Colombia
está de plácemes con la noticia de la preselección de esta película, con otras
cuatro, dentro de la categoría mejor película extranjera, para el Oscar de la
Academia. El director de cine Ciro Guerra y su equipo de producción han
elaborado una película enmarcable en el
género etno-cultural : es un largometraje argumental que tiene revestimiento de
documental. Podría verse como un road
movie acuático por esa travesía en canoas que les permita ir de un lugar a
otro. Filmada en blanco y negro nos retrotrae a la época de los caucheros que
explotaron inmisericordemente varias zonas del amazonas y agredieron a las
comunidades indígenas sin ninguna consideración, hasta marcándoles la espalda
generando cicatrices imborrables como si fueran semovientes. Al mismo tiempo es
una película con un alto componente ambiental que nos muestra exuberantes
paisajes, ríos caudalosos, selvas inmensas, bosques, plantas desconocidas, la
biodiversidad más sorprendente, y hace énfasis en el cuidado de la riqueza
ictiológica. El esplendor de los paisajes y captación de la naturaleza nos
recuerda las imágenes de la magnífica
película Apapóris del cineasta Antonio Dorado.
A diferencia de “Colombia, Magia Salvaje” que
se deleita con los paisajes y tiene un tono comercial promocional, como un
divertimiento, escogiendo paisajes hermosos y ocultando la mayoría de los
daños; esta película, “El abrazo de la serpiente”, es una cátedra no
pormenorizada sobre las comunidades indígenas del Vaupés y Guainía, y su
relación con el hábitat, formas, usos y costumbres. Aparecen en el decurso de
la narración: chamanes, indígenas, sacerdotes, locos delirantes como el
brasilero que se cree la encarnación del mesías, y al final, parroquianos que
habitan en la frontera con el Perú. Ciro Guerra logró mostrarnos lo que a
novela La Vorágine había descrito desde la segunda década del siglo XX. Podemos
aludir a Fizcarraldo o a Aguirre la Ira de Dios, dos películas extranjeras
sobre excesos contra las comunidades indígenas, para extractar algunos elementos
comparativos, pero no se trata de armar un mosaico fílmico sobre situaciones
semejantes. Otro valor de esta película nominada a un Oscar es este: como
largometraje argumental llega hasta donde se puede narrar una realidad pasada,
si fuera cine estrictamente real sería un documental.
El comportamiento de los nativos con la
naturaleza es una consigna, un método, una conducta que por convicción exigen a
los extraños o terceros, deben acatar. Nos
da a conocer las reglas de conducta en la selva, las practicas
medicinales desde la botánica y homeopatía curativa. El consumo del mambe (la
coca), se hace con naturalidad; las tradiciones ancestrales se van viendo
gradualmente; la búsqueda de la planta Yakruna es una excusa para hacernos el
recorrido completo por varios parajes; y la relación con el entorno
aprovechando las propiedades y potencialidades de las plantas. La película está
escrita basándose en la historia de un científico alemán, el Dr. Teodor Koch
Grunbuerg, de sus anotaciones en los diarios y de la investigación étnica y
botánica que realizó en el Amazonas. Grunbuerg interpretado por el belga Jan Bijvoet, hace el papel del etnólogo que
registró sus observaciones en diarios de viaje, luego publicados en Alemania,
una selección de anotaciones bajo el género de la crónica. Libro que permite tener un acercamiento al
Vaupés de principios del siglo XX.
La
historia está contada en dos tiempos. 1) el viaje de Grunbuerg, acompañado de
Karamakate joven interpretado por Nibio Torres de la etnia cubeo. Luego aparece
el otro científico que visitó la zona, el biólogo Richard Evan Schultes
(Brionne Davies), hace el recorrido con el mismo acompañante, el indígena
Karamakate, ya en la tercera edad, interpretado por un indígena Ocaina, Antonio
Bolívar. El montaje o edición aparentemente se hace en paralelo, pero son dos
tiempos distintos ligados por el mismo guía que orienta a los dos científicos y
les enseña la región y lo ancestral, a la vez
aprende de sus profesiones y se retroalimenta de la información. Los
recorridos con ambos cronistas permiten armar la narración exhibiendo los
estragos de la cauchería y otras explotaciones. El espectador desprevenido en
cualquier momento puede pensar que los científicos se van encontrar en
cualquier recodo o meandro del río, si el espectador en su asiento del
multiplex se descuida y no capta el estilo de la edición con la que fue
empalmada la película.
La
película “El abrazo de la Serpiente”, que ha logrado distinciones en Cannes,
Lima, La India, Mar del Plata y otros 8 festivales, también tiene un tono
antropológico al visibilizar a varias comunidades indígenas, así sea
tangencialmente, para hacer reflexionar sobre una sociedad supuestamente
pluricultural que desconoce sus 84 comunidades indígenas, unas ignotas, otras
más conocidas pero no estudiadas y otras arrinconadas en sus zonas de
resguardo. Y sin mencionarlo, otras afectadas por grandes megaproyectos que han
inundado sus territorios contaminado sus espacios vitales. Una sociedad que
desconoce las lenguas de esas etnias, Colombia no tiene un Instituto de lenguas
indígenas supérstites, y aún la mitad de los 47 millones de habitantes habla
mal el español y escribe peor. Y los que escribían aceptable el Twitter les
está dañando la redacción.
Hay
una escena compuesta de varias secuencias sobre la evangelización, el
establecimiento de una Misión de un sacerdote Capuchino, un español que azota a
los menores para extirparles el demonio y cree que es la solución para que no
se pierdan en el paganismo. Nos hace recordar la película La Misión
protagonizada por Robert de Niro y Jeremy Irons, gira en el Paraguay pero es
aplicable a toda América latina, describe las actividades de los jesuitas y la
tensas relaciones con lo encomenderos españoles que despojaban y evangelizaban.
Esta
película que se apoya en las ciencias sociales y en las ciencias naturales
permite abrir un debate serio sobre la evolución del cine colombiano y su
conexión con el pasado, la realidad social y todo lo que está por contarse para
reconstruir nuestra historia. Tenemos de los años 80 y 90s varias comedias;
películas sobre la violencia de los años 50s, cine sobre narcotráfico y mafias; sobre
los actores de la guerra interna; temas judiciales; cine intimista,
mucho cine comercial. Faltaba el cine ambiental con narración de historias
reales que nos pongan a pensar y actuar sobre la protección de los ecosistemas en riesgo. Los
mismos medios de comunicación, la academia, los columnistas y la crítica de
cine, se ven obligados ahora a evaluar este tipo de cine que los directores no
habían abordado. Han sido los críticos extranjeros y los jurados de festivales
internacionales quienes se han fijado en la importancia temática de películas
ambientales con anclaje real, como La Tierra y la Sombra y El Abrazo de la Serpiente.
Por: Alberto Ramos Garbiras
Nota: el autor de este artículo fue
columnista de cine del periódico El País durante 10 años; realizó estudios de
historia del cine en Suecia (1982) y edición cinematográfica en España (1983),
becado por FOCINE.