Buscar este blog

14 abr 2020

Ingobernabilidad Global


Por Alberto Ramos Garbiras (*)
La entrevista realizada a Luigi Ferrajoli (filósofo y jurista italiano), publicada en el diario El País de Madrid, redactada por el periodista Braulio García Jaen, el 27 de marzo, permite hacer varias anotaciones sobre la soberanía insensata, afloran varias reflexiones. Una constitución planetaria es difícil de expedir por los consensos que requiere. La misma Unión Europea (UE) no tiene una Constitución Europea, esta es la suma de los tratados de la unión lo que se considera rige el Derecho Comunitario supra pan-europeo de la UE, y cada país tiene o conserva la Constitución interna. Pero de la ONU hacen parte todos los 27 países de la UE (eran 28 pero salió el Reino Unido por el Brexit); entonces la carta de las Naciones Unidas (Carta de San Francisco, 1945, para 51 países fundadores), se ha considerado una constitución mundial, hoy son 193 los países miembros, y la gobernanza mundial es inexistente, a pesar que tiene un Parlamento Mundial (la Asamblea General), que solo se reúne una vez al año en sesiones ordinarias, por eso no funciona el multilateralismo y por eso no opera un orden mundial sino un desorden comenzando por la actitud errática del Presidente del país donde está la sede de la ONU.

Creo que a Ferrajoli le faltó precisar o no se percató que esa Constitución Planetaria que él reclama con sobrada razón, ya está pensada y en la práctica se despliega pero no se cumple; desde el año 2000 con los objetivos del milenio (2000/ 2015) una agenda mundial; prolongados con los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) 2015/2030, firmados en Paris 2015 en la cumbre COP 21, otra agenda mundial que abarca a los países miembros, o sea si de verdad esos objetivos se incluyeran en los planes de desarrollo de cada país miembro, y se sancionará a los que desacatan, esa es la Constitución Planetaria de la ONU, renovada o refrendada cada 15 años y el mundo cambiaria porque los agentes agresores de los recursos naturales disminuirían y se podrían enfrentar los problemas globales como el calentamiento global, el terrorismo global los crímenes globales y las pandemias. La Asamblea general debe ser convocada a sesiones extras con más frecuencia, y el Consejo de Seguridad de la ONU reformarlo con prontitud, de otra forma las decisiones multilaterales no se materializan, dejando en manos del unilateralismo norteamericano las decisiones básicas, o abiertas las confrontaciones entre las potencias que han llevado a esta ingobernabilidad mundial. Esas reformas deben ejecutarse en aras de salvaguardar los derechos esenciales: los derechos humanos, el medio ambiente, la salud planetaria y la seguridad.

El derecho internacional no opera y allí está la clave del problema, no hay justicia internacional, las arbitrariedades quedan sin castigo, por ejemplo, la invasión a Irak sin autorización de la ONU, los bombardeos de Israel a Gaza, etc.; el sistema universal de los derechos humanos funciona con debilidades que propician violaciones masivas, masacres, crímenes contra la humanidad; no hay un sistema de protección de los derechos colectivos y del medio ambiente, al no existir un Tribunal internacional ambiental, los desastres que ocasionan daños a los ríos, mares y al espacio aéreo saturado de combustibles fósiles, quedan impunes, las transnacionales sin sanción y los países pobres burlados. Como en muchos países atrasados no hay justicia interna (ese es el caso de Colombia y otros), sin operar la justicia corroída por los mismos magistrados entogados, ¿qué van a reclamar internacionalmente por los daños que hagan las multinacionales que están concesionadas para extraer los minerales, dañando páramos, bosques, flora, fauna y recursos hídricos. Necesitamos un modelo económico no extractivista. Tener oro ha sido nuestra condena desde la conquista oprimieron a las comunidades por la exacción, durante la Colonia y siguen en estas etapas Republicanas. El Oro, patrón y medidor mundial de las reservas y el valor del dinero.

La ONU constituida y marcha desde 1945 es la suma de tratados vinculantes y de las constituciones políticas de sus países miembros; desde hace 10 años con más asiduidad, a través de cumbres mundiales confecciona las agendas de gobernabilidad para tres quinquenios consecutivos, estas aprobaciones multilaterales son en sí una Constitución Planetaria. Pero reitero, la Asamblea General de la ONU debería ser el verdadero parlamento de la humanidad para protegernos. Una pandemia como la del Covid-19, en el fondo tiene que ver con varias transgresiones a normas sanitarias y con ensayos torvos para lograr la supremacía sobre los demás crean una catástrofe de dimensiones inconmensurables. Y si no fue un virus inoculado, entonces que la multilateralidad confluida en la ONU haga cumplir los ODS porque los daños a los recursos naturales por la irracionalidad de la economía capitalista tienen relación directa con el calentamiento global.

La soberanía insensata deviene de los reclamos por la soberanía absoluta, concepto revaluado por la globalización, no porque los países quieran apartarse para ser intocables en su economía, a la manera de la autarquía, sino porque el mercado mundial, las transacciones a través de los tratados, los intercambios necesarios de mercancías, los llevan a intercambiar. La soberanía se declina en aras de participar en todas estas actividades, pero las multinacionales penetran, se asientan en los estados y toman decisiones sin consultar a las cúpulas gubernamentales, transgrediendo sus estados de derecho sin que el derecho internacional privado lo impida. Esto sumado a la penetración con préstamos y monitoreo de la banca mundial, en la práctica codirigen o penetran las soberanías nacionales con injerencias extremas en los gobiernos que hacen parte de los organismos multilaterales.

La soberanía declinada o cedida termina siendo recortada, y es cedida para admitir decisiones de los organismos internacionales (ONU, OEA..), de otra forma como participarían o haría aprobar los decisiones de las cumbres mundiales, En medio de esta confusión y mezcla de declinaciones, los violadores de los derechos que son patrimonio de la humanidad, crean las alteraciones. Los derechos humanos tienen un sistema internacional bajo la sombrilla de la ONU, pero no es eficaz su protección porque la Corte Penal Internacional actúa tarde y tiene limitaciones para reemplazar la justicia penal de los países donde ocurren estas aberraciones. La soberanía compartida de la Unión Europea (UE) y las pujas o jaleos pretendiendo el respeto de las soberanías estatales individuales, hace que no se tenga una política efectiva de cooperación. En Europa el Coronavirus Covid-19 como una peste nueva, puede acabar de debilitar a la Unión Europea y hará replantear esos mecanismos paneuropeos con fronteras supuestamente integradas pero que no funciona la eurozona para el despliegue de la solidaridad

Luigi Ferrajoli dice, “Los problemas globales no están en las agendas nacionales. Pero de su solución depende la supervivencia de la humanidad”. Entonces, la solución se logra con el aporte, la conducta y el cumplimiento de todos. Ningún país individualmente considerado puede resolver todos los problemas; esta tarea le toca a la sociedad planetaria, la ONU, y la coadyuvancia de otras organizaciones multilaterales (la UE, el G-20, los países del BRIC, la OEA, UNASUR, etc.); pero la gobernanza planetaria no está operando sincronizadamente, no hay correlación de esfuerzos, ni reciprocidad de los estados que integran las membresías: los planes de acción no se cumplen. Y la burocracia internacional de la ONU, o de los demás organismos subcontinentales hacen nugatorio todos los esfuerzos. O sea, según Ferrajoli, “carencia de instituciones globales adecuadas…y en particular funciones e instituciones supranacionales de garantía de los derechos humanos y de la paz”.

 Para la muestra tres instituciones de la ONU, vitales pero incapaces de frenar los dramas: La OMS, la FAO, y la ACNUR: atienden, pero no resuelven los dramas permanentes: La salud, el hambre y el drama humanitario de los refugiados desperdigados por varios países, acosados por las guerras y los desastres del cambio climático. La Organización Mundial de la Salud (OMS), que tiene presencia con oficinas en todos los países que componen la ONU, ni siquiera logra armonizar las dependencias internas de los estados, dedicadas a la salud. Si los sistemas nacionales de salud (red hospitalaria), son débiles, la sumatoria de estos defectos hace que no opere el sistema mundial en salud del organismo multilateral.   En Colombia, la salud es un desastre, vaciada por la corrupción a través de las fachadas de la EPS. La clase política empecinada en el horadamiento de los dineros correspondientes a la salud, la dejó inservible. La FAO con sede en Roma y oficinas en todos los países no resuelve la epidemia del hambre y esa es su única misión. Y ACNUR no resuelve el principal problema el desplazamiento internacional de personas cercadas por muros de infamia para no dejarlos entrar.

El artículo de Leonardo Bolff titulado “Coronavirus: El perfecto desastre para el capitalismo del desastre”, es un amplio y novedoso análisis sobre la sociedad postpandemia respecto a la vigilancia de los ciudadanos. Muestra las alteraciones de la Democracia en virtud a los estados de excepción y la prolongación o conversión en leyes permanentes de las medidas que nacen dentro de la emergencia. Excelente artículo que plantea el necesario retorno a la solidaridad, la debacle del modelo capitalista y el replanteamiento de la relación con los recursos naturales.

Las medidas normativas tomadas dentro de los estados de excepción reemplazan a los congresos y a los parlamentos, si, transitoriamente, pero demuestran que el trabajo de la montonera no sirve para mucho, dilata la formación de la ley y encierra intereses de congresistas que lograron permear el interés general para inyectar el interés particular. Los decretos de emergencia parecen eficaces porque pueden ser expedidos en un día, pero es la voluntad de uno solo, el gobernante, debe ser firmado solo por este y sus ministros, pero pudo haber sido redactado por otro (un ghost  writer), los técnicos y profesionales asesores, y al final se diluye la verdadera autoría, pero reemplaza a la ley temporalmente, y como es usanza, al retornar la “normalidad”, podrá ser reconvertida a legislación permanente.

En el país la movilización queda truncada o impedida por la imposibilidad de hacer concentraciones ya que la primera medida es el distanciamiento social para no infectarse ni reproducir la infección; se obstruyeron las reuniones masivas por los límites que impone una cuarentena y las sanciones que acarrean los decretos del estado de emergencia social y ecológica, al reproducir la peste por acercamientos impropios. Si se recortan las movilizaciones se recorta la Democracia, pero se hace por salubridad, una prohibición comprensible. Esto imprime autoritarismo, concentración del poder, gobierna solo el presidente, se ralentiza la justicia y el Congreso medroso no sesiona: se declinan los controles. Y los movimientos sociales no pueden expresarse. Un virus pandémico así cambia la vida política y económica de un país. El Presidente queda acorralado ante la pandemia y la sociedad también. La vida nacional no venía ben, el sistema de salud estaba colapsado por el saqueo, el latrocinio de cierta clase política experta en robarse los hospitales y las EPS. Esta situación concreta y en otros países las insuficiencias para atender a la población desde el punto de vista de la salud integral, del suministro de alimentos, etc., propicia ofrecimientos en cascada para evitar la explosión social, entonces, aflora el populismo de muchos gobernantes para calmar los disturbios y evitar levantamientos populares.

Pero en los casos de catástrofe y peor una pandemia, con un enemigo invisible, el gobernante nacional debe tomar las riendas y evitar que cada alcalde o gobernante regional adelante iniciativas que pueden crear más confusión o generen más alarma En efecto, dentro de un estado de alarma o de emergencia, como estado de excepción, el presidente asume poderes extraordinarios y gobierna por decreto quedando en segundo lugar el parlamento. Pero el recorte de libertades o la disminución de los derechos humanos para manejar la crisis puede aletargar o adormecer a los veedores ciudadanos y entonces el régimen so pretexto de salvaguardar la salud pública puede extender los decretos para gobernar sin muchos controles.

La peste extendida de manera transfronteriza y el nacionalismo agudizado (cerrando fronteras), hacen que en busca de la salubridad se arrincone a los ciudadanos y en aplicación de la soberanía interior se encierre a todos. En tiempos de pandemia la oposición queda anulada y los controles de la Democracia se diluyen. El recorte de las libertades, derechos humanos restringidos, en aras de “salvar la salud”. Qué clase de guerra o combate libra cada país contra un virus que es un enemigo invisible, con cuales armas se lucha si los sistemas de salud fueron saqueados y los organismos internacionales no pueden extender las ayudas oportunas, comenzando por el material de bioseguridad y la aplicación de pruebas para detectar el mal. Y hasta los servicios funerarios no dan abasto, como en caso de Ecuador.

Para aclarar esta problemática sobre la multilateralidad (tomar decisiones múltiples para resolver asuntos colectivos), en el plano internacional, veamos el concepto de Ulrich Beck que aparece en el libro “La sociedad del riesgo global”, publicado la primera vez en 1999, como conjunto de ensayos académicos. “La sociedad del riesgo, pensada hasta sus últimas consecuencias, quiere decir sociedad del riesgo global. Pues su principio axial, sus retos, son los peligros producidos por la civilización que no pueden delimitarse socialmente ni en el espacio ni en el  tiempo (…) sus temas y perspectivas centrales tienen que ver con la incertidumbre fabricada dentro de nuestra civilización: Riesgo, peligro, efectos colaterales, asegurabilidad, individualización y globalización (…) En primer lugar, se convierte en una cuestión y en un problema por si misma: Los peligros globales establecen reciprocidades mundiales, y, en efecto, los contornos de una (potencial) esfera pública global empiezan a cobrar forma. En segundo lugar, la globalidad percibida de una civilización que se pone en peligro a si misma desencadena un impulso, moldeable políticamente, hacia el desarrollo de instituciones internacionales cooperativas”.

 (*) Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); PhD en Derecho Público con énfasis en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de derecho internacional en la Universidad Libre.