En Colombia la
alternancia en el poder ha sido
bipartidista, en épocas con períodos hegemónicos, y en otras de obligatorio
período de intercambio en el poder (el
Frente Nacional), en otras consensuada, y en otras camuflada con fachada de
terceras fuerzas(Belisario, Andrés Pastrana, Uribe): el bipartidismo ha copado
el poder y excluido a las terceras fuerzas.
El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán truncó la
inclusión de sectores populares al poder porque el populismo gaitanista era de
participación real que a la manera de los
otros populismos latinoamericanos de la época, aspiraba a darle paso a
los sectores populares en algunas instancias del poder y a realizar reformas de
inclusión social. Luego el bipartidismo conectado con las élites oligárquicas
alentó la confrontación sangrienta, así se desgarraron las bases campesinas que
estaban ideologizadas y fueron utilizadas hasta que la dirigencia liberal y
conservadora se reacomodó en la cúpula del poder bajo la estructura del Frente
Nacional.
Las terceras
fuerzas que surgieron en la década de los años 60s fueron achicadas o
desvertebradas. El MRL, el Frente Unido y la ANAPO. El copamiento del poder
por liberales y conservadores, la
exclusión de los demás durante los primeros años de ésa década insufló la
formación de las guerrillas revolucionarias no partidistas, diferentes a los
actores armados de la década de los años 50s.
Una tercería es un movimiento político que se
forma por fuera de las estructuras de los partidos tradicionales y que brinda
opciones a los independientes, a los grupos de izquierda, a los movimientos sociales y a los votantes de
opinión, para confluir con una candidatura que atraiga a los excluidos. Una
tercería bien organizada con una coalición programática puede aprovechar la
división de los partidos de derecha para ascender al poder central.
La protesta
social y la desobediencia civil son expresiones que se dan dentro de una
verdadera Democracia sin ser reprimidas, porque sirven para corregir los
defectos de la Democracia(los abusos de un
mal Gobierno), pero si es reprimida o prohibida (como en Ucrania
recientemente), puede ocasionar un daño al desviar a los que protestan hacia el
uso de las armas, o enlistarse en una organización subversiva. El acallamiento
de la protesta no corrige lo que sucede al interior del Gobierno, y la
corrupción continúa.
Una tercería se
conforma con el propósito de transformar lo que está ocurriendo en un país que
ha vivido largos períodos de dictadura o de hegemonía bipartidista o de
monopartidismo donde se registran escasos gobiernos de otro partido por breves
periodos, pero que, no satisface los anhelos de las mayorías. Las tercerías no
necesariamente se programan con años de anticipación, nacen de la coyuntura
política o electoral de emergencia, y los años anteriores de represión o de
nulas reformas sirven de almácigo, de abono para que las terceras fuerzas que
han estado por fuera del poder decidan aprovechar la oportunidad y aglutinarse
para triunfar ante la crisis de los partidos que si han compartido el poder
pero que ya se han desgastado.
En Colombia la
izquierda no se ha unido para vencer a la derecha porque las fracciones y el
divisionismo lo ha impedido. Las ramificaciones de las ideologías los han
separado para alcanzar el poder, prestándole un favor a la derecha. Una
tercería triunfadora tiene que nuclear a todos los grupos marginados del poder
bajo un programa de gobierno que recoja las propuestas no practicadas en las
políticas públicas de los gobiernos excluyentes. Y debe armarse ese programa
con los temas más acuciantes del momento, en el caso colombiano. La cuestión
agraria, salud, la educación, la seguridad, el empleo y la vivienda.
La juventud
como nuevos votantes de la última elección y los que arriban a la mayoría de
edad en esta jornada electoral, ellos que no se sienten representados por esos
partidos coaligados alrededor de los nombres de los viejos partidos enclavados
en la Unidad Nacional, están mirando y buscando orientación: A esa población
una tercería compuesta por terceras fuerzas minoritarias les serviría una
propuesta programática con sus aspiraciones , también puede atraer a los indignados
y a la población del disperso
precariado social.
Natalia
Springer en una de sus columnas recientes expuso. “Nuestra ‘tercería’, como
toda la nación, carece de liderazgo real, de sentido de urgencia y una visión
de país: una tercería en un momento como el que vive Colombia no puede
obsesionarse con la unidad ideológica, mucho menos retrasarse en la mezquindad
de los ungimientos. Se trata de proponerle al país una fórmula para superar la
inestabilidad política y social y para conjurar la inocultable crisis por la
que atraviesa el proceso de paz”.
Por: Alberto Ramos Garbiras.
Profesor de Ciencia política, Universidad Libre.