A la altura del año 2018, en plena campaña
presidencial, tomar cuerpo o empaque de centro político es más difícil, porque
el bipartidismo fusionado en la última etapa desde el año 2002 ha tratado de
posar como de centro en ejercicio de 4
gobiernos, por ser ese bipartidismo transmutado el soporte en 16 años de dos
hombres al mando del Estado. Estos 16 años tienen una misma raíz con dos
corrientes, el uribismo como imaginario político, y desdoblamiento en santismo
por la discordia entre ellos. En retrospectiva y bajo un enfoque realista, el
primer bloque de gobierno (2002-2010) recogió todo el espectro de la derecha
liberal-conservadora, cabalgando en un neopopulismo que le dio réditos
electorales al guía de este proceso. Paralelamente actuaba el populismo de
izquierda con Chávez, desde Venezuela. Y el segundo bloque (2010-2018), actuó
como el centro político por la inspiración de Juan Manuel Santos en la Tercera
Vía, una vertiente descafeinada de la socialdemocracia, con políticas públicas
sociales sin desarrollar a plenitud el Estado Social de Derecho.
Durante el segundo bloque el uribismo pasó a
ser la derecha desnudada, teniendo que crear un partido nuevo, el Centro
Democrático, para ejercer la oposición. La izquierda en los últimos años ha
sido el Polo Democrático que ha llevado a cabo el control político con
senadores estudiosos, pero el partido fue afectado por sus propios errores y
fisurado por la conducta de los hermanos Moreno Rojas. El centro-centro desde
el 2010, lo materializó el Partido Verde que, perdió la Presidencia dos veces
ante Santos por la incapacidad de los candidatos para dar el debate y enfrentar
la publicidad sucia: Mockus y Peñalosa. La izquierda radical ha sido en esos 16
años la guerrilla en oposición extraparlamentaria, hasta que se logró la paz
parcial con una de ellas, las FARC; continúa el ELN en esa línea y en medio de
un proceso de paz confuso.
“…Humberto de la Calle, prisionero de un
partido Liberal en extrema crisis. Sin identidad, De la Calle y los notables de
ese partido renunciaron hace tiempo a la definición histórica del liberalismo
como una “coalición de matices de izquierda”. Su fórmula vicepresidencial,
Clara López, declaró que no es de izquierda. Al igual que Jorge Robledo, el
escudero de Fajardo, hace lo propio” (Sánchez Ángel, 2018)
Fracasó el intento de coalición con Sergio
Fajardo, Según César Gaviria, por los desplantes del año pasado éste le propinó
al partido Liberal; y ahora porque se deduce, el jefe del liberalismo ante la
falta de crecimiento del candidato De la Calle, quiere atajar la desbandada
graneada, en la primera vuelta, de los parlamentarios hacia las dos campañas de
la derecha (Duque y Vargas Lleras);de esta forma sacrifica a De la Calle para
mantener cohesionada la nueva bancada parlamentaria, y buscar Gaviria en la
segunda vuelta, pactar la gobernabilidad que pudiere nacer.
El caso de Petro se puede visualizar aquí
como el de un líder pertinaz y coherente con su trayectoria de izquierda desde
el M-19, pasando por una desmovilización que lo llevó a la Asamblea
Constituyente, luego a la política electoral con la Alianza Democrática(AD-
M-19), posteriormente al Polo Democrático y a varios intentos con el
progresismo; su paso fugaz por los verdes y finalmente con la corriente
política Colombia Humana, cubriendo ahora el campo de la izquierda moderada,
atemperado por su carácter de coartífice de la Constitución, legislador y
gobernante de la capital del país.
El bipartidismo en connivencia llevó a los
dos partidos políticos desde el Frente Nacional a ser de derecha, o a ser
temporalmente de centro. El bipartidismo hegemónico disminuye a la izquierda
combatiéndola o macartizándola, y a los de centroizquierda los señala como de
izquierda radical para que la gente desopinada no los distinga. En otras etapas
la oposición se ha ejercido con la violencia partidista, también eliminando al
líder o disolviendo a las terceras fuerzas, en algunos momentos con la
sicarización de los directorios políticos, o evitando la oposición creando
formas de connivencia parecidas a la del Frente Nacional; o transmutando los
partidos con el transgenerismo político; hoy renace la difusión del odio,
llegando la polarización con ribetes de radicalización haciendo que el centro
en la práctica quede invisibilizado pero paradójicamente todos reclamen ser del
centro.
Los centristas confeccionan un discurso para
atraer y usan también, en ocasiones, un populismo moderado. Su mixtura
ideológica la transmiten al electorado y seducen a ciudadanos decepcionados del
bipartidismo, de otros partidos que han incursionado en el campo político y han
fracasado o desengañado a los seguidores; estos ciudadanos ahítos de mentiras,
de frustraciones, desencantados, sin norte ideológico creen en las propuestas
de centro, pero quedan navegando en la indefinición de una doctrina que no
aparece: corren el riesgo de un nuevo desencanto.
Los
centristas necesariamente son confusos porque no se definen por uno de los dos
extremos, esto los conduce a ser reformistas intermedios para poder demostrar
acciones. El centrismo es volátil, cambiante y situacionista. Dependiendo de la
situación, del momento crucial o crítico que viva el país, cambian de posición
para sobreaguar las dificultades y no hundirse.
Los centristas dicen defender la Democracia,
la Constitución política, el ordenamiento jurídico (estado de derecho), la
institucionalidad, etc. Pero qué sucede si nada de esto funciona o funciona
mal, como ocurre en estos momentos en Colombia con la justica(recordar el
cartel de la Toga), con la contratación pública(corrupción desbordada en varias
entidades: Reficar, Banco Agrario, Navelena, Odebrecht, etc.), con el medio
ambiente(minería ilegal, páramos, ríos, humedales, ecosistemas sin protección,
la biodiversidad destruida, etc.); con la salud robada(caso Palacino), y la desatención continuada, con los costos
de la educación privada en ascenso; con la fuerza pública desarticulada y la
inseguridad en las ciudades; etc.; entonces los centristas proponen reformas
alrededor de estos temas, pero nada parecido a cambios profundos, y se van
acomodando al devenir.
En esta coyuntura electoral 2018 todos dicen
ser del centro político. Pero los centristas son vistos por la izquierda
radical como andróginos políticos, como usurpadores de las ideas de los otros,
como moldeadores de las ideologías: de las políticas económicas y sociales. Los
centristas logran armar una mixtura para imprimirle otro formato o empaque para
navegar sobre las doctrinas de otros. Apropiarse y refritar, sería el resumen
de lo que Dick Morris (estratega de Bill Clinton), aconsejaba: “La
triangulación, o sea, apropiarse de las doctrinas de los contrarios para
jalonar hacia el centro”.
Al contrario, Jaime Rodríguez-Arana,
Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de La Coruña (España),
defiende la actitud de los centristas exponiendo que, “Las políticas centristas
son políticas racionales. Todas las políticas a emprender, o a criticar, pueden
y deben ser objeto de estudio, de análisis. Desde el espacio de centro se hace
pedagogía política sin caer la tentación de la crítica destructiva como regla.
En otras palabras, desde el espacio del centro se recomienda dedicar tiempo a
formar equipos que proporcionen ideas y contenidos sobre los que basar los
proyectos…” (Rodríguez- Arana, 2016).
Pero la polarización de la sociedad en esta campaña ya es
imparable, mucho más con los embates contra el proceso de paz, desde la fase
final de la implementación por la vía del fast track (segundo semestre del año
2017); la deformación de la JEP, existiendo una indefinición sobre el
funcionamiento de la justicia ordinaria que está carcomida por la corrupción e
inoperancia y, está nueva justicia, la transicional que aún no tiene un
procedimiento redactado; sumado a ello, el truncamiento a la reforma política;
los saboteos a la participación política del partido de las FARC; la
manipulación de los recursos del postconflicto con una contratación aberrante;
la sindicación de Santrich, sin esclarecerse la veracidad de las pruebas; el
Presidente Santos queda entrampado porque debe adoptar una posición
institucional severa y hablar de extradición o ejecutarla si todo resulta
probado; en estas circunstancias hacer
hoy un llamado a la despolarización es ya tarde, los mismos que alentaron la
polarización pueden ganar o perder, ganar si el candidato , Duque, sale
adelante; o perder porque al alentar la confrontación política entre los
colombianos extendieron la plataforma para que un candidato alternativo, Petro,
creciera, desde abajo, sin partido y sin estructuras, aparece como la opción de
los desencantados, ante la corrupción multiforme en las instituciones del
Estado y la dilución de la Paz herida.
Por: Alberto Ramos Garbiras. Magíster en
Ciencia Política Universidad Javeriana; PhD, Doctorado en Política
Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de
derecho internacional, Universidad Libre.
Citas:
Sánchez
Ángel Ricardo. “Colombia: derechas e izquierdas”, artículo publicado en el
periódico Un Pasquín, bajo la dirección de Vladdo, edición número 64, página 4,
Bogotá, abril de 2018.
Rodríguez-
Arana Jaime. “Que es el centro político”, artículo publicado en la página web
www.somosprincipios.es, abril 19 del año 2016.