Hoy
la mentira se desembozó y es utilizada masivamente para convencer al grueso de
la población en las disputas electorales y alcanzar con ello el poder total.
Esto desfigura la Democracia, altera el discernimiento de los electores y va en
detrimento de las políticas públicas que las personas esperan se apliquen para
mejorar la sociedad. Las mentiras enrarecen el escenario político, distorsionan
la realidad y llevan a una competencia desleal: instrumentalizan al elector.
Así sucedió en EEUU e Inglaterra recientemente, las mentiras las volvieron
verdad en la mente de los desinformados.
Las
mentiras también las han utilizado para sostenerse en el poder los partidos
reconocidos como “serios”. Pero ahora sin recato alguno se utilizan
abiertamente para llegar al poder. Con las mentiras en la vida privada y lo
interpersonal se calumnia, difama, estafa, etc. Dentro del ámbito de la
política también sirve para competir de manera desleal, afectar el nombre del
contendor, y se ridiculiza al otro para hacerle perder prestancia y
credibilidad. Con mentiras, por ejemplo, disminuyeron el ascenso de Antanas
Mockus en la campaña del año 2010, iba ganando en las encuestas, pero lo
achicaron y volvieron indefenso: hasta ridiculizarlo. Tácticas del estratega
electoral J.J Rendón. Donald Trump, llegó al poder con una campaña plagada de
mentiras y calumniando a Hillary Clinton; en el Reino Unido, ante el Brexit se
tejieron mentiras. No sólo perdió el poder David Cameron, lograron hacer
retirar al Reino Unido de la Unión europea. En Colombia el plebiscito por la
Paz se convirtió en una campaña de mentiras distorsionando el contenido de los
acuerdos de Paz, con embustes hicieron enojar a la gente, despertaron la ira:
lo reconoció el mismo gerente de la campaña por el NO.
Las
mentiras, el engaño, antes tenían límites, pues los medios de comunicación eran
una barrera o un filtro: no se prestaban a su difusión, fácilmente. Por lo
tanto, los políticos electoreros se veían reducidos a utilizar el engaño
persona a persona, o en reuniones de grupos a los que tenían acceso para logar
los votos. Hoy, con las redes sociales (Facebook, Instagram, Twitter,
WhatsAap…), las mentiras se echan a circular y se diluye el responsable. La
circulación es incontenible, se multiplica, no hay censura, no aparecen los
responsables. Se distorsiona la verdad, y se difama al otro. Tanta mentira
repetida miles de veces crea una postverdad, que ante el receptor desprevenido
toma como verdad.
Con
las mentiras el debate de las ideas y
los programas de gobierno se debilitan porque la contundencia de una
mentira menoscaba un argumento serio que, para ser difundido necesita ser
explicado a profundidad. Las mentiras encapsuladas en frases ligeras penetran
la mente de los electores sin formación o sin tiempo para digerir los
argumentos de fondo.
Bulo,
dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española RAE, “noticia
falsa propalada con algún fin”. Esa cantidad de noticias que inundan las redes
sociales son las que han desinformado y desideologizado a la gente en las
últimas campañas cambiando la correlación de fuerzas y llegando al poder el
populismo de derecha en EEUU, con mentiras digitales, haciendo populismo
digital. Ganó el UPKIT en el Reino Unido. Ganaron en Hungría. Lo hizo
Berlusconi en Italia y ahora pretende hacerlo Beppe Gallo. Y están con ansiedad
de llegar en Francia, Austria, Holanda,
Italia. De otro lado, el populismo de izquierda también se ha beneficiado para
cuestionar y diezmar a los políticos corruptos en el poder, y para el
aparecimiento de nuevos partidos políticos.
Paradójicamente
las redes sociales que han permitido cambios políticos profundos y
transformaciones estatales (en Egipto, Tunez, Libia, España, Grecia…); con las
movilizaciones sociales por la facilidad para convocar las protestas locales y
globales, como la caída de Mubarack, Ben Ali, Gadaffi; también esas redes
sociales son las que facilitan la difusión de las mentiras y la pérdida de
control sobre la información.
Si
el periodismo es ejercido por muchos con profesionalidad (carrera
universitaria, aunque no se requiera el título); antes los periodistas
empíricos se asociaban y carnetizaban, o actuaban como free-lance, y buscaban
un medio de comunicación formal: emisora, canal, boletín institucional o
empresarial, etc. Ahora con el funcionamiento de las redes sociales y el auge
de lo digital, los periodistas fueron desbordados, cualquiera posa o funge de
periodista, suplantan periodistas, redactan, hacen videos; entonces la
información no tienen “fuentes confiables”, comprobables, y llevan a este
maremágnum que estamos viviendo.
Las
comunicaciones digitales están facilitando la difusión de convocatorias
populistas, la extensión del odio, el aceleramiento y expansión de las mentiras
y la manipulación en general. La crisis de los partidos políticos contribuye a
la aparición del populismo digital porque la gente no encuentra quien los
represente con responsabilidad. Entonces, el dilema hoy para los receptores de
noticias es discernir sobre lo que es verdad y la mentira. Lo que se difunde
por las redes sociales no tiene control, es manipulable, puede ser creado por
cualquiera que no es periodista; puede tener sentido y ser cierto, pero igual
puede ser inventado o infamante.
Si
los periódicos tradicionales, con fuentes “serias”, y con responsables de la
información, han sido y son utilizados para distorsionar; esos mismos
periódicos revelan parcialmente la noticia, la opacan y sesgan, imagínese la
distorsión en las redes sociales y los sesgos que se plantan. Así, las nuevas
tecnologías virtuales, digitales, han inundado de comunicados, mensajes, links,
memes, textos, a los portadores de teléfonos inteligentes(Smartphone),a los
poseedores de computadores, creando confusión, distorsión y expandiendo bulos.
Inclusive la comunicación virtual que se vuelve viral ha sobrepasado a la
comunicación tradicional que necesita empresas, jefes de prensa, salas de
redacción, edificios, costos administrativos, etc. Hoy con un computador y un
Smartphone, cualquiera se vuelve “periodista” y “director de cine”. Hoy se
llama postverdad al cúmulo de mentiras que se están agitando a través de todos
estos medios de comunicación virtuales, porque van más allá de la verdad y
crean un ámbito imaginario que altera la política como la veníamos conociendo.
La
participación política alternativa se está conduciendo por estos conductos, el
activismo político es digital; y las movilizaciones, reacciones y expresiones
de afecto o desafecto por los dirigentes políticos está siendo marcada por
estos medios paralelos de comunicación social. El populismo tiene allí un nicho
para desarrollarse, el populismo renacido y revestido en una de sus formas: el
neopopulismo.
Hay varios matices de populismo, niveles y
tonos que lo hacen impreciso y difuso para definirlo conceptualmente. Todos lo
usan para atraer y motivar adhesiones, porque se trata de mover a pueblo, de
atizar pasiones. El populismo no configura un sistema político sino que aparece
o brota dentro de un sistema político, usualmente la Democracia. El populismo no
conforma una teoría para sustentar su validez, pero si es una ideología que
penetra la mentalidad de los electores atraídos por nociones con información y
desinformación, lemas, consignas, etc , todo encaminado a criticar al régimen
político que pretende sustituir y elevar al rango de salvador al líder que
jalona el proyecto.
Las variadas formas del populismo impiden que
desaparezca hasta que exista un sistema político perfecto en su funcionamiento
institucional que, sea aceptado por toda la sociedad y tenga plena legitimidad.
La Democracia representativa debe ser revalorada para volverla más práctica. La
obstrucción o las dificultades que tienen los electores para activar los mecanismos de participación que les permita participar en
las decisiones trascendentales, los expulsan o conducen a la movilización
callejera, a la protesta, a la desobediencia civil; y otros caen en manos de
los populistas reales y digitales que les prometen lograr desde el poder lo que
se les viene negando o desconociendo. Por eso varios de los mecanismos de
participación democrática, deben ser
revisados. Queda claro que si la democracia funcionara a la perfección, si la gente se sintiera a gusto con los partidos políticos (si estos
cumplieran sus objetivos), el populismo burdo e hirsuto no prosperaría porque
los partidos también acuden al pueblo para obtener votos. El problema no es
convocar al pueblo (todos lo hacen). El problema es dejar avanzar a populistas
irresponsables que terminaran también dirigiendo mal las instituciones
estatales. Si la Democracia no se amplía con mecanismos de participación
efectivos y si no se administra bien la hacienda pública, dejando avanzar la
corrupción, siempre aparecerán fisuras, descontentos y surgirán propuestas que
lleven al populismo.
Por:
Alberto Ramos Garbiras.
Abogado
con especialización en Derecho Constitucional de la Universidad Libre Seccional Cali; Magíster
en Ciencia Política, Universidad Javeriana, PhD, Doctorado en Política
Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de
derecho internacional en la Universidad Libre y derecho constitucional en la
Universidad Santiago de Cali (USC).