El año 2013 pese a
todos los anuncios para mejorar la seguridad en la ciudad de Cali no disminuyó
el número de muertes violentas. Ocurrió lo contrario, se agravó la situación.
El asesinato de más de 1970 personas dejó demostrado que no se consolidó
ninguna política pública para manejar la ciudad en este sentido, fracasaron los
planes presentados. En dos años del Gobierno de Rodrigo Guerrero han matado en
las calles a más de 3.800 personas, sin contar a los que han sobrevivido en los
andenes y el asfalto y mueren días después en la cama.
La crisis social que
azota a Colombia se refleja en Cali con mayor violencia por ser una ciudad
ubicada en un sitio clave para actores armados, por los corredores hacia el
pacífico y hacia las cordilleras occidental y central, en cuanto facilita el
contrabando, el narcotráfico y las actividades delincuenciales, en cuanto a los
escapes, huidas y repliegue se refiere. Cali es además, una ciudad que atrae a
los migrantes desempleados y a los desplazados por la violencia, desatendidos y
excluidos. Y Cali es eje de actividades del narcotráfico. También es
atractiva por la pujanza industrial, por la geografía plana de los municipios
vecinos y por el fácil acceso a esta capital. La prohibición de la cocaína es
la causa principal de gran parte de la violencia.
En Cali esa violencia
urbana extendida disminuye la calidad de vida porque las personas reducen los
espacios donde se mueven, no pueden gozar los espacios públicos de la ciudad
con tranquilidad. Y parte de las potenciales víctimas, todos los que poseen
bienes, se enferman por el pánico y la tensión diaria ante el eventual ataque
súbito. Por la inseguridad urbana aumenta el enrejamiento de casas y
apartamentos, y los más solventes tienen que acudir a la compra de inmuebles en
unidades residenciales cerradas, aislándose de otras zonas de la ciudad y
gravando la economía familiar. Después de las 8 de la noche el 90% de la
población se encierra en sus residencias, quedando la ciudad como cárcel. Por
la inseguridad urbana crece el ejército de vigilantes de seguridad privada con
una gama de uniformes que parecen ejércitos de varios países desfilando en moto
por la ciudad: ejércitos decorativos e inservibles. Su papel disuasivo, no
efectivo, es conocido por los delincuentes armados y activos.
Lamentablemente según
el informe ‘Global Barden of Armed Violence’, presentado en Ginebra, Suiza,
Cali pasó a registrarse como la cuarta ciudad más violenta del mundo, tiene una
tasa de homicidios altísima por cada 100.000 habitantes. Las armas de fuego son
el mayor generador de esta violencia.
Angélica Durán,
candidata a doctora en ciencia política en la Brown University ha expuesto que,
“El nexo entre pandillas y crimen organizado debe ser una preocupación esencial
de política pública, pero es preciso entender y desagregar las múltiples formas
como esa conexión tiene lugar, y dejar de pensar que eliminar pandillas es
sinónimo de eliminar violencia. Es crucial evitar que las pandillas
consoliden sus lazos con el crimen organizado para que la violencia no se vea
exacerbada”.
Por: Alberto Ramos Garbiras.
Profesor de ciencia política,
Universidad Libre.