La simpatía por un gobernante dura hasta
que su prestigio se conserve, al detectarse un acto de corrupción y un rumor
pasa a convertirse en investigación judicial, con indicios y pruebas creíbles,
el prestigio se desmorona. Así sucedió
en marzo 2016 con el Presidente Lulla Da Silva, cuando se conoció la trama en
PETROBRAS la gente comenzó a rechazarlo y las protestas sociales no se hicieron
esperar. Al parecer la decisión de la gobernante en funciones Dilma Rousseff al
nombrarlo Ministro de la presidencia era darle rango especial para adquirir un
fuero y protegerlo de la investigación
abocada por el Juez de Paraná, Sergio Moro, para que el caso de Lulla pasara a
competencia del Supremo Tribunal Federal, sin las tensiones que tenía en ese
momento. En las manifestaciones la gente indignada portaban pancartas con
máscaras de Lulla y frases como Forazumbi, clamaban la no posesión y el inicio
del impeachment o juicio político, contra la señora Rousseff. La participación
en las manifestaciones del otro Juez,
Itagiba Catta Preta, trajo malestares por la posición radical o no neutral y
objetiva. Pero mucha gente lo vitoreo.
Las razones que condujeron a la gente para
salir a las calles nuevamente fueron el desgobierno que palparon, factores de
corrupción y la recesión económica profundizada: la gente conoció datos sobre
el maquillamiento presidencial de los informes financieros de la economía
brasilera durante el 2015. Indudablemente las protestas callejeras influyeron
en el ánimo de jueces y diputados sobre el impulso al juicio político o
impeachment. La acusación contra la Presidenta Rousseff versa sobre la
manipulación de las cuentas públicas, traslado de dineros para otros gastos
estatales a fin de beneficiarse con más votos durante la campaña presidencial
del año 2014.
La señora Dilma perdió un aliado de
coalición en la cámara de diputados, el PD que la acompañó hasta principios de
abril 2016. Y el vicepresidente Michell Temer rápidamente empezó a conspirar
contra ella. Temer, miembro del Partido Movimiento Democrático Brasileño,
preparó con antelación un discurso de asunción donde le hacía guiños a la
derecha y a la izquierda. Y coqueteos con gobernantes municipales de todo el
país sugiriendo condonaciones de deudas territoriales. La Cámara de los
diputados aprobó el juicio que pasó al Senado con 81 miembros, si la mitad más
uno aprobaba su remoción quedaría defenestrada.
Las manifestaciones y protestas se
presentan de ambos lados con impulsores de la salida de la Presidenta Rousseff
y con simpatizantes, más bases de apoyo que ven la gestión social iniciada
desde el Gobierno de Lulla como benéfica y no la consideran corrupta por los
traslados presupuestales.
El proceso ante el Senado que destituyó a
Dilma Rousseff, pero no la inhabilitó políticamente, estuvo acompañado de
marchas populares saltuarias a su favor, protestando por lo que denominaron un
golpe de Estado parlamentario, maquillado de juicio político para apartarla del
poder. Dilma Rousseff no fue acusada de un delito concreto, su juicio se inició
por, “utilizar créditos suplementarios sin aval del Congreso y usar dineros de
bancos federales para cerrar las cuentas fiscales”. Sus opositores no dejaron
citar a nuevas elecciones que habrían dado un manto de legitimidad a la
sucesión presidencial montada a horcajadas.
Integrantes de varios movimientos sociales
beneficiados con los subsidios estatales, realizaron las protestas
multitudinarias con sus seguidores y los receptores de programas sociales
asistencialistas durante casi 14 años de los cuatro gobiernos del Partido de
los Trabajadores (PT), durante las presidencias de Lulla y Dilma. Ahora vendrán
recortes a esos programas, reducción de proyectos económicos, frenos al gasto
público, disminución al tiempo de las jubilaciones (la carga es muy alta, en
Brasil la edad de jubilación está en 54 años y con Michel Temer se establecerá
a los 65 años), habrá menos inversión al programa de alimentación y bajas en los
pagos de la seguridad social.
Pero también hubo marchas multitudinarias
y protestas a favor del cambio o relevo gubernamental, críticas contra los
partidos políticos que están incursos casi todos en la financiación de sus
campañas con dineros de la empresa estatal Petrobras , incluidos varios
miembros del PMDB, partido político de Michel Temer, nuevo Presidente en
propiedad. El propio Temer está acusado por Marcelo Odebrecht que, lo sindica
de haber solicitado 3 millones de dólares para “financiar” al PMDB. Estuvo
también implicado en el año 2009 en otro delito por lavado de dinero, operaciones
que hizo en la llamada trama del Castelo de Areia. Y el impulsor del juicio
político, Eduardo Cunha, expresidente de la Cámara, también del PMDB es
investigado por corrupción en 7 procesos. Se colige que se trató de una puja
para apoderarse del aparato del Estado y encubrirse. Otros 35 parlamentarios de
ése partido están implicados en el escándalo del Lava Jato.
La destitución con 61 votos que hizo el
Senado de la presidenta elegida, contra 20 a favor, permite una lectura
contraria a la realidad institucional aplicada, así: Una persona elegida por 54
millones de ciudadanos es apartada del Gobierno por 61 senadores. Bajo la
teoría constitucional de la representación y delegación es entendible. Pero si
el juicio es manipulado y el procedimiento viciado, la voluntad popular queda
truncada porque no se seguirá aplicando el programa por el cual votaron ya que
variará la política pública de asistencia social y se implantaran las privatizaciones
y los recortes.
A la presidenta defenestrada le queda
aún la instancia judicial ante el Tribunal Supremo para agotar la debida
defensa. Al pueblo elector y simpatizante le queda la vía de las protestas como
expresión de inconformidad. Tampoco se puede medir el número de manifestantes
que han salido y saldrán con el número de los apoyos o respaldos reales que
tiene porque todos los inconformes no pueden salir a las calles por variadas
razones. Aquí también se puede aplicar la teoría de la representación. El
Presidente Temer no goza de popularidad amplia, prueba de ello es que al final
de los juegos olímpicos en Río, se abstuvo de ir a la clausura porque sabía que
la rechifla sería ecoica: inmensa.
Es un mal signo que un partido de
izquierda como el PT, primero en la historia de Brasil en llegar al poder, haya
perdido la presidencia en un juicio o impeachment parecido al que se adelantó
contra Collor de Mello, y dejar en evidencia conductas ilícitas de algunos
miembros del partido que perjudicaron la rectitud de sus dos presidentes (Lulla
y Dilma); la gestión de ambos fue benéfica para casi 40 millones de pobres,
prueba de ello es: el respaldo popular aún continua. Lulla supo llevar a cabo
programas sociales que tímidamente habían iniciado presidentes del centro
moderado como Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso.
Por| Alberto Ramos Garbiras. Abogado con especialización en Derecho
Constitucional de la Universidad Libre
Seccional Cali; Magíster en Ciencia Política Universidad Javeriana, PhD,
Doctorado en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED-
España); profesor de derecho internacional en la Universidad Libre.