Texto de Alberto Ramos Garbiras (*)
Con
alguna recurrencia se habla en Colombia de volver al orden territorial federal.
Nuevamente reaparecen los defensores del federalismo en la Costa Caribe, en
Antioquia, en Cundinamarca y en otros sitios. Victoria Camps, teórica española
de este tema nos dice que, “El Federalismo es una forma de organización
política consistente en establecer una alianza entre comunidades con el fin de
unir realidades diferentes. Es la mejor forma de integrar una pluralidad de
entes que quieren aliarse en beneficio del conjunto y de cada una de las
partes. Existen muchas definiciones de Federalismo, y todas se parecen. La
solución federal responde a la necesidad de los pueblos y comunidades diversas
de mantenerse juntos para conseguir un fin común al tiempo que se preserva la
identidad de cada uno de ellos. Es el proceso por el que un conjunto de pueblos
decide construir instituciones comunes para fortalecerse mutuamente”. (Camps,
2016)
La
Conquista y la Colonia, dos períodos de dominación con raíz monárquica, tenían
una impronta centralista. Veníamos de vivir la Monarquía impuesta durante 300
años, y este modo de producción es comparativamente centralista, pero en la
práctica nos dominaron por secciones debido a las extensiones territoriales,
quedando aislados, siendo conducidos alrededor de ciudades y fragmentos
territoriales gobernados desde la cúspide por un Virrey, con la Real Audiencia,
y hacia abajo, con Gobernadores, Corregidores, Alcaldes Mayores, Oidores,
Capitán General, Cabildos, y un listado
de funcionarios que menospreciaban a la población.
La
Conquista por haber sido una empresa de aventureros, de “adelantados”,
buscadores de riqueza, saqueadores, de arruinados ibéricos, convertidos en
mercenarios medioevales, su conducta conllevó a la sujeción forzada de la
población y a un manejo de las encomiendas por secciones. Durante La Colonia la
administración central-Monárquica, también tuvo dificultades para dirigir todo
desde un solo lugar, las mismas instituciones coloniales denotaban esa fragmentación
administrativa.
Ya
la experiencia federal la había vivido nuestro territorio en la pre-República (1811-1815),
pero no fue fructífera precisamente porque el Estado no estaba consolidado (no
estaba independizado), ocupado todavía por las tropas del Rey, la independencia
no se había producido totalmente, vivíamos los preámbulos de la independencia,
por lo tanto todas las autoridades federales surgidas, en medio de la
febrilidad, eran débiles, inconsistentes, sin cohesión, y el territorio aún
incomunicado sin carreteras, y sin medios de comunicación efectivos.
Tomás
Cipriano de Mosquera, como Gobernante del Cauca, se rebeló básicamente contra
dos leyes auspiciadas por el Presidente de la República, en 1859 le declaró la
guerra ´por Decreto desde Cali, al presidente Mariano Ospina Rodríguez,
reclamando autonomía federal (Mosquera, ya había sido presidente de Colombia
entre 1845 y 1849 cuando se denominaba nuestro país República de La Nueva
Granada), con su intemperancia y férrea actitud haca las conductas que
contrariaban su criterio decidió buscar alianzas con gobernadores de otras
regiones de la Confederación(entre ellos los gobernadores de los Estados de
Bolívar, Magdalena, Santander)y venció a Ospina Rodríguez, en julio de 1861.
Esta
guerra civil se conoce como la guerra de las soberanías porque se
realizó entre entes administrativos, entre burocracias regionales, entre
aparatos armados. Desde septiembre de 1860 el líder caucano había celebrado un
Pacto de Unión con Juan José Nieto, Gobernador del Estado de Bolívar,
concibiendo la construcción de un Estado Federal, Pacto que convirtió a Nieto
en presidente de la República durante casi 7 meses, mientras se definía el
proceso de transformación del país que produciría primero una reforma
Constitucional, la de Rionegro, antes de ello se firmó el Pacto de la Unión en
septiembre de 1861 y luego el Pacto Transitorio.
La
sombra de T.C. de Mosquera, el peso de su figura por lo que había protagonizado
durante la guerra de las soberanías, al vencer al régimen recalcitrante
de Ospina Rodríguez. Por el estilo impulsivo y personalidad arrolladora de
Mosquera, todos los constituyentes se fijaban en él, y su pensamiento
indudablemente quería estamparlo en las normas constitucionales. Así mismo la
experiencia Confederal y autoritaria de Ospina Rodríguez, calificado como
transgresor de las autonomías regionales de los Estados Confederados, sirvieron
de ejemplo para redactar una clase de normas como antídotos y otras para
moldear lo que habían vivido porque a partir de esa experiencia podían
columbrar lo que sería un Gobierno con un partido hegemónico.
T.
C de Mosquera, era una incógnita en ese momento, sabían que era ya un liberal
de avanzada, fue un militar durante la guerra de independencia, bolivariano no
claudicante (como López y Obando que si conspiraron contra Bolívar en 1829),
pero indescifrable su pensamiento frente a algunos temas, y con actitudes
inocultables de caudillo agrario. Lo más importante era qué clase de forma
territorial le darían al nuevo Estado, cuál sería el orden territorial a
implantar; estaban preconcibiendo el Federalismo, pero los debates serían intensos.
La experiencia con la Confederación les permitiría depurar las partes que no
funcionaron y construir un sistema más completo.
De
facto, por su triunfo en la guerra civil, T.C de Mosquera era visto con mayor
jerarquía quien, se reafirmó con la celebración de Pacto de la Unión, y en la
práctica revivió la división de los liberales entre Gólgotas y Draconianos,
siendo él un Draconiano. La prueba apodíctica de que su pensamiento había
llegado al culmen de una postura liberal radical es el mismo Pacto de la Unión
como ensamblaje constitucional cuando redactaron la condición de que no podría
ser reformado sino por una reunión de plenipotenciarios compuesta por delegados
de la totalidad de los Estados (es decir, una Constituyente). Y allí estampó
previamente que la forma territorial a adoptarse era el Federalismo para
distanciarse de la Confederación y calculando el funcionamiento de la soberanía
de cada Estado para fraccionar las soberanías territoriales, sin dejar de lado
la figura de un presidente nacional bajo la forma de un solo Estado-nación con
varios presidentes regionales.
En
las discusiones de la Convención fueron vencidos los que exponían y sustentaban
dejar supérstites algunas normas de la Constitución de 1858, pero las mayorías
querían definitivamente una Constitución Federal. Nadie dudaba que T.C. de Mosquera
sería el primer presidente de los EEUU de Colombia, pero hábilmente redujeron
el período a dos años. Según Carlos Restrepo Piedrahita, dos fundamentos
teóricos primaron en el seno de la Convención: 1). La primacía del poder
legislativo sobre el Ejecutivo, 2). La sujeción de las jerarquías religiosas al
poder el Estado.
Lázaro
Mejía Arango, quien estudio a fondo el federalismo dentro de este período
conocido como el Olimpo Radical, expresó que, “La asignación y la
distribución de competencias en materia de orden público, entre el nivel del
gobierno federal y el de los Estados soberanos, fue uno de los asuntos que con
mayor imperfección resolvió la Constitución de 1863. El principio de la no
intervención del gobierno de la Unión en las contiendas surgidas en los Estados
federales había sido acogido en el orden constitucional de 1858 y persistió con
mayor fuerza en el orden fundamental surgido en la Convención de Rionegro”. (Mejía
Arango, 2007)
Eduardo
Rodríguez Piñeres, en su libro sobre el Olimpo Radical dice que tres defectos
hubo en la Constitución de 1863. Primero, el ser prácticamente irreformable;
segundo, la exageración del sistema federal; tercero, la descentralización de
orden público.
Cita:
Camps Victoria. “Qué es
el Federalismo?”. Libro publicado por la editorial Catarata. Los libros de la
Catarata, calle Fuencarral-70, Madrid (España), año 2016.
Mejía Arango Lázaro. “Los
Radicales. Historia política del radicalismo del siglo XIX”. Libro publicado
por la Universidad Externado de Colombia. Editorial Kimpres Ltda. Bogotá, año
2007.
(*)
Abogado egresado de la Universidad Santiago de Cali (USC); especialización en
derecho constitucional, Universidad Libre; magister en ciencia política de la
Universidad Javeriana; Ph.D en Política Latinoamericana, Universidad Nacional
(UNED) de Madrid España. Ha sido profesor de las asignaturas: derecho
internacional, ciencia política, y derecho ambiental, Facultad de Derecho,
Universidad Libre (Seccional Cali).