El
populismo tiene una connotación peyorativa, lo refieren como algo políticamente
incorrecto, señalan a una corriente de personas que buscan liderar un
movimiento político atacando a la clase dirigente y a través de la demagogia
ofrecer lo que no se puede logar. Se refieren a una utilización del pueblo
inculto que se deja llevar por discursos volcánicos, o sea, dividen la
población en dos: 1) los cultos que son ellos (la clase dirigente tradicional),
y, 2) los impreparados, sin cultura política (en el fondo se refieren a los
excluidos y a las personas inmersas en la
pobreza). Quieren significar que quienes jalonan el populismo son burdos
y promeseros, que no tienen compostura, ni cultura, que se comportan sin
mesura.
El investigador francés Ranciere, en su libro
“El descuerdo, política y filosofía”, define al pueblo como un sujeto político
que se ubica en una brecha. De un lado pueblo como un todo de la comunidad, por
ejemplo, el pueblo argentino, y de otro lado, una parte de la comunidad, la
marginal, los miserables. Por eso toda comunidad política nacional, es una
comunidad escindida. De esta forma se pretende descalificar a los populistas
desde que aparecen para subvalorarlos. Y esto no es cierto presentado de esa
manera esquemática. Por eso hay que evaluar las diferentes formas del
populismo. El populismo aflora cada vez que se produce una ruptura profunda
entre el pueblo y las élites gobernantes incrustadas en las cúpulas de los
partidos políticos, cuando se caen las políticas públicas de bienestar social y
las instituciones son usadas para beneficio de los funcionarios y jefes de esos
partidos; o entre los políticos profesionales y los gremios y el sector privado
que vive de la contratación succionando grandes sumas.
En
medio de las crisis democráticas de varios países los populistas han
reaparecido: el populismo redivivo. Los populistas también buscan votos para
ganar poderes locales y el poder nacional. Los partidos políticos formales,
también buscan votos. Ernesto Laclau en su libro La razón populista, dice que,
toda política de alguna manera siempre está contaminada de populismo. El
“pueblo” del populismo es una construcción que genera una división dicotómica
de la sociedad. Esto es un “nosotros” (el pueblo) y un “ellos”(los enemigos del
pueblo).
Si
tomamos un mosaico de populistas de izquierda, de centro, de izquierda, los
anclados en las terceras fuerzas y los outsiders; podríamos hacer el ejercicio
de diseccionar o separar su lenguaje,
propósitos y resultados. Desde los populistas del siglo XX en América Latina,
Lázaro Cárdenas en México, Perón en Argentina, Getulio Vargas (Brasil), Pedro
Aguirre (Chile) , Gaitán en Colombia; y los neopopulistas de izquierda en el
siglo XXI: Chávez en Venezuela, Zelaya en Honduras, Ortega en Nicaragua, Correa
en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Los Kirchner en Argentina, Lulla y Dilma en
Brasil; o neopopulistas bonapartistas de derecha como Fujimori (Perú) y Álvaro
Uribe (Colombia); y en Europa populistas de derecha como Berlusconi en Italia,
Nigel Farage y Boris Jhonson en Inglaterra,
Haider en Austria ,Volen Siderov(Bulgaria), Le Pen en Francia, Geert
Wilders en Holanda, Viktor Orban en Hungría, Erdogan en Turquía; y Donald Trump
en los EEUU.
La
investigadora Cristina de la Torre
publicó el libro titulado “Álvaro Uribe o el Neopopulismo en Colombia”,
con prólogo de Piérre Gilhodes. Es un estudio comparado acerca de la evolución
del populismo en algunos países latinoamericanos, sobre la forma metamorfoseada
de nuevos populistas redivivos y la eclosión de neopopulistas que enarbolan lo
social, como apariencia, pero algunos van cabalgando sobre la política
económica neoliberal, así lo demuestra la autora en los casos de Menen,
Fujimori o Álvaro Uribe. Otros hacen el
populismo desde el socialismo formal o nuevas formas de socialismo como el
Chavismo con el bolivarismo (socialismo del Siglo XXI).
El populismo del siglo XX fue una corriente
política que alcanzó el poder en algunos países se caracterizó por surgir en
los períodos de transición de la sociedad agraria a la sociedad industrial, es
decir, surgieron líderes carismáticos que prometieron ampliar los espacios
democráticos dándole participación a sectores subalternos que nunca habían
tenido acceso a la función pública, monopolizada hasta ese momento por la élites
de los partidos históricos y por los representantes de las formaciones
políticas del movimiento radical que abrió los espacios a la clase media.
Los
líderes populistas se presentaron a la
manera de mesías providenciales enfrentándose a las castas dirigentes para
tratar de vencerlos, pero transformaron
las estructuras económicas de las naciones que lograron regentar porque
sus reclamaciones formales estaban enmarcadas en los procedimientos
establecidos institucionalmente: huelgas, paros, desobediencia civil, disenso,
oposición; ninguna de carácter extralegal ni en el ámbito de la rebelión, y
luego se reacomodaron como nueva clase dirigente sin proporcionarle movilidad social verdadera a las mayorías
electorales que convocaron.
Los populistas son efectistas, acuden a las obras de beneficencia masiva, a
la caridad pública, a los actos administrativos de conmiseración y solidaridad, para aprestigiarse, pero no
transforman realmente las condiciones sociales
de los sectores subalternos dejándolos en los mismos estratos sociales a
los que pertenecían cuando llegaron al poder. Los populistas son figuras que
llegan a dirigir el Estado presentándose como renovadores y aparecen por fuera
de los partidos tradicionales, son outsiders (fuera de lugar), con la opción de
formar fuerzas nuevas que luego también subutilizan.
Los
populistas que logran credibilidad hacen reformas que benefician al pueblo,
amplían la participación democrática, brindan oportunidades y dinamizan la
sociedad. Ninguna forma de populismo cambia radicalmente la sociedad. Esto lo
hace la revolución, con ella se producen cambios totales en la economía, lo
jurídico y lo social. El populismo no tiene cabida en el comunismo. Las
políticas públicas y la extensión de la gratuidad (educación, salud...) dentro
del comunismo no tienen tinte populista, son de la esencia del comunismo.
El
neopopulismo de derecha (Uribe y Fujimori), y Menen (era progresista pero hizo
un populismo de centro), los tres hicieron un refrito del populismo con
retoques en la posmodernidad. Cedieron enormes porciones de soberanía nacional
dejando regir los temas vitales desde el exterior. Gobernaron de manera
mediática, como videopresidentes a través de los medios de comunicación
difundieron su ideario que a su vez, era una mezcla de varias ideologías, pero
privilegiaron el neoliberalismo dejando el rumbo de la economía en manos del
mercado, la libre competencia, las privatizaciones de los servicios públicos;
se apoyan en el sector industrial y financiero, desmejorando la situación
social de las masas pero creando el espejismo de alcanzar la seguridad
ciudadana arreciando la guerra y dando la sensación de que están de parte del
grueso de la población con el diseño de mecanismos de representación
comunitarios, pero en el fondo están subvalorando el estado social de derecho,
en vez de fortalecerlo, precisamente para trancar el desarrollo socialdemócrata
de las normas constitucionales que reconocen estos derechos.
El
neopopulismo de izquierda es una variable que se extendió a varios países.
Surgieron líderes desde los partidos establecidos como Lula Da Silva desde el
Partido de los Trabajadores (PT), y Néstor Kirchner desde el viejo peronismo o
justicialismo (el mismo de Menen); otros por coalición como Evo Morales y
quienes fundaron nuevas formaciones políticas, como Fernando Lugo en Paraguay.
La única coalición de izquierda amplia que ha llegado al poder tres veces y no
ha caído en la tentación populista, haciendo gobiernos socialdemócratas serios
con cobertura social aceptable ha sido la de Pepe Mújica en Uruguay, con su
gobierno y las dos administraciones de Tabaré Vásquez.
Como
lo expuse en mi libro “Conflicto interno, Fronteras y Crisis diplomática”, Hugo
Chávez desplegó todos los esfuerzos en los últimos años, para extender su influencia en los
países latinoamericanos, de cara a propalar el imaginario de su proyecto
bolivariano dentro del nuevo socialismo del siglo XXI, para él concursando con
una mezcla ideológica de populismo, bolivianismo, castrismo, guevarismo, marxismo,
socialismo, leninismo, cristianismo, nacionalismo y militarismo nacionalista.
La operación mental que el mismo Chávez se ha hecho consiste en desdoblar,
proyectar y extrapolar el pensamiento de Simón Bolívar, de principios del siglo
XIX pasándolo al comienzo del siglo XXI, actualizándolo y ajustándolo a la
nueva realidad política latinoamericana. De esta manera buscó influir en
algunos países con gobiernos afines al pensamiento izquierdista, incluyendo el
área caribeña. Fue una tarea económica, política y diplomática: con el petróleo
y sus derivados para financiar, propalando las ideas, impulsando los grupos de
integración, agitando el ALBA y el UNASUR, haciendo relaciones exteriores
presidenciales intensas y ministeriales concertadas. Los países atraídos fueron:
Cuba, República Dominicana, Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, Brasil,
Ecuador, Nicaragua, Salvador, y Paraguay. Se dieron también intentos a través
de candidatos presidenciales en Panamá y Perú. (1)
Colombia
vio surgir el neopopulismo de derecha en el año 2002, apareció para competir en
el área con el neopopulismo de izquierda arribado en Venezuela en el año 1999.
Al reseñar el libro de Ricardo Sánchez Ángel , “Bonapartismo Presidencial en
Colombia” , sobre Uribe Vélez, expresé que exhibió una conducta neopolulista y
bonapartista, visualizada por hechos como el autoritarismo, la contrarreforma
constitucional, la reelección, el crecimiento de la deuda externa, la
facilitación del neointervencionismo norteamericano , el debilitamiento de los
activos públicos, efecto de las privatizaciones. Y una política social sin eficacia para
combatir la pobreza, pero dejando la sensación de ayuda continua a los
desposeídos con la política de cohesión social, que tenía tres pilares: aportes
mensuales a las familias en acción, mesadas a las familias guardabosques, y la
ampliación del SISBEN, o salud subsidiada con los dineros aportados por los
trabajadores y funcionarios a través de las EPS. Es decir un asistencialismo
miserabilista que no iría a sacar a nadie de la pobreza ni menos del estrato al
que pertenecía. Mientras tanto las compañías extranjeras gozando de las
concesiones acababan con los recursos naturales.
(1). Ramos Garbiras Alberto. “Conflicto interno, Fronteras y Crisis
diplomática”. Libro publicado por la Universidad Libre de Cali, artes gráficas del
Valle, agosto del año 2008.
Por: Alberto Ramos Garbiras. Abogado
con especialización en Derecho Constitucional de la Universidad Libre Seccional Cali; Magíster
en Ciencia Política, Universidad Javeriana, PhD, Doctorado en Política
Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de
derecho internacional en la Universidad Libre y derecho constitucional en la
Universidad Santiago de Cali (USC) .