El
populismo de extrema derecha que promovió el Brexit en el Reino Unido y los
otros populismos de derecha de Europa al enfilar baterías de ataque contra la
permanencia en la Unión Europea que los integra cada vez más con cargas
impositivas y les resta autonomía, claramente dan a entender también que están
contra la globalización (igual que Trump), porque consideran que sus mercados
internos se han afectado por la apertura excesiva. Se tornan proteccionistas y
fortalecedores de lo nacional. Están convencidos que el menoscabo de sus
economías se debe a los compromisos internacionales, a las subvenciones y a la
penetración excesiva de mercancías en el contexto de la globalización: esa es
una expresión del nacionalismo. Los populistas de derecha atacan las
migraciones excesivas, la tolerancia a los refugiados y tiene temor por los
avances del terrorismo global.
Según
el investigador Álvaro G. Zarzalejos, “Un abanico de causas algo más amplio es
el que ofrece el Real Instituto Elcano, en un reciente informe titulado 'Causas
del rechazo a la globalización: más allá de la desigualdad y la xenofobia', los
autores coinciden en que, además del desencanto, otros catalizadores del
populismo han sido el declive económico de las clases medias, la xenofobia, la
revolución tecnológica y la crisis del Estado del bienestar”.
Los países de Europa que están viendo florecer
el neopopulismo de derecha son, Austria, Hungría, Polonia, Turquía; Holanda,
Francia, el Reino Unido, Alemania,
Suecia, Bélgica, Italia, Hungría y Polonia, sus líderes son hostiles a la
migración. Todo este florecimiento responde a la falta de acción y
cumplimiento de los partidos políticos
convencionales o tradicionales con sus electores; a las crecientes masas que se
sienten sin partido, al precariado expósito, a los nuevos problemas sin
soluciones; a la complejidad del funcionamiento institucional, a lo enmarañado
del edificio jurídico europeísta manejado desde Bruselas; a su funcionamiento
que no entiende la gente del común y lo ven encriptado; a la corrupción si
castigo ;al apoderamiento y monopolio del Estado por unas élites, etc. Entonces
le creen al “salvador “que aparece y se proyecta como el mesías que sacará al país de la confusión, luego se comprobará que
algunos no saben del manejo estatal. Los tres rasgos comunes que alimentan sus
discursos son: la xenofobia, la antiglobalización y el retiro de la Unión
Europea.
La
xenofobia es la negación de la diversidad humana, de la pluriculturalidad. Esta
intolerancia no permite que un gobernante tenga equidad en sus actos. Se
desprende que tampoco tolerará la reclamación de los derechos humanos de esas
razas menospreciadas: afrodescendientes, asiáticos, latinos, musulmanes, etc.;
tampoco las religiones a las que pertenecen, ni sus costumbres, ni vestuarios.
La xenofobia llevada a esos extremos se inclina hacia la supremacía nacional y
los actos de esos líderes, si llegan a gobernar, serán despóticos.
Con
esa lógica xenófoba de los populistas nacionalistas que creen proteger a sus
connacionales cerrando las fronteras, obstaculizando la entrada a los
extranjeros no blancos que, ven además pobres, de raza inferior y ven
amenazados sus mercados internos; con esa lógica la globalización debe ser
cambiada por otra forma de interconexión entre países, y con esa visión el
multilateralismo tampoco debería operar: es un criterio que llevaría al
enclaustramiento de los Estados-Nación : una especie de exaltación a la
“autarquía” y una consideración de los demás como bárbaros. Esto llevaría a
pensar a otros sectores que preferible sería el maltusianismo, atacado en otras
épocas porque buscaba disminuir las tasas de crecimiento. Los neoracistas
promotores de muros ya no piensan cerrar ciudades como en la antigüedad,
sino cerrar países.
El
neopopulismo nacionalista de los derechistas desconoce la universalidad ganada
por los derechos humanos, declarados patrimonio de la humanidad y sostén
principal de la arquitectura jurídica de la ONU, aplicando una lógica jurídica
mundializada después de los momentos históricos más trágicos: la sumatoria de
todas las guerras medievales, los conflictos del siglo XIX, y las dos guerras
mundiales. La ONU debe resolverle las posiciones erradas a los xenófobos acerca
del sistema vigente de protección a los refugiados, de cómo tratar el problema
de las migraciones (generadas por el hambre, la pobreza y las exclusiones
laborales), de la necesaria atención a los desplazados climáticos afectados por
los desastres del calentamiento global, y el espantamiento de poblaciones
creado por el terrorismo global. Las cuatro formas de movilización interestatal
de personas, son asuntos diferentes.
El
neopopulismo europeo alebrestado por el mal ejemplo de Donald Trump, busca
despertar pasiones: religiosas, nacionalistas, de superioridad étnica,
proteccionistas de mercados internos, etc., para mover las simpatías rápidas
por el líder que atiza esas pasiones, sin que tampoco tenga las soluciones
reales. Trump invocó en su posesión a Dios como guía y protector. Esto nos
coloca en un punto de confrontación de monoteísmos y despierta más pasiones y
emociones porque le da tintes teocráticos a lo que pueda decidir y se revive la
aversión por los impíos. A dónde puede llegar el orden mundial que siempre ha
anhelado la ONU con un presidente como Trump que no es estadista y altera las
pocas cosas que funcionan creyendo que su visión es la acertada sin conocer el
funcionamiento y los efectos de la geopolítica mundial.
A
los miembros de la Unión Europea también les llegó la hora de redefinir las
instituciones democráticas para que puedan satisfacer las necesidades de la
gente y se expanda la justicia social. Si en cada Estado se incumple o no se
proponen políticas públicas de bienestar extendido, sino se frenan los gastos
suntuarios y no controlan la corrupción
absorbiendo ésta el presupuesto de la nación, y sin modernizar las
instituciones, allí brotará alguna forma de populismo. Es la hora de parar el
desmonte progresivo del estado del bienestar.
La ONU y la Unión Europea deben acometer esta
tarea de conjunto. Estos lineamientos es conveniente que salgan de los
encuentros multilaterales y se impartan las instrucciones acompañados de la
banca mundial. Así mismo de cómo cumplir con los propósitos de la ONU en cuanto
a cooperación, desarrollo, incremento tecnológico y asistencia a los países del sur del mapamundi. La ONU
tiene que encontrar la forma adecuada para que al fin funcione el
multilateralismo de que se jacta, promover rápido una reforma desde la Asamblea
General, única manera de sofrenar el unilateralismo malsano. Y la Unión
Europea, también. Solo esos dos entes transnacionales lograran frenar la
vesania que se asoma de forma intimidante llevándonos a un desorden mundial
mayor.
El
neopopulismo de derecha ataca la globalización, llaman al proteccionismo. Esto
se explica así: el problema lo indican como extremo (la causa, exponen es la
globalización), y la solución es protegerse como la crisálida (la oruga o
gusano de la mariposa que se encapsula), que se encierra en sí misma para
desarrollarse y protegerse de los depredadores y agentes externos. El llamado
de los populistas de derecha al estilo Trump o Le Pen, es a proteger lo
nacional, pero este es un enfoque simplista porque la mundialización no es compatible con el aislamiento.
Indudablemente la globalización económica necesita ser moderada.
La
Democracia occidental necesita ser reorganizada en muchos de estos países. Es
muy difícil homogeneizar todas las democracias de Europa y América, por no
decir, imposible. Todas las piezas institucionales son disímiles y las reformas
constitucionales son graduales, dependen de las necesidades reales y de las fuerzas políticas representadas en los parlamentos;
así que esto exigiría unos cambios procelosos y tormentosos. Pero si se puede
ir avanzando en lo fundamental: Sacar a la Democracia de las garras del
neoliberalismo, de la voracidad de los empresarios, de los poderes ocultos
detrás de los mandatarios, de las castas económicas, para poder avanzar hacia
el verdadero estado social de derecho.
Un
caso contrario se da en España con el partido político PODEMOS de corte
populista de izquierda, surgió en el año 2014, después del 15-M del 2011, en la
plaza de la puerta del Sol con las largas acampadas. Su líder Pablo Iglesias
acepta el marco teórico de Ernesto Laclau y reconoce que es un asunto de pasión
por lo que se hace; reflexionando sobre el origen de PODEMOS, resaltó que se
trató de entender lo mejor posible las expresiones de inconformidad por los
malos manejos que se venían presentado de parte del Partido Popular y los
desmanes contra las instituciones
democráticas. Se recogieran las expresiones de inconformidad y las quejas de
los ciudadanos de a pie, se comprendió que reclamaban la normalidad y
aplicación del derecho dentro de la Democracia porque la alteraron. Rompieron
el equilibrio de poderes y los abusos contra las leyes cometidos por las mismas
élites producen estas distorsiones y el malestar general. Han irrespetado la
Constitución y allí hay un programa. Podemos lo está adelantando. Es decir el
cambio se puede hacer cumpliendo el orden jurídico que, transgrede las élites.
Por: Alberto Ramos Garbiras
| Abogado con especialización en Derecho Constitucional de la Universidad Libre Seccional Cali; Magíster
en Ciencia Política, Universidad Javeriana, PhD, Doctorado en Política
Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de
derecho internacional en la Universidad Libre y derecho constitucional en la
Universidad Santiago de Cali (USC) .