Segunda parte
Texto de Alberto Ramos Garbiras (*)
La llamada conquista
de América se convirtió en una invasión porque el encuentro de poblaciones
entre los dos continentes, Europa y América, no se tradujo en intercambio de
culturas, aprendizaje botánico, conocimiento de lenguas, gastronomía, turismo o
estudios étnicos, no, se tradujo en vasallaje, exacción, saqueo, pillaje y
dominación por las tierras y el oro. Los españoles llegaron en 1492, en pocos
años despegó el Renacimiento en Europa. Los españoles llegaron en medio de los
pequeños reinos medievales, iniciaron la conquista de las Antillas expoliando a
los tahinos de la hoy República Dominicana; luego arrasaron en las islas de
Cuba, Jamaica, Puerto Rico y sus alrededores con otras comunidades de indígenas
sin freno o regulación; hasta que ascendió al trono el Monarca Absoluto Carlos
V.
Este Rey no detuvo
las masacres, solo intervino tardíamente impulsándolas leyes de Burgos después
que los curas doctrineros de la orden de los Dominicos, con Montesinos a la
cabeza y luego con Bartolomé de las Casas, promovieron las quejas y los debates
en la Universidad de Salamanca. Fue tanta la crueldad y las crueldades que
incitaron a la expedición de esas leyes admonitorias, más que sancionatorias,
para sofrenar el exterminio; debates donde participaron también Francisco de
Vitoria, Melchor Cano y Domingo de Soto. Empezaba el Renacimiento (1515), pero
los que a estas tierras llegaron permanecían en el oscurantismo, porque no
vinieron siendo letrados (con excepciones), la mayoría eran analfabetas, para
citar solo dos casos de famosas figuras: Francisco Pizarro y Sebastián de
Belalcázar. Quienes por su ignorancia desconocían las publicaciones que ya
circulaban por la imprenta en funcionamiento, o el estudio de las Bellas Artes.
Ni se enteraron de la proclama o protesta de Martín Lutero en 1517, que
solicitaba renovar las prácticas de la iglesia.
Inmenso número de
españoles continuaron realizando viajes a ultramar después de la tercera navegación
de Cristóbal Colón(1498), decían venir a evangelizar (traían curas doctrineros)
para extender el cristianismo, en medio de estos viajes, a los pocos años, se
conforma la Monarquía Universal Católica con la posesión de Carlos V en 1516,
pero la mentalidad de esos aventureros españoles seguía enfrascada en el
fanatismo de las cruzadas, y en las aventuras de los libros de caballerías como
la del autor Garci Rodríguez de Montalvo, o las producidas antes y después de
la titulada Amadís de Gaula. Además, los españoles fueron
invadidos por los moros desde el siglo VIII y solo en enero de 1492 lograron
expulsarlos después de la toma de Granada. Esta invasión de 7 siglos los había
fanatizado y radicalizado más en el aspecto religioso, con énfasis desde la regencia
de los reyes católicos de Castilla y Aragón, y luego el ascenso del Carlos I en
España y V en otros territorios.
“Así como los mahometanos creían que quienes cayesen en una guerra santa
contra los perros cristianos irían en el acto al cielo, así también los
cristianos ibéricos estaban convencidos de que Dios favorecería en especial a
quienes lucharan por el evangelio de Cristo. El impulso de la Fe y el
engrandecimiento de Portugal o España significaban a menudo una y la misma
cosa. Eso se daba por entendido; ni siquiera Dios ejecutaba milagros en el
vacío. Por lo tanto, el Papa en Roma, ofrecía indulgencias plenarias a quienes
perdiesen la vida en peligrosos viajes a África, la India o el Nuevo Mundo,
donde los soldados de la Cruz tenían aún que entablar muchas batallas y salvar
muchas almas (…) De tal manera, la religión se convirtió en una motivación
profundamente sentida, para los protestantes tanto como para los católicos, en
su impulso de expansión más allá de los mares” (Wrigth, 1972)
La mayoría de los
españoles que arribaron a América y los que penetraron a la tierra firme
(Panamá, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México, Perú, Ecuador, Colombia,
Venezuela), para mencionar solo Centro América y el norte de Suramérica;
asesinaron indígenas sin piedad, siendo católicos no practicaron los
mandamientos ni la caridad cristiana, con el pretexto de que eran barbaros
ateos. Sebastián de Belalcázar practicó el ataque con muertes masivas o
genocidios en Panamá, Nicaragua, Honduras, Perú y Ecuador, antes de llegar al
Valle del Cauca cuando tenía 56 años. Fue segundo al mando de militares
asesinos como Pedrarias Dávila, Hernández Córdoba y Francisco Pizarro, o sea
tenía de aprendizaje la escuela más cruel de arrasamiento. Entre Panamá y
Nicaragua, en diez años (1514 / 1524) asesinaron a más de 800.000 personas, con
las instrucciones de Pedrarias Dávila y Hernández Córdoba quienes fungían de
Gobernadores y Belalcázar de Capitán. Hicieron exacciones de más de un millón
de Castellanos, dinero de la época, y reportaron al Rey en mercedes o pagos
solo 3.000 castellanos, o sea defraudación al fisco Real.
Los españoles al
llegar a América trasplantaron el feudalismo, modo de producción con el que
convivían, pero como no trajeron campesinos a trabajar, ni labradores, peones,
siervos de la gleba para cultivar la tierra, o sea, no trajeron agricultores
para cultivar y cosechar; si venían campesinos como el mismo Belalcázar y miles
más, pero llegaban con el proyecto ambicioso de apoderarse de la tierra a
nombre del Rey, y a convertirse en encomenderos, por esta razón a los indígenas
que sobrevivieron a los genocidios (excepto los que se pudieron escapar), los
obligaron a trabajar la tierra, dedicarse a la búsqueda del oro y los obligaron
a ser cargueros de todo lo que necesitaban transportar: La esclavitud indígena.
Con el pretexto de convertirlos a la religión católica, sacarlos de la
impiedad, o aniquilarlos para la salvación eterna sino se sometían al trabajo
agrícola.
Belalcázar venía del
Ecuador, eliminando indígenas, almacenando oro, perlas y joyas; quemaban las
aldeas con casas de techo de paja, a los sobrevivientes los herraban para
tomarlos como esclavos; la metodología la explicó Fray Bartolomé de Las Casas y
la sinteticé en mi anterior columna titulada “Estatuas y falsos héroes”,
publicada en la Revista Sur. Antes de llegar al Valle venia de invadir la zona
de Timbío y sus alrededores, atacó a los Timbas con dos ejércitos, los
militares españoles y los indígenas reclutados para la guerra como felones;
primero llegaba una avanzada para aplacar a los indígenas. Bartolomé de Las
Casas dice que practicó guerras injustas, crueles, sangrientas y tiránicas.
Mataban a los hombres adultos, dejaban vivos a los jóvenes y a las mujeres para
esclavizarlas en la servidumbre de todo tipo. Según este cronista de quien
nadie duda que recopiló información con otros capellanes, “los indígenas en
gran parte de las ocasiones no se opusieron a la llegada de los españoles
“cristianos”, porque no sabían de sus intenciones y modo de obrar, pero, los
trataron peor que a las bestias, como estiércol de plaza. Todos han muerto sin
fe ni sacramento, ¿entonces dónde quedaba la evangelización? ”.
En la segunda
edición del libro “Brevísima relación
de la destrucción de las indias”, publicado con ajustes y ampliaciones en 1552,
un año después de la muerte de Belalcázar en Cartagena, en la parte final del libro, Bartolomé de Las Casas,
anexa una carta de 8 páginas donde un militar español que acompañó a Belalcázar
entre Cali y Cartago, menciona oros españoles que protagonizaron varios eventos
con él ese año de 1536, entre ellos, Miguel Muñoz, Alonso Sánchez Nuita, Pedro
Lobo, Morán, Pedro Solano, Antonio Redondo, Marco Márquez, Francisco Gaviria
Tobar, Martín de Aguirre y otros. Narra en esta carta las atrocidades
cometidas. Juan De Ampudia ya había llegado como avanzada al pueblo denominado
Palo, enviaba los indígenas Yanaconas adelante (los que les servían como
ejército colaboracionista), para ubicar las tribus y robarles la comida que los
indígenas tenían almacenada, quitarles el ganado de ovejas, estos Yanaconas
comían solo el corazón y los sesos de las ovejas. Ampudia fundó la villa de
Ampudia: cuatro comunidades había en las cercanías: Los Jamundí, Los Palo, los
Soliman y los Bolo.
Sobre la masacre de los Lilies se observa en
esta carta encontrada en una imprenta de Sevilla (España) que, después de
quitarles las cosechas guardadas, quemaron sus casas, les quitaron las tierras,
durante muchos días combatieron con ellos y apresaron a los sobrevivientes. Lo
mismo sucedió con la comunidad indígena de los Tolilicuy; Belalcázar les
solicitó oro, y les expedían una certificación o Cédula (redactada por un
amanuense porque Belalcázar no sabía escribir), luego el indio que no mostrara
la Cédula, era presa de los perros mastines que los destrozaban. Así, algunos
de los sobrevivientes huyeron a las montañas y quedó desolado el sitio. Otra
táctica de Belalcázar era poner a pelear o hacer enfrentar a los indios de las
montañas con los de la planicie (los de la montaña eran belicosos y algunos
antropófagos), como los Olomas y los Manipos, generando guerras Inter-tribales.
Narró el cronista arrepentido en esa carta que
durante el ataque de Jun de Ampudia y su ejército contra los indígenas Bitaco,
cayeron el primer día en un hoyo-trampa los españoles Antonio Redondo y Marco Márquez.
En retaliación los miembros de esa escuadra militar mataron a 100 indígenas ese
día, arrojándolos y enterrándolos en el hoyo-trampa y quemando sus casas.
Empezó la guerra y los demás fueron alanceados. Ampudia, su teniente, le contó
a Belalcázar la situación del entierro en el hoyo, dice el cronista que este le
contestó, “bien hecho, así lo hice en Riobamba” (Ecuador). Contra los de
Anserma, actúo apoyado del militar Francisco Gaviria Tobar.
El cronista Pedro Cieza de León, relata que no
todos los indígenas de la sierra (montañas de la cordillera occidental detrás
de Cali), eran antropófagos, sembraban las tierras y bajaban a recoger
maizales. Sobre los terrenos del Valle del Lilí describe acequias y quebradas.
Había naranjos, limas, limones, granados, platanales y cañaverales; piñas,
guabas, guanábanas, paltas, y uvillas; caimitos, ciruelas, melones, verduras y
legumbres de España, y sembraban trigo.
Bibliografía:
Cieza de León Pedro. “Crónica
del Perú el señorío de los Incas”. Obra
publicada inicialmente en 1553.
De las Casas
Bartolomé. “Brevísima relación de la destrucción de las indias”. Edición Sarpe, Madrid, España, 1985
Wrigth Louis B. “Los conquistadores de lo imposible”. Los
descubrimientos renacentistas. Titulo original en
inglés. “Gold, Glory and the Gospel”. Edición original Atheneum Publisher. 1972
(*) Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); PhD en Derecho
Público con énfasis en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid
(UNED- España); profesor de las cátedras: derechos humanos y derecho internacional,
en la Universidad Libre.