturales y del medio ambiente.
Esta Constitución colombiana de 1991 tiene en esa carta una estirpe progresista
y en cuanto a los derechos sociales, una clara raíz socialdemócrata. En la
medida que se han incumplido la materialización de esos derechos, que solo por
sentencias judiciales se han reconocido, o por leyes graduales de
reconocimiento de mínimos vitales: a los jueces los tildan de activismo
judicial, a los magistrados de populistas constitucionales, algunos han
terminado la magistratura y han sido candidatos a la presidencia (Carlos
Gaviria, Jaime Araujo, José Gregorio Hernández, vice). Los magistrados con
muchas sentencias han logrado la ejecución y goce de derechos sociales. Y
algunos políticos en elecciones, desde afuera, también han prometido volver
esos derechos realidad, surge así el populismo constitucional.
La elección presidencial en Colombia 2018 se
desató en la segunda vuelta electoral entre dos populistas, candidatos
opositores al gobierno del presidente Santos. Desde la derecha un partido
nuevo, el Centro Democrático, nacido en el año 2014, de la mano de un
expresidente, Álvaro Uribe, que practicó el neopopulismo de derecha durante 8
años; ahora con una bancada de 39
congresistas se opuso a la mayoría de las iniciativas del gobierno y cuestionó
duramente el proceso de paz, realizó unas encuestas internas entre 5 aspirantes
y postuló al senador Iván Duque, alcanzando la presidencia con más de 10 millones
de votos en coalición con los partidos tradicionales . De otro lado, Gustavo
Petro, disidente del Polo Democrático, una coalición de fuerzas de izquierda
que se desperfiló por la conducta desviada de su alcalde en ejercicio, Samuel
Moreno Rojas, hoy en la cárcel. Petro, exguerrillero convertido en
socialdemócrata, casi en solitario, empezó la campaña y logró motivar
multitudes de indignados que lo llevaron a la segunda vuelta electoral, donde
mostró con su programa de gobierno un populismo constitucional, realizable.
Loris Zanatta, analista político, profesor de
la Universidad de Bolonia, explicó que el populismo resulta en la actualidad
“la mayor alternativa histórica a la democracia liberal constitucional. Y su
mayor desafío. Cuando la Democracia tal cual la entendemos no funciona, el
populismo toma una fuerza fundamental y dice: Yo soy la verdadera democracia’”,
señaló. Esta explicación la podemos entender al ver que la Democracia como
sistema político ha venido fallando en casi todos los países de América Latina
y en Europa también, donde hay serios brotes de populismo de derecha y de
izquierda.
Un Presidente llegado al poder por la vía
alternativa o como out sider, con elementos del discurso populista de
izquierda, una vez instalado en el aparato del Estado trata de propalar sus
ideas con más ahínco, apoyándose en el amplio respaldo de la población que lo
eligió y extender el populismo con ropaje constitucional para ampliar las
garantías biocéntrícas y antropocéntricas, como lo hicieron Rafael Correa y Evo
Morales. Y por su influencia nacional destilaron ideas que sirvieron a la rama
judicial para su trabajo de ponderación e interpretación de las normas, y así
extender beneficios a la población con sentencias como fuente del derecho, e
influyeron en la Rama Legislativa con su amplias bancadas para proyectar leyes
con acento social. La social democracia como corriente económica es otra forma
de difundir y hacer llegar elementos sociales dentro de la estructura
capitalista que pueden ir desarrollándose, pero no siempre se incurre en el
populismo, es el caso uruguayo con Tabaré Vásquez y Pepe Mujica.
Sobre los populistas de derecha, José Fernando
Flórez, abogado constitucionalista de la Universidad Externado, aseguró durante
la realización de las “VIII Jornadas colombo-venezolanas y I Jornadas
grancolombianas de justicia constitucional”, realizadas en Bogotá, “que dichos
discursos de derecha se renuevan, muchas veces sobre las verdades a medias y
mentiras que pululan en redes sociales y también por la instrumentalización
política de los temores de la ciudadanía”. Se trata de una política de miedos
extendidos contra los otros, los extranjeros o los vecinos, con un lenguaje
populista- nacionalista que desata indignación, temores contra los refugiados,
los inmigrantes “delincuentes”, como hace Donald Trump; contra los extranjeros
como lo predica Víctor Orbam en Hungría; contra los musulmanes, en varios
países de Europa, como lo hacen partidos populistas de derecha en Francia,
Dinamarca y Alemania; contra el castrochavismo como lo vimos en Colombia
durante toda la campaña electoral; otros despiertan la xenofobia, el racismo, y
hacen ver a muchos extranjeros como terroristas o narcos.
Dentro de la situación registrada en Cataluña
con la agitación independentista citando a un referéndum que fue descalificado
por el Tribunal Constitucional para evitar el brote nacionalista, y sobre las
continuas declaraciones en contra del Presidente Rajoy impidiendo el mecanismo
de participación popular, apoyándose en la decisión del Tribunal Constitucional
de Madrid, se presentó un acto al revés, fue el Gobierno y la misma corte
judicial quienes hicieron populismo constitucional llamando a la Unidad del
Reino de España, mutilando el soberanismo regional.
No todas
las formas de populismo son vituperables o rechazables. El populismo es un
término polisémico, utilizado para evaluar y comprender algunos fenómenos en
América Latina, caracterizado en los medios de comunicación por su tenue o
vacío rigor académico, sin embargo en materia de teoría política ha sido un
concepto abordado con un análisis minucioso por académicos que trascendieron
por su conceptualización y anclaje a la ciencia política. Este es el caso de
Ernesto Laclau, que logró realizar un trabajo académico en torno al populismo
como realidad y enfoque teorizado, al tanto que es una de las referencias
constantes en la mayoría de los estudios sobre el término.
La búsqueda de Ernesto Laclau en el desarrollo
de la política y lo político como dimensiones convergentes, pero diferentes, lo
político y la política, en la que se reserva el primer término para referir a
una lógica de producción del orden social (una función instituyente, aunque
también destituyente) y el segundo como un campo o sistema encargado de
gestionar el orden (como un ámbito instruido)[1].
Tenía tres preocupaciones sobre las mismas.
1. Cómo
pensar en un nuevo orden social y político para la articulación de diversas
demandas y nuevos sujetos identitarios que no podían reconocerse ni entenderse
bajo el viejo planteamiento de la ortodoxia marxista como sujetos de clases.
2. Cómo
se pueden analizar en el campo democrático en el contexto actual las dinámicas
políticas con un escenario que logre la radicalización de la democracia en su
momento bajo los pilares del estado de bienestar y hoy con la necesidad de
restablecer la democracia bajo la hegemonía neoliberal. Es decir, hoy con dos
tareas a resolver, restaurar la democracia y la radicalización de la misma.
3. Cómo
se constituyen las identidades políticas bajo una lógica en la que actores
políticos que tienen en disputa la orientación de un proceso histórico, como su
victoria y su orden. Aquí sería necesario abordar el término de hegemonía para
comprender la tesis Laclauniana bajo su lectura de Antonio Gramsci.
Ernesto
Laclau desafía la dimensión del populismo que se le otorga tradicionalmente
como ya se expresaba anteriormente como mera retórica, ante esto expresó: “el
populismo es, simplemente, un modo de construir lo político”[2]. En otro
sentido, populismo ya es una categoría que se adscribe a la política de hecho
lo afirmaba de la siguiente manera: “no existe ninguna intervención política
que no sea hasta cierto punto populista”.[3]
[1] Claude Lefort, Ensayos sobre lo político,
Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1991; Chantal Mouffe, En torno a lo
político, Buenos Aires, fce, 2007.
[2] Laclau, La razón populista, 2005, p. 113
[3] Laclau, La razón populista, 2005, p. 185
Por:
Alberto Ramos Garbiras. (*)
Y Alejandro López Lasso (**)
(*) Magíster en Ciencia Política Universidad
Javeriana; PhD, Doctorado en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de
Madrid (UNED- España); profesor de derecho internacional en la Universidad
Libre.
(**) Abogado de la Universidad Libre,
Investigador social, miembro del Grupo Republica sobre temas de derecho
público.