Por Alberto Ramos Garbiras (*)
La entrevista realizada a Luigi Ferrajoli
(filósofo y jurista italiano), publicada en el diario El País de Madrid,
redactada por el periodista Braulio García Jaen, el 27 de marzo, permite hacer
varias anotaciones sobre la soberanía insensata, afloran varias reflexiones.
Una constitución planetaria es difícil de expedir por los consensos que requiere.
La misma Unión Europea (UE) no tiene una Constitución Europea, esta es la suma
de los tratados de la unión lo que se considera rige el Derecho Comunitario supra
pan-europeo de la UE, y cada país tiene o conserva la Constitución interna.
Pero de la ONU hacen parte todos los 27 países de la UE (eran 28 pero salió el
Reino Unido por el Brexit); entonces la carta de las Naciones Unidas (Carta de
San Francisco, 1945, para 51 países fundadores), se ha considerado una
constitución mundial, hoy son 193 los países miembros, y la gobernanza mundial
es inexistente, a pesar que tiene un Parlamento Mundial (la Asamblea General),
que solo se reúne una vez al año en sesiones ordinarias, por eso no funciona el
multilateralismo y por eso no opera un orden mundial sino un desorden
comenzando por la actitud errática del Presidente del país donde está la sede
de la ONU.
Creo que a Ferrajoli le faltó precisar o no se
percató que esa Constitución Planetaria que él reclama con sobrada razón, ya
está pensada y en la práctica se despliega pero no se cumple; desde el año 2000
con los objetivos del milenio (2000/ 2015) una agenda mundial; prolongados con
los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) 2015/2030, firmados en Paris 2015
en la cumbre COP 21, otra agenda mundial que abarca a los países miembros, o
sea si de verdad esos objetivos se incluyeran en los planes de desarrollo de
cada país miembro, y se sancionará a los que desacatan, esa es la Constitución
Planetaria de la ONU, renovada o refrendada cada 15 años y el mundo cambiaria
porque los agentes agresores de los recursos naturales disminuirían y se
podrían enfrentar los problemas globales como el calentamiento global, el terrorismo
global los crímenes globales y las pandemias. La Asamblea general debe ser
convocada a sesiones extras con más frecuencia, y el Consejo de Seguridad de la
ONU reformarlo con prontitud, de otra forma las decisiones multilaterales no se
materializan, dejando en manos del unilateralismo norteamericano las decisiones
básicas, o abiertas las confrontaciones entre las potencias que han llevado a
esta ingobernabilidad mundial. Esas reformas deben ejecutarse en aras de
salvaguardar los derechos esenciales: los derechos humanos, el medio ambiente,
la salud planetaria y la seguridad.
El derecho internacional no opera y allí está
la clave del problema, no hay justicia internacional, las arbitrariedades
quedan sin castigo, por ejemplo, la invasión a Irak sin autorización de la ONU,
los bombardeos de Israel a Gaza, etc.; el sistema universal de los derechos
humanos funciona con debilidades que propician violaciones masivas, masacres,
crímenes contra la humanidad; no hay un sistema de protección de los derechos
colectivos y del medio ambiente, al no existir un Tribunal internacional
ambiental, los desastres que ocasionan daños a los ríos, mares y al espacio
aéreo saturado de combustibles fósiles, quedan impunes, las transnacionales sin
sanción y los países pobres burlados. Como en muchos países atrasados no hay
justicia interna (ese es el caso de Colombia y otros), sin operar la justicia
corroída por los mismos magistrados entogados, ¿qué van a reclamar
internacionalmente por los daños que hagan las multinacionales que están
concesionadas para extraer los minerales, dañando páramos, bosques, flora,
fauna y recursos hídricos. Necesitamos un modelo económico no extractivista.
Tener oro ha sido nuestra condena desde la conquista oprimieron a las
comunidades por la exacción, durante la Colonia y siguen en estas etapas
Republicanas. El Oro, patrón y medidor mundial de las reservas y el valor del
dinero.
La ONU constituida y marcha desde 1945 es la
suma de tratados vinculantes y de las constituciones políticas de sus países
miembros; desde hace 10 años con más asiduidad, a través de cumbres mundiales
confecciona las agendas de gobernabilidad para tres quinquenios consecutivos,
estas aprobaciones multilaterales son en sí una Constitución Planetaria. Pero
reitero, la Asamblea General de la ONU debería ser el verdadero parlamento de
la humanidad para protegernos. Una pandemia como la del Covid-19, en el fondo
tiene que ver con varias transgresiones a normas sanitarias y con ensayos
torvos para lograr la supremacía sobre los demás crean una catástrofe de
dimensiones inconmensurables. Y si no fue un virus inoculado, entonces que la
multilateralidad confluida en la ONU haga cumplir los ODS porque los daños a
los recursos naturales por la irracionalidad de la economía capitalista tienen
relación directa con el calentamiento global.
La soberanía insensata deviene de los reclamos
por la soberanía absoluta, concepto revaluado por la globalización, no porque
los países quieran apartarse para ser intocables en su economía, a la manera de
la autarquía, sino porque el mercado mundial, las transacciones a través de los
tratados, los intercambios necesarios de mercancías, los llevan a intercambiar.
La soberanía se declina en aras de participar en todas estas actividades, pero
las multinacionales penetran, se asientan en los estados y toman decisiones sin
consultar a las cúpulas gubernamentales, transgrediendo sus estados de derecho
sin que el derecho internacional privado lo impida. Esto sumado a la
penetración con préstamos y monitoreo de la banca mundial, en la práctica
codirigen o penetran las soberanías nacionales con injerencias extremas en los
gobiernos que hacen parte de los organismos multilaterales.
La soberanía declinada o cedida termina siendo
recortada, y es cedida para admitir decisiones de los organismos
internacionales (ONU, OEA..), de otra forma como participarían o haría aprobar
los decisiones de las cumbres mundiales, En medio de esta confusión y mezcla de
declinaciones, los violadores de los derechos que son patrimonio de la
humanidad, crean las alteraciones. Los derechos humanos tienen un sistema
internacional bajo la sombrilla de la ONU, pero no es eficaz su protección
porque la Corte Penal Internacional actúa tarde y tiene limitaciones para
reemplazar la justicia penal de los países donde ocurren estas aberraciones. La
soberanía compartida de la Unión Europea (UE) y las pujas o jaleos pretendiendo
el respeto de las soberanías estatales individuales, hace que no se tenga una
política efectiva de cooperación. En Europa el Coronavirus Covid-19 como una
peste nueva, puede acabar de debilitar a la Unión Europea y hará replantear
esos mecanismos paneuropeos con fronteras supuestamente integradas pero que no
funciona la eurozona para el despliegue de la solidaridad
Luigi Ferrajoli dice, “Los problemas globales
no están en las agendas nacionales. Pero de su solución depende la
supervivencia de la humanidad”. Entonces, la solución se logra con el aporte,
la conducta y el cumplimiento de todos. Ningún país individualmente considerado
puede resolver todos los problemas; esta tarea le toca a la sociedad
planetaria, la ONU, y la coadyuvancia de otras organizaciones multilaterales
(la UE, el G-20, los países del BRIC, la OEA, UNASUR, etc.); pero la gobernanza
planetaria no está operando sincronizadamente, no hay correlación de esfuerzos,
ni reciprocidad de los estados que integran las membresías: los planes de
acción no se cumplen. Y la burocracia internacional de la ONU, o de los demás
organismos subcontinentales hacen nugatorio todos los esfuerzos. O sea, según
Ferrajoli, “carencia de instituciones globales adecuadas…y en particular
funciones e instituciones supranacionales de garantía de los derechos humanos y
de la paz”.
Para la
muestra tres instituciones de la ONU, vitales pero incapaces de frenar los
dramas: La OMS, la FAO, y la ACNUR: atienden, pero no resuelven los dramas
permanentes: La salud, el hambre y el drama humanitario de los refugiados
desperdigados por varios países, acosados por las guerras y los desastres del
cambio climático. La Organización Mundial de la Salud (OMS), que tiene
presencia con oficinas en todos los países que componen la ONU, ni siquiera
logra armonizar las dependencias internas de los estados, dedicadas a la salud.
Si los sistemas nacionales de salud (red hospitalaria), son débiles, la
sumatoria de estos defectos hace que no opere el sistema mundial en salud del
organismo multilateral. En Colombia, la
salud es un desastre, vaciada por la corrupción a través de las fachadas de la
EPS. La clase política empecinada en el horadamiento de los dineros
correspondientes a la salud, la dejó inservible. La FAO con sede en Roma y
oficinas en todos los países no resuelve la epidemia del hambre y esa es su
única misión. Y ACNUR no resuelve el principal problema el desplazamiento
internacional de personas cercadas por muros de infamia para no dejarlos
entrar.
El artículo de Leonardo Bolff titulado “Coronavirus: El perfecto desastre para el
capitalismo del desastre”, es un amplio y novedoso análisis sobre la
sociedad postpandemia respecto a la vigilancia de los ciudadanos. Muestra las
alteraciones de la Democracia en virtud a los estados de excepción y la
prolongación o conversión en leyes permanentes de las medidas que nacen dentro
de la emergencia. Excelente artículo que plantea el necesario retorno a la
solidaridad, la debacle del modelo capitalista y el replanteamiento de la
relación con los recursos naturales.
Las medidas normativas tomadas dentro de los
estados de excepción reemplazan a los congresos y a los parlamentos, si,
transitoriamente, pero demuestran que el trabajo de la montonera no sirve para
mucho, dilata la formación de la ley y encierra intereses de congresistas que
lograron permear el interés general para inyectar el interés particular. Los
decretos de emergencia parecen eficaces porque pueden ser expedidos en un día,
pero es la voluntad de uno solo, el gobernante, debe ser firmado solo por este y
sus ministros, pero pudo haber sido redactado por otro (un ghost writer), los técnicos y profesionales
asesores, y al final se diluye la verdadera autoría, pero reemplaza a la ley
temporalmente, y como es usanza, al retornar la “normalidad”, podrá ser reconvertida
a legislación permanente.
En el país la movilización queda truncada o
impedida por la imposibilidad de hacer concentraciones ya que la primera medida
es el distanciamiento social para no infectarse ni reproducir la infección; se
obstruyeron las reuniones masivas por los límites que impone una cuarentena y
las sanciones que acarrean los decretos del estado de emergencia social y
ecológica, al reproducir la peste por acercamientos impropios. Si se recortan
las movilizaciones se recorta la Democracia, pero se hace por salubridad, una
prohibición comprensible. Esto imprime autoritarismo, concentración del poder,
gobierna solo el presidente, se ralentiza la justicia y el Congreso medroso no
sesiona: se declinan los controles. Y los movimientos sociales no pueden
expresarse. Un virus pandémico así cambia la vida política y económica de un
país. El Presidente queda acorralado ante la pandemia y la sociedad también. La
vida nacional no venía ben, el sistema de salud estaba colapsado por el saqueo,
el latrocinio de cierta clase política experta en robarse los hospitales y las
EPS. Esta situación concreta y en otros países las insuficiencias para atender
a la población desde el punto de vista de la salud integral, del suministro de
alimentos, etc., propicia ofrecimientos en cascada para evitar la explosión
social, entonces, aflora el populismo de muchos gobernantes para calmar los
disturbios y evitar levantamientos populares.
Pero en los casos de catástrofe y peor una
pandemia, con un enemigo invisible, el gobernante nacional debe tomar las
riendas y evitar que cada alcalde o gobernante regional adelante iniciativas
que pueden crear más confusión o generen más alarma En efecto, dentro de un
estado de alarma o de emergencia, como estado de excepción, el presidente asume
poderes extraordinarios y gobierna por decreto quedando en segundo lugar el
parlamento. Pero el recorte de libertades o la disminución de los derechos
humanos para manejar la crisis puede aletargar o adormecer a los veedores
ciudadanos y entonces el régimen so pretexto de salvaguardar la salud pública
puede extender los decretos para gobernar sin muchos controles.
La peste extendida de manera transfronteriza y
el nacionalismo agudizado (cerrando fronteras), hacen que en busca de la
salubridad se arrincone a los ciudadanos y en aplicación de la soberanía
interior se encierre a todos. En tiempos de pandemia la oposición queda anulada
y los controles de la Democracia se diluyen. El recorte de las libertades,
derechos humanos restringidos, en aras de “salvar la salud”. Qué clase de
guerra o combate libra cada país contra un virus que es un enemigo invisible,
con cuales armas se lucha si los sistemas de salud fueron saqueados y los
organismos internacionales no pueden extender las ayudas oportunas, comenzando
por el material de bioseguridad y la aplicación de pruebas para detectar el
mal. Y hasta los servicios funerarios no dan abasto, como en caso de Ecuador.
Para aclarar esta problemática sobre la
multilateralidad (tomar decisiones múltiples para resolver asuntos colectivos),
en el plano internacional, veamos el concepto de Ulrich Beck que aparece en el
libro “La sociedad del riesgo global”, publicado la primera vez en 1999, como
conjunto de ensayos académicos. “La
sociedad del riesgo, pensada hasta sus últimas consecuencias, quiere decir
sociedad del riesgo global. Pues su principio axial, sus retos, son los
peligros producidos por la civilización que no pueden delimitarse socialmente
ni en el espacio ni en el tiempo (…) sus
temas y perspectivas centrales tienen que ver con la incertidumbre fabricada
dentro de nuestra civilización: Riesgo, peligro, efectos colaterales,
asegurabilidad, individualización y globalización (…) En primer lugar, se
convierte en una cuestión y en un problema por si misma: Los peligros globales
establecen reciprocidades mundiales, y, en efecto, los contornos de una (potencial)
esfera pública global empiezan a cobrar forma. En segundo lugar, la globalidad
percibida de una civilización que se pone en peligro a si misma desencadena un
impulso, moldeable políticamente, hacia el desarrollo de instituciones
internacionales cooperativas”.
(*)
Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); PhD en Derecho Público
con énfasis en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED-
España); profesor de derecho internacional en la Universidad Libre.