El próximo 27 de diciembre se cumplen 220
años del nacimiento de Manuelita Sáenz. Antes de conocer a Simón Bolívar ya se
había alineado contra la monarquía española, sin importarle que su padre fuera
de ese país, y sus 4 hermanos medios hijos de dos españoles. En Quito la
reconocían desde los 18 años de edad (1816) por su coraje y temperamento
impetuoso, no se arredraba ante los hechos que implicaran riesgo. Exhibió una
conducta osada por fuera de los parámetros de la época. Y ya había permanecido
en Lima casada con el médico Thorne, donde se codeó con los altos círculos de
una sociedad en transición: de la colonia a la inminente República. En este
período antes de conocer a Bolívar ya había incursionado políticamente es acciones
antimonárquicas apoyando a patriotas y combatientes durante el protectorado de
San Martín al Perú. Le tocó conocer en su adolescencia varias ejecuciones
extrajudiciales a los patriotas de Quito y Lima, y observar los desafueros, las
arbitrariedades de autoridades virreynales. Luego, el General San Martín la
distinguió con la Orden del Sol, en ello influyó su amistad con la preferida de
San Marín, Rosita Campuzano.
Bolívar y Manuela inician la relación
amistosa a partir de junio de 1822 desde el gran baile y festejo organizado por
Juan Larrea para celebrar los avances de la guerra de independencia que
permitían a Quito librarse de la opresora y fatigante presencia del ejército
realista -español, logrando el Libertador con el esfuerzo del ejército patriota
ir venciendo los reductos de tropas españolas en Ecuador. En medio de todas las
dificultades y apremios Simón Bolívar saca tiempo para encontrarse con
manuelita, se escriben con constancia; la necesidad de moverse de los
campamentos, de ubicarse en otra localidad (Guaranda, Pasto,..), les impide la
continuidad de las visitas, pero se buscan con empeño. La correspondencia va
dejando marcado ese derrotero y trasegar de ambos.
Intrépida en sus decisiones participó en tres
batallas que sirvieron para redondear la guerra de independencia demarcada con
la batalla de Boyacá en 1819; ella participó en roles y funciones necesarias y
combatió uniformada a la manera de los patriotas en algunas refriegas de la
batalla de Ayacucho y en la logística
operativa en las batallas de Junín y Pichincha. Sobre todo, se impuso por su
carácter, pese al papel relegado y con desdén que le asignaban a las mujeres en
esa época, se hizo respetar. Bolívar en agosto de 1824 comunica a Manuela que
la Junta de Generales de División le otorga el grado de Capitán de Húsares,
encomendándole labores administrativas y de sanidad. Bolívar le asigna a ella
desde el cuartel general de Chalhuancadas, durante el trasiego en la zona de
Huascarán, previo a la batalla de Junín, labores de confianza como capitana que
le permitieron tomar decisiones. Por su valor y astucia ha sido comparada por
algunos historiadores con otras mujeres arrojadas como la mexicana Antonia
Nava, o con la chilena, Javiera Carrera, y hasta con Catalina de Rusia. Por
todo ello Manuela Sáenz es considerada como una heroína.
Su rol como independentista es indiscutible,
se desprende y colige de documentos oficiales que fue una activista, de varios
testimonios de la época, de las mismas cartas de Bolívar, de la certificación
de Antonio José de Sucre sobre su valentía en las refriegas militares, se su
solicitud para ingresar al ejército libertador, de la distinción como capitana
de Húsares y luego como generala, del rol que desempeño ayudándole a Bolívar a
concebir la creación de un país como Bolivia, de sus actividades en ayuda
hospitalaria y administrativa en la Batalla de Junín, de lo aguerrida que fue
en la Batalla de Ayacucho, y se convirtió en consejera del Libertador al
regresar Bolívar a la Gran Colombia durante parte de 1827, en 1828, 1829 y
1830. Y de su innegable valor al evitar el asesinato del Bolívar dentro de la
conspiración septembrina.
La participación como independentista la hizo
en múltiples acciones y concibiendo la práctica política para ejecutarlas. Fue
un independentismo con todos los riesgos que implicaba enfrentarse a un
ejército realista todavía no vencido, pero si ya desmoralizado. En esa época no
se trataba de impulsar un mecanismo de participación para reclamar la
independencia; la democracia no se había instalado, se trataba de acciones
clandestinas e intrépidas para coadyuvar con el avance de las tácticas
patriotas, buscar consolidar la derrota de los españoles y construir el
Estado-Nación para obtener un ordenamiento jurídico propio, sin instituciones
foráneas y explotación de todos los recursos minerales y de especies que
apuntalaron a los españoles en el contexto europeo de los siglos XVII y XVIII.
Se incluyó en todo lo que implicaba enfrentarse a un imperio con dominios en
ultramar que aún no había perdido todas las posiciones.
Y es considerada una predecesora del
feminismo por el reconocimiento de los derechos de la mujer y por la defensa de
los derechos humanos, como lo fue la francesa Olimpia de Gouges. No le importó
que fuera objeto de dimes y diretes burlescos y zaherida por ser una hija
bastarda, en medio de una sociedad pacata y bimoral. Y una adúltera que
enfrentó la infidelidad sin tapujos, reclamando romper el matrimonio que la
había llevado a una rutina y juntura de pareja que ella rechazaba y encaraba
ante todos.
Sostuvieron Bolívar y Manuela una relación
amorosa larga y con sobresaltos. A pesar de los devaneos, filtreos y rumores de
Bolívar con mujeres hermosas como Manuelita Madroño o con Juana Costas, entre
mayo de 1824 y abril de 1825; cada que pasa el furor y la lascivia de esos
encuentros carnales con otras, Bolívar continúa su relación con Manuela Sáenz,
no deja de pensar en ella. En una de esas infidelidades de él Manuela lo
recrimina, trata de suicidarse, se queja del desamor, intenta apartarse. El
incidente del Zarcillo o el arete de una amante furtiva de Bolívar que,
Manuelita encontró entra las sábanas de la cama, desató los celos más
expresivos y la decisión de apartarse del Libertador. Las cartas y mensajes
consecutivos que Bolívar le envía demuestran su temor de perderla y le expresa
una eroticidad vivida durante la relación de manera explícita como no lo había
hecho en otros textos del epistolario, pidiéndole perdón y comprensión.
Las cartas cruzadas entre Bolívar y
Manuelita, rescatadas, compiladas y citadas por varios autores, entre ellos
Arturo Andrade, Eugenio Gutiérrez Cely, Fabio Puyo, Blanca Gaitán, Cacua Prada,
Alberto Abello, para citar unos pocos, nos dejan ver esas cartas, leídas de
conjunto o saltuariamente, que de este género literario epistolar se desprende
una narrativa política y erótica muy valiosa que, sirve para comprender pasajes
de la historia de Colombia y los países andinos, y valorar la destreza de
Bolívar para describir situaciones y la dimensión de Manuela para emularlo o
estar a la altura de su interlocutor.
Una mujer hermosa e inteligente que atrajo y
enamoró al Libertador Simón Bolívar, no pudo haber sido una mujer común, su
coraje, agallas, sus maneras y estilo conquistaron la atención y entrega de
Bolívar a ella. Lo acompañó casi 8 años en dos grandes regiones de la Gran
Colombia, Ecuador y Santa Fe; y en dos países
más: Perú y Bolivia, en uno como Presidente y el otro como fundador,
animado por ella; lo acompañó en los momentos del ejercicio pleno del poder
(1822 hasta 1830); conoció previamente decisiones de Estado, le ayudó a
concebir proyectos, y lo acompañó en las dificultades, enfrentado intrigas y
conspiraciones; librándolo de otras acciones pérfidas; no tuvo aspiraciones
personales de ascenso gubernamental o administrativo, y fue solidaria en lo
personal y en lo amoroso.
Manuela Sáenz influyó mucho desde mayo de
1825 sobre la forma como Bolívar podía resolver y llevar la relación político
-administrativa con el General Francisco de Paula Santander, a partir de la
decisión insolidaria que tomó el Congreso de la Gan Colombia al retirarle a
Bolívar todos los poderes extraordinarios para continuar en las misiones
ejecutadas en el Sur, sobre todo en el Perú. Leyendo el largo cruce de
correspondencia entre Bolívar y Santander a partir de esa fecha se detecta y
percibe el malestar in crescendo entrambos por lo que ocurría sobre cada asunto
de Estado. Se visualiza cómo flota el distanciamiento gradual.
Un valor agregado innegable que debe
reconocérsele a Manuelita Sáenz fue la forma como sorteó las adversidades sus
reacciones rápidas y sin temor. Sin proponérselo ni buscarlo, a Manuela le
endosaron los odios y animadversiones que despertó Bolívar en quienes querían
apartarlo del gobierno y del vasto poder; desde Lima comenzó a sufrir ataques y
ser objeto de afrentas por las resistencias que creaban las medidas del
Libertador, quienes se incomodaban con él, se incomodaban con ella. Los
conspiradores, los ambiciosos, los desleales, los mediocres, los
faccionalistas, los corruptos, los secesionistas, a quienes el Libertador
señaló, enfrentó y algunos, castigó. Manuela en esos sectores y círculos fue
odiada por ser de confianza del Jefe de Estado, ser fiel y ser oída por la
máxima figura de estos Estados andinos.
Por: Alberto Ramos Garbiras.
Magíster en Ciencia Política Universidad
Javeriana, PhD, en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid
(UNED- España); profesor de derecho internacional, Universidad Libre, Coautor
del libro “Bolívar y el Constitucionalismo”.