La protesta
egipcia desde el 30 de junio 2013 ha sido continua pero ha tenido dos etapas y
unas subfases. 1) etapa del 30 de junio hasta el 3 de julio, una etapa contra
el presidente Morsi exigiéndole cambios,
pidiendo un gobierno de unidad nacional, y la desislamización de la
administración pública. 2) etapa del 4 de julio hasta hoy, las multitudinarias
protestas de los seguidores de Morsi, para que le retornen el cargo. Y la
subfase de una confusión de mítines, unos en contra y otros a favor, en medio de
la dubitación de los partidos políticos y la entronización del ejército.
Otro aspecto
que puede tenerse en la cuenta para el análisis político es la erosión de la
legitimidad. No basta ganar las elecciones y obtener la legitimidad para
gobernar, hay que sostener esa legitimidad para gobernar, con el ejercicio
adecuado del poder. La salida masiva y constante a las plazas públicas
impugnando las omisiones o las medidas que lesionan a la población, permiten
medir la deslegitimación del gobierno, su desprestigio.
El islamismo
está dividido, los islamistas salafistas
son moderados y no pretenden tener un gobierno coránico. Los islamistas de la
hermandad musulmana, con el partido Justicia y libertad, quieren una Constitución
bajo los parámetros de la Sharia: elementos religiosos. Los salafistas del
partido Nur actuaron como pro-golpistas y ahora tratan de distanciarse, vetaron
al premio Nobel Al Baradei, pero aprueban una hoja de ruta con elecciones a 6
meses y el Decreto autoritario del presidente transitorio Mansur. Los militares
coquetean con los del Nur para darse un baño islamista de fachada con la
coalición.
En Egipto el
islamismo se entronizó en la política en 1928. Desde esa fecha habían aspirado
al poder; con Morsi lo obtuvieron y la temporada solo les duró un año. Las
rebeliones árabes del 2011 permitieron, sin quererlo, que el islamismo
ascendiera electoralmente a los gobiernos de Túnez y Egipto. En Turquía también
gobiernan los islamistas. Con el golpe de estado de Al Sisi en Egipto se
desequilibró el cuadro político y las consecuencias pueden ser funestas. Si los
islamistas no son aperturistas, los golpistas aprovechan, y la sociedad civil
pluralista se moviliza contra los intentos teocráticos. Y los EEUU encontraran
un tapón contra el radicalismo yihahidista. Y se facilitará el resurgir del
terrorismo en estos países para descontrolar a unos y a otros.
Lo grave en
Egipto es que el golpe de Estado del 3 de julio rompió el proceso de
construcción institucional ganado con la caída de Mubarack. Y el hostigamiento
contra los islamistas resalta una intolerancia con este populoso sector de la
población a quien se le cierran las puertas para que gobiernen. Entonces
pensaran,¿ para qué ganar las elecciones
¿. Abriéndole camino a la guerra civil.
Por:
Alberto Ramos Garbiras
Profesor
de derecho Internacional, Universidad Libre.