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8 oct 2018

Disidentes en el liberalismo


Desde el año 2010 me retiré del Partido Liberal para ingresar al naciente Partido Verde, cuando observé y constaté que la Unidad Nacional Santista era una reedición descafeinada del Frente Nacional y la continuidad de la fusión del bipartidismo que ayudaba a crecer el presidencialismo excesivo alrededor de figuras que decían haberse retirado de los partidos tradicionales, pero se aglutinaban alrededor  los nuevos elegidos; en el momento de mi retiro Santos todavía no se había desmarcado del exresidente Uribe, era su elegido, lo expliqué en un programa de televisión regional titulado “La Quinta Silla”.

 En mi libro “Derechos humanos y democracia” (ISBN958-8119-59-6), expuse que la crisis del Partido Liberal en Colombia tiene ribetes muy serios porque existe un agrietamiento en su composición, en su funcionamiento y está en vilo su vigencia. No tienen organicidad y las jerarquías que establecen no orientan a la colectividad, o no son acatadas. Solo recordemos cuando Horacio Serpa después de agosto de 1998 asumió la jefatura después del triunfo de Pastrana Arango, Serpa anunció una oposición patriótica, se produjo un reacomodo de la bancada liberal que le hizo perder al liberalismo las mesas directivas del Congreso. Álvaro Uribe, de origen liberal llegó al poder en el año 2002, se apartó del liberalismo y gobernó con los conservadores y con formaciones políticas de camuflaje, donde los jefes liberales departamentales se incrustaron. Desde el Gobierno de López Michelsen (1974/ 1978) el liberalismo se federalizó, funciona como 32 partidos liberales con un jefe mínimo (muchas veces, dos) en cada Departamento, hasta el año 1991 hubo intendencias y comisarías.

El otro problema grave estribó en este comportamiento: Los últimos 5 presidentes liberales (López Michelsen, Turbay, Barco, Gaviria y Samper), no asumieron la jefatura del Partido Liberal, dejando expósito al partido que los llevó al poder, sin un desarrollo programático, sin insertar la filosofía del partido y las propuestas a la práctica gubernamental, todo por cogobernar con el partido que derrotaban. Y sobre todo por una norma constitucional absurda que prohíbe a los altos funcionarios participar en actividades políticas. Es decir, la norma desmantela la organicidad de los partidos y remite a los jefes a la clandestinidad, aunque todos los funcionarios públicos continúan haciendo política de manera subrepticia. Al no asumir el Presidente de la República la jefatura del partido éste aparentemente queda acéfalo, así el Presidente dirija todos los intersticios de la vida pública. Esa ambivalencia no existe en otros países, ello permite el sostenimiento del poder por sucesión electoral, si se sabe gobernar, o las caídas electorales si se registran abusos de autoridad. Felipe González se mantuvo en el poder español durante 14 años, siendo el Presidente del Gobierno y el Secretario o jefe del partido socialista PSOE. Clinton como Presidente de los EEUU aspiró a ser reelegido, e hizo campaña desde la Casa Blanca, sosteniendo a su partido Demócrata en el poder. Así se puede ilustrar con modelos y funcionamiento de otros países donde quien llega a la jefatura del Estado o del Gobierno, ya sea en un sistema parlamentario o en un sistema presidencialista, no se oculta de su partido o disimula que no puede hacer política.

En estas circunstancias el Partido Liberal habiendo gobernado casi 20 años consecutivos (con la excepción del gobierno de Belisario Betancourt), no hizo ningún gobierno de partido al verse acosado y acostumbrado al fantasma frentenacionalista, entregó los ministerios y muchos entes significativos del Estado. La única excepción la intento Virgilio Barco, pero fue atarzanado y presionado por el otro partido, queriendo ser gobiernistas a la fuerza. Se impidió durante esos 20 años que el Partido Liberal recobrara su identidad y perdió definitivamente los linderos ideológicos que se empezaron a diluir durante el periodo de alternación bipartidista (1958-1974). La connivencia y el convivialismo con el Partido Conservador lo colocaron en contravía de su razón histórica: al gobernar sin oposición, se desdibujó más.

La desbandada de liberales, liderados por Juan Fernando Cristo, que presentaron recientemente su renuncia a la militancia dentro del Partido Liberal dirigido por César Gaviria, no significa que abandonen las ideas, los principios y el imaginario del liberalismo clásico, al contrario se retiran para fundar, según ellos, otro partido con el imaginario liberal “puro”, para reunificar liberales dispersos en partidos de fachada que surgieron desde el año 2003, o para aglutinarse con el Nuevo Liberalismo (fundado por Luis Carlos Galán), si se le devuelve la personería jurídica.

 Ante el desperfilamiento del partido Liberal durante las pasadas elecciones y por la conducta del expresidente Gaviria que, amordazó esa organización sin pronunciamientos sobre temas cruciales y por realizar una adhesión en la segunda vuelta sin acuerdo programático para buscar burocracia ministerial y cuotas administrativas nacionales, a la vieja usanza desde los comienzos del Frente Nacional, encontrándose con el cierre de esos espacios por parte del Centro Democrático que tiene otro proyecto, no de convivialismo con los rezagos del bipartidismo, sino de construcción de un partido hegemónico.

La división del Partido Liberal y del Partido de la U que estamos presenciando, son producto de la conducta sinuosa y entreguista de cabezas visibles en ambas formaciones políticas que andan medrando porciones de poder dentro del gobierno de Iván Duque porque no les otorgaron nada visible; y no se percatan que el Centro Democrático(CD) tiene un proyecto de largo alcance para evolucionar hacia un partido hegemónico como lo fue el Partido Nacional de Rafael Núñez, creado con disidentes liberales radicales y conservadores históricos que, organizaron la llamada Regeneración; o como el caso del PRI en México que duró 70 años en el poder ganando las elecciones a partidos minoritarios; con ese enfoque el CD entonces dispondrá del poder central para ellos; de otro lado estará toreando a los independientes que los deja con cuotas menores regionales y enfrentando la oposición.

Por Alberto Ramos Garbiras: Magíster en Ciencia Política Universidad Javeriana; PhD, Doctorado en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de derecho internacional en la Universidad Libre.