Ofrecerle a una
guerrilla que haga política con votos, curules y accedan a los cargos públicos
es una forma de solucionar la guerra interna. La participación política en la
vida democrática se abre para que aparezca otro partido político y concursen en
las elecciones quedando a disposición del electorado. Si tienen simpatías
lograran ascenso en las zonas de influencia, si el desprestigio es máximo no
escalaran a otras curules por fuera de la especial y transitoria. Negarse a la
apertura de los espacios políticos es obturar parte de la solución negociada.
Lamentablemente
todos los grupos humanos han acudido a la guerra para solucionar sus conflictos
y diferencias, así lo demuestra la historia como ciencia social. Los períodos
de relativa paz en el planeta tierra fueron pocos, siempre ha habido un conflicto en alguna parte. Y cuando fueron
intensas las guerras se solucionaron o venciendo a los enemigos o pactando con ellos.
Un ringlero de
confrontaciones bélicas incontables desde los enfrentamientos de la comunidad
primitiva; pasando por las guerras de la antigüedad hasta llegar a la
omnipotencia del imperio romano doblegando a gran parte de Europa;
posteriormente las inenarrables guerras medioevales entre señoríos feudales;
luego las guerras de los reyes absolutos, vinieron las revoluciones burguesas
contra la monarquía, y dentro de las
repúblicas democráticas siguieron los enfrentamientos como guerras
civiles, guerras internacionales entre dos países, guerras mundiales, guerras
de baja intensidad dentro de la guerra fría, guerra contra el terrorismo; y el
armamentismo continua con la fabricación de armas nucleares hasta tener estados
nucleares para amenazar a otros. Como lo expresa Arthur Kaufmann, “actualmente
domina la concepción de que solo una guerra defensiva es permitida y no una
guerra de agresión”. El problema estriba en que la mayoría argumenta que su
empuñamiento de las armas es defensivo.
Todos han hecho
política a través de la guerra, unos para quitarles territorio a los otros,
para solucionar diferendos, también por causas religiosas, para detentar el
poder, etc., y los promotores argumentan que se trata de una guerra justa. El
binomio guerra y política es indisoluble. Y la relación guerra y derecho
siempre se presenta: van a la guerra para cambiar el derecho injusto y los que
están en el poder responden con las armas para hacer respetar el derecho
vigente. Desde la teoría de San Agustín
con el concepto del bellum iustum. La fuerza pública es sinónimo de monopolio
de la fuerza, con las armas estatales de amonesta y actúa para hacer espetar el
derecho, porque la validez de la norma
no es suficiente. Los insurgentes utilizan las armas para hacer política y
desconocen el derecho vigente.
El Derecho
Internacional surgió para regular las guerras internacionales, existe un
derecho de guerra y otro de gentes para reglar las guerras internas. Bush
utilizó la guerra preventiva atacando por sospechas, la invasión reemplazó a la
guerra para evitar los combates y no solo la guerra ha sido fuente del derecho,
el que se impone cuando se triunfa, ahora hemos visto a la invasión como fuente
del derecho, esto cambia la teoría de las fuentes: Irak fue invadido y se
impuso un modelo institucional e implantación constitucional. En Afganistán con
invasión autorizada por la ONU, también.
Las guerrillas
con los focos, los frentes y las coaliciones hacen política armada para llegar
al poder o se desmovilizan para hacer política desarmada organizando partidos
políticos para participar del poder. Otros utilizan a los paramilitares
para mantenerse en el poder. Hay contratistas internacionales para
reemplazar al ejército de un país y hacer valer el poder mundial de una
potencia, así lo hace los EEUU reclutando latinos y tercermundistas en calidad
de contratistas. El derecho apuntala y justifica el poder.
Por:
Alberto Ramos Garbiras
Profesor de ciencia política, Universidad
Libre.