Una
película producida en parte por la Universidad Autónoma de Occidente y un grupo
de cineastas esforzados como Gerylee Polanco Uribe, Óscar Ruiz Navia, Paulo de
Carvalho ,coproducción entre Contravía Films, Bárbara Films, y Autentika Films de Alemania, y los mismos
realizadores Lozano y Osorio. Una buena alianza o holding de producción. Es
significativo para el cine colombiano hecho por vallecaucanos que una
universidad de la región incursione en la producción, sobre todo porque allí se
están formando comunicadores y cineastas digitales que seguramente aportaran
obras de valor al cine futuro, para resaltar más los aportes de vallecaucanos en el cine colombiano, hasta
ahora no reseñados con precisión, pero existentes saltuariamente, y con un
trabajo serio, como lo vamos a demostrar en un proyecto editorial del que
participan Umberto Valverde, José Urbano y otros.
Siembra
es una película sobre el desplazamiento y el desarraigo como consecuencia de
esa violencia que sufren los campesinos y otros sectores sociales al ser
arrojados y arrancados de la tierra para buscar refugio en las ciudades donde
no saben defenderse y quedan expuestos por su indefensión a la discriminación y al maltrato.
El film nos muestra una familia desplazada que habita en el asentamiento Brisas
del Bosque y su relación con el barrio
Mojica de Cali. Hay que destacar la nutrida banda sonora, no solo por los
canticos del pacífico, también la música en los bares y la música callejera que
acompaña las incursiones de Yosner con el baile callejero krump y la música
rap.
Diego
Balanta como actor natural desempeña bien el papel de un afrodescendiente
desplazado, pero no existe una contextualización completa que lo muestre en
relación con los otros desplazados del sector, sin interacción con los demás en
la búsqueda de soluciones. El guion no tiene secuencias que lo muestren
con otros habitantes del entorno
habitacional.
Ese aislamiento al que reducen al protagonista hace perder la
descripción del problema diluyéndose en
el duelo familiar. La vida de los desplazados y sus angustias no queda
estampada en la película sino de manera fragmentaria. El desplazamiento hacia
Cali lo redujo a una casa rústica de madera, guadua bahareque y zinc: en un
asentamiento subnormal. Desde lo individual se muestra el modo de vida al que
queda confinado pero el problema del desplazamiento, el más grave de la
sociedad colombiana por la vulneración múltiple de derechos humanos sobre las
víctimas, no está tratado en la película para desglosar y resaltar el fenómeno. Por la vía
comparativa, la película ganadora del Oscar a mejor film extranjero, El Hijo de
Saúl, ubica al protagonista en un campo
de concentración o de exterminio Nazi, y plano tras plano va mostrando la
actividad infernal en ese campo de exterminio. En Siembra se desaprovecha la
zona poblacional de Mojica y los desplazados para resaltar el modus vivendi.
Los
directores Santiago Lozano y Ángela Osorio esbozan la angustia económica de El
Turco a través de las llamadas telefónicas, los lamentos y el intento de recuperación de un predio perdido,
pero queda en el aire el conocimiento de su raíz económica y cultural. Con otro
ejemplo comparativo miremos al
protagonista de la película “13 minutos para matar a Hitler” del
director Oliver Hirschbiegel, él ubica al carpintero Elser(Christian
Friedel),desde el comienzo en la acción, noviembre de 1939, para perfeccionar
el atentado con dinamita en la cervecería y por una mala coincidencia es
retenido y capturado. La película no se reduce al interrogatorio, las torturas,
y la investigación militar. Cada escena
durante el interrogatorio está acompañada de flashback para ilustrarle al
espectador la vida de Georg Elser. Y así discurre la película, a la vez con
esos recuerdos se muestra el crecimiento del nacionalsocialismo y el ascenso de
Hitler domeñando la población antes de iniciar la guerra. En Siembra faltó al
menos un flashback que ubicara al Turco en su tierra plantada de cocos y como
pescador y mostrar la vida que llevaba, la que añora desde su nuevo hábitat
como desplazado. Esa ilustración no hubiera elevado los costos de producción en
mayor proporción; no colocan al protagonista en tiempo pasado para mostrarlo en
su predio, por esta razón la película lo descontextualiza al no ubicarlo en su
entorno antes de ser desplazado y al aislarlo por el duelo ante la muerte de su
hijo Yosner (José Luis Preciado) duelo que, recorre casi todo el metraje. La película
se proyecta toda en tiempo presente por ello quedó muy plana y lineal.
El
asesinato de su hijo Yosner lo lleva al duelo que le quita aún más tiempo y
energías y los directores nos muestran el rito afrodescendientes del velorio.
La iglesia cobra demasiado para poder ejercer su catolicidad a plenitud:
$500.000, solo, o $400.000 con otro, y $300.000 con misa pero triple entierro,
perdiendo la privacidad. El acierto del guion está aquí: El Turco decide
construir el ataúd, renuncia a la misa católica por falta de recursos, deja el
cadáver mientras deambula por la ciudad impertérrito, desconsolado; y con los
vecinos elabora una ceremonia informal, ritual y afín a su cultura afro. Esas escenas del velorio y
el entierro si están marcadas por la valoración que hacen del personaje que en
medio del dolor es recursivo para realizar el entierro, con cánticos y música
del pacífico, aprovechando al actor de Timbiquí y su participación reiterada en
los festivales del Petronio Álvarez.
Otras
dos películas recientes tratan con detenimiento el duelo por la pérdida de un
hijo, la cultura religiosa al que pertenecen y las trabas para realizar el rito
en medio del duelo. El soborno del cielo de Lisandro Duque y El hijo de Saúl
del húngaro Lászlo Nemes. Reitero, es un acierto de la película Siembra haber
abordado esta temática porque la gente sea de la cultura diversa de donde
provenga tiene unas convicciones religiosas que están ligadas a la formación,
la moral y al derecho natural sobre lo que debe ser lo justo. Y el rito
apropiado hace parte del duelo. En El soborno del cielo el director descodifica
las imposiciones de la iglesia que, se equivoca y choca con los sentimientos de
los dolientes. Un cura dogmático que no deja tranquilo al cadáver ordenando su
traslado por el suicidio pecaminoso. En El Hijo de Saúl el drama es mayor, un
padre húngaro de origen judío, Saúl Auslander (Geza Rohrig), esclavizado por el
tercer Reich a la manera de “colaboracionista “en el campo de concentración de
Auschwitz, ve como su hijo también será cremado, entonces emprende una intensa
actividad y doloroso trasegar con el cadáver para que un rabino realice la
sepultura con las oraciones del judaísmo, su religión.
El
film se rodó en blanco y negro como El abrazo de la serpiente, renunciando el
color se perdió la luminosidad de Cali, imágenes y registró que pudo haber sido
mayor para mostrarnos con planos grabados en exteriores unas zonas y calles de
la urbe que otras películas no habían captado. Otra falencia de la película se
observa en la edición con muchos primeros planos innecesarios. Y con planos muy
largos sin cortar a tiempo, tan largos que no le aportan nada a la narración.
La dinámica del montaje o edición exige cortar en el momento oportuno y
empalmar el otro plano que dé continuidad. Estos son los pro y los contra en la
opera prima de estos dos directores adscritos a la Universidad Autónoma de
occidente.
Por| Alberto Ramos Garbiras: Politólogo de la
Universidad Javeriana; se desempeñó como crítico de cine del periódico El País
durante 10 años; autor del libro Textos de cine; Codirector de la Revista de
Cine Trailer; realizó estudios de historia del cine en Suecia y edición en
España, becado por FOCINE.