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4 mar 2019

¡Las encrucijadas de los bicicleteros!


Resultado de imagen para bicicletas rarasLa bicicleta es uno de esos inventos maravillosos, que se perfeccionó durante cincuenta y siete años a partir de mil ochocientos dieciséis, acogiendo al alemán Karl Dreis como su inventor (aunque algunos le atribuyen la paternidad al modelo del francés Mede de Sivrac de mil setecientos noventa y uno), prototipo a partir del cual Macmillan, Thomson, Michaux y Starley, lo perfeccionaron hasta llegar a la bici que conocemos, es decir, que el caballito de hierro ya cumplió más de dos siglos de existencia.

Los estudiosos afirman que la dinámica y biomecánica de la bicicleta combinan la inercia, la fuerza, la aceleración, la acción, la reacción, los frenados, la potencia, así como las energías cinéticas de traslación y rotación, que permiten que cada cual logre mejores rendimientos, convirtiéndola en una extraordinaria máquina que no solo contribuye al bienestar físico y mental de los bicicleteros, sino que, además de ser el medio más económico y democrático de transporte que permite hacer realidad el derecho a circular libremente, no contamina, pues por el contrario los alveolos pulmonares son filtros retenedores de las partículas que emiten los automóviles.

Pues bien, atendiendo que al Cesar lo que le pertenece, debemos decir desde nuestra perspectiva ambiental que la única ejecutoria destacable del alcalde Armitage es la implementación de casi treinta kilómetros iniciales (que pretenden llegar hasta ciento noventa) de ciclorrutas durante el año pasado, después de una larga lucha en la que hemos participado logrando en el dos mil ocho la prosperidad de una acción de cumplimiento mediante la cual el Tribunal Administrativo ordenó al médico Ospina siendo alcalde, expedir el Plan de Movilidad Sostenible incorporándole el Plan Maestro de Ciclorrutas, un propósito trancado por Metro Cali, bajo el argumento de que condiciones expeditas para la circulación de las bicicletas en esta celeste geografía, bajaría una parvada grande de pasajeros de los buses articulados evidenciando la crisis del sistema.

Sin embargo, al desplazarme desde el sur hasta el centro en mi caballito de hierro hacia mi oficina, enorme preocupación me ha generado que en dichas ejecutorias el metalúrgico alcalde esté violando en Código de Tránsito, toda vez que, en los trayectos de la calle quinta, las señaléticas indican “carril compartido” que transgrede las definiciones legales de ciclovía destinada ocasionalmente al tránsito de bicicletas y peatones, o ciclorruta para el tránsito de bicis en forma exclusiva, marco normativo que no permite la ambigüedad de compartir con motocicletas o carros a la que induce la misma administración municipal, colocando en riesgo la vida de los bicicleteros, lo cual nos lleva a recoger el viejo adagio que indica que las cosas bien hechas son las que perduran, por ello acudiremos en acción constitucional para que se respeten la ley y la supervivencia de quienes levitamos en dos ruedas.

La ley diez ochenta y tres sobre planes de movilidad sostenible, cuyo cumplimiento sacamos avante en el tribunal hace once años, ordena darle prelación a la movilización en modos alternativos de transporte, esto es, el desplazamiento peatonal, la bicicleta y los sistemas de transporte público que funcionen con combustibles limpios, por tanto, articular la red peatonal y de ciclorrutas con la estructura urbana de ordenamiento territorial, reorganizando las rutas de transporte público y tráfico que permitan bajar los niveles de contaminación, creando zonas sin tráfico vehicular a las cuales solo puedan acceder los bicicleteros y los peatones.

Como dice “La bicicleta blanca”, ese mágico tango que escribió en el año setenta Horacio Ferrer y musicalizó Astor Piazzolla: “Lo viste. Seguro que vos también, alguna vez, lo viste: te hablo de ese eterno ciclista solo, tan solo, que repecha las calles por la noche… Flaco, no te quedes triste, todo no fue inútil, no pierdas la fe … en un cometa con pedales ¡dale que dale! Yo sé que has de volver…”, a la carga!

Cali, a los cuatro días de marzo de dos mil diecinueve.

Columnista invitado | Armando Palau Aldana