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6 mar 2014

El Postconflicto

Al pactarse la paz con un grupo guerrillero se espera una etapa de calma y sosiego porque es el fin de la guerra, si, pero solo con una guerrilla y no con las otras guerrillas, entonces se requiere al menos otro  proceso de paz por separado. La paz imperfecta es una paz parcial porque este conflicto es complejo y múltiple.

La violencia urbana no se acabara porque la paz no se firma con organizaciones criminales con las cuales no se puede interlocutar. Por esa razón, ni con los paramilitares, las Bacrim, las mafias y otros actores armados desideologizados han sido llamados a este proceso de paz, ni podrá hacerse.

De esta manera la etapa del postconflicto no será idílica ni calmada. En las grandes ciudades seguirá aplicándose la Ley de seguridad ciudadana que, además es insuficiente. El caos extendido que impide  la convivencia ciudadana no disminuirá porque la guerrilla de las FARC no lo produce, está guerrilla afecta sectores rurales y a cientos de poblados pequeños. La violencia urbana tiene que ver con la delincuencia común dispersa, múltiples pandillas, bandas, de delincuentes comunes atomizados, vendettas entre minicarteles, hurtos famélicos y de rebusque, y esto seguirá a causa de la prohibición de la producción de cocaína.

Hay que trabajar por el postconflicto pero no ilusionarse con él. Solo habrá paz total cuando se logre el estado del bienestar o al menos el reconocimiento de los derechos sociales, culturales y económicos; cuando funcionen bien los derechos humanos y sean respetados y cuando no se vulneren los derechos colectivos. Es decir cuando opere la carta de derechos que está establecida en la Constitución. Hasta ahora el Estado social de derecho ha sido un enunciado constitucional, pero el cumplimiento recortado, por las políticas públicas de los gobierno neoliberales.

Los cincuenta años de duración de la guerra interna con las FARC están marcados por múltiples violencias dentro de la sociedad que no tienen que ver con la violencia política, pero que su solución, si encarnaría una decisión política o voluntad política que no han expresado los presidentes sucesivos porque no han hecho reformas de fondo para disminuir al menos las inequidades sociales. Paralelamente Colombia ha vivido varias infraguerras dentro de la guerra: la guerra de los esmeralderos, la de los marimberos, la de los mafiosos de la coca, la guerra paramilitar insuflada por los terratenientes y los dueños de enclaves económicos, la disputa por la minería del oro, etc. Y en las ciudades múltiples formas de violencia desatadas por los que no tienen como sobrevivir con dignidad o por los que teniendo como hacerlo, deciden acumular más y seguir adelante con las ilicitudes. Esto aumenta el cuadro del orden y la violencia del que hablaba Daniel Pecaut, sin que aún se tomen decisiones de raíz como debatir con seriedad la legalización de las hierbas que matan, no por su naturaleza biológica sino por su prohibición que les daña la calidad y acelera la búsqueda del enriquecimiento.

Por: Alberto Ramos Garbiras
 Profesor de ciencia política, Universidad Libre.