La esclavitud de africanos traídos a América
por una cacería brutal que hicieron los mercantilistas europeos se inició en el
siglo XVI para obtener mano de obra gratis y destinarla al trabajo minero y los
trabajos agrícolas de las haciendas, en las colonias americanas. Trata y
explotación con mayor énfasis a partir de 1580 en virtud a la fusión que logra
Felipe II de Portugal y España bajo el régimen de los Austrias. La concesión a
empresarios privados se hizo bajo la figura jurídica de los llamados asientos,
así el Rey entregaba esta empresa criminal a particulares asentistas o
explotadores de seres humanos.
Los
indígenas durante la conquista fueron
sometidos y los que se opusieron exterminados y perseguidos, la huida de
indígenas rebeldes hacia las cordilleras y el extermino de las etnias del Valle
(Calimas, jamundies, Bugas, Lilíes, Gorrones…) conllevó a la búsqueda de mano
de obra esclava sustituta, esa es la explicación para entender la llegada de
africanos tratados como herramientas de producción por portugueses y españoles
“asentistas” que los cazaban en las islas de Cabo Verde, en Guinea, Senegal,
Gambia, Angola, el Congo y otros sitios.
El Virreynato de la Nueva Granada fue un
territorio que sufrió cientos de vejámenes por la avaricia ibérica. La
expoliación incalculada durante la conquista, con la destrucción de comunidades
aborígenes llevada a cabo por una
empresa de saqueo de etnias en plena edad media es la muestra apodíctica de esa
afrenta. Del proceso de mestizaje surtido durante los más de 300 años de régimen
colonial y por la imbricación de un modo
de producción superado desde la caída
del imperio romano, como el esclavista, reimplantado por los españoles con el
transporte forzado de población africana, surgió una pluralidad de razas
traducida hoy en pluriculturalidad de las múltiples etnias mezcladas.
El Valle del Cauca que pertenecía al Gran
Cauca y dependía administrativamente de Popayán, durante la Colonia y durante
todo el siglo XIX republicano, pasando a los 10 primeros años del siglo XX,
vivió ése régimen esclavista hasta 1851 cuando se declara la libertad a los
esclavos, negada en 1821. Pero las condiciones infrahumanas continuaban y esto
es lo que gradual y sutilmente describe Jorge Isaacs en la novela. Lo leemos en
varios capítulos.
Jorge Isaacs, describe momentos de la vida de
estos esclavos en la hacienda, anotando sobre sus costumbres, religión,
adoctrinamiento al que fueron sujetos, vestuario, cantos afros, alimentación,
maneras, etc. “Concluida la cena, los
esclavos levantaron los manteles; uno de ellos rezó el padrenuestro, y sus
amos, completamos la oración” (capítulo 3). “Los esclavos bien vestidos y
contentos, hasta donde es posible estarlo en la servidumbre, eran sumisos y
afectuosos para con su amo (…) Las castrueras
de los esclavos que volvían espaciosamente delas labores con las
herramientas al hombro…” (Capítulo 5). “Vinieron en mi auxilio dos negros,
varón y mujer: él sin más vestido que unos calzones, mostraba la espalda
atlética luciente con el color peculiar de la raza; ella con fallao de fula
azul y por camisa un pañuelo anudado hacia la nuca y cogido con la pretina, el
cual le cubría el pecho. Ambos llevaban sombrero de junco, de aquéllos que a
poco uso se aparaguan y toman color de techo pajizo” (Capitulo 19).
El Valle
del Cauca adscrito durante la colonia a la administración de Popayán y a
la Audiencia de Quito, ve surgir el
latifundio en manos ociosas que violaban disposiciones de morada y labor
(permanencia de 4 años al frente de los predios), dictadas primero por los reyes
Carlos V y modificadas por Felipe II. Surge ante la fracturación del
latifundio, la hacienda colonial, a veces autárquica, y otras veces
abastecedora de las villas que fueron
construyéndose en los siglos XVI, XVII Y XVIII: Cali, Buga, Guacarí. Toro, Roldadillo,
Bugalagrande, Cartago, Vijes, Tuluá, y
La Unión.
Como lo expuse en un escrito titulado “El Valle durante la Colonia”, las
haciendas en el Valle del Cauca fueron surgiendo por la insostenibilidad del
latifundio y después de la superación del sistema de la encomienda. “Hacienda
es una unidad económica cuyo significado y amplitud conviene precisar. En el
uso cotidiano en Colombia la palabra sirve para subrayar la importancia de una
propiedad su extensión o su uso productivo, y se distingue de una simple finca
o heredad familiar. Aunque de una manera no explícita, en ocasiones se alude
con ella a una verdadera empresa, en contraposición a la mera unidad familiar”,
así lo expuso Germán Colmenares. La fragmentación de las tierras fue lenta porque el monopolio en manos de
terratenientes españoles o sus descendientes se hacía por sucesiones, remates
de bienes, venta de derechos o transacciones entre entronques familiares.
Entre las haciendas o estancia formadas al
final del siglo XVII y en el siglo XVIII, y más mencionadas en actos
notariales, como lo describió el historiador Germán Colmenares, un bosquejo
descriptivo puede ayudarnos a fijar
algunos rasgos de este desarrollo comenzando
por las proximidades de Cali, en la banda occidental del río Cauca, hacia el norte hasta Vijes y
Yotoco, hacia el sur hasta Jamundí, y luego las grandes propiedades de la otra
banda desde el río sabaletas hasta el
río bolo.
La organización del Estado colonial surgió de
la guerra de conquista, se erigió con
instituciones del derecho feudal español y se mantuvo con el sometimiento de los mestizos, los pardos (nacidos de los
servicios sexuales domésticos) y criollos que crecieron bajo la égida Ibérica
con formas de autoridad como los regidores, alcaldes mayores, Alférez Real,
oidores, cabildos, visitadores, residenciadores, procuradores, visitadores,
intendentes que dependían de las gobernaciones, presidencias y capitanías
generales. La relación guerra, política
y derecho se expresó como trípode impositivo de un Estado.
La Casa de la Sierra o El Paraíso, fue una de
esas haciendas, y en sus inmediaciones se desarrollan los hechos de la novela
María. Una hacienda colonial donde fue llevada la africana Nay luego llamada
Feliciana. Nay fue víctima de un enfrentamiento tribal en Gambia entre los
Kombu-Manez y los Cambez; apresada y separada de su esposo Sinar; entregada o
canjeada a traficantes de esclavos y conducida a Cuba, luego al Darién, para
arribar a la hacienda del irlandés William Sardick, vendida a un norteamericano
por 150 castellanos de oro; posteriormente comprada por el padre de Efraím para
salvarle su hijo de la esclavitud en Norteamérica ,pero sobre todo, para
acompañar a Esther convertida en María e instalarse en la hacienda El Paraíso
en Santa Helena (Cerrito), Valle. Jorge
Isaacs describe en la novela dentro de los capítulos 3, 5, 19, 40,41,42,43, y
otros, aspectos sobre la esclavitud que, le dan a la obra un toque de novela
histórica. Además de otras descripciones de la vida republicana.
Escribe
Isaacs en el capítulo 40, “Explotabas en aquel tiempo muchas minas de oro en el
Chocó, y si se tiene en cuenta el rudimental sistema empleado para elaborarlas,
bien meren ser calificados de considerables sus productos. Los dueños ocupaban
cuadrillas de esclavos en tales trabajos. Introduciánse por el Atrato la mayor
parte de las mercancías extranjeras que se consumían en el Cauca, y
naturalmente las destinadas a expenderse en El Choco. Los mercados de Kingston,
y de Cartagena eran los más frecuentados por los comerciantes importadores.
Existía en Turbo una bodega “.
Las haciendas que inicialmente se formaron se
fueron registrando en la banda occidental del río Cauca por su cercanía a Cali,
y las localizadas en las cercanías a
Buga y Cartago, los tres ejes urbanos de
la época. Las haciendas poco a poco fueron siendo adquiridas por comerciantes y
mineros que ya tenían un excedente económico para construir trapiches,
acrecer el ganado y comprar esclavos
provenientes de Cartagena. La hacienda era una vasta propiedad productiva que
tenía su auto gobierno como micro estado, pagaba contribuciones, se auto
abastecía y dejaba un margen amplio para mercadear productos en la ciudad.
Por:
Alberto Ramos Garbiras