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22 ago 2012

Testigo Falso

Un exguerrillero le imputó un infundio mayor  a Sigifredo López,  una gestión no creíble para hundirlo y salvarse el falso testigo. Dijo que el exdiputado le ofreció el secuestro de sus colegas al ELN, al no lograrlo le ofreció la “idea” a las FARC. Voy a centrar las reflexiones sobre dos interrogantes, 1) ¿Existía una alianza guerrillera (ELN-FARC) durante los años 1999-2002?, y 2) ¿es creíble una alianza o colaboración entre el ELN y las FARC para el caso del secuestro de los diputados del Valle?
De manera documental, objetiva e histórica se puede afirmar que para abril del año 2002 , ni durante los tres años anteriores no existía en Colombia una alianza de las guerrillas (ELN y FARC) porque acababa el país de vivir un  largo período de despeje en la zona del Caguán, 5 municipios dominados por las FARC por una concesión del Presidente Pastrana desde enero de 1999, tres años y dos meses donde la soberanía no la ejerció el Presidente de la República, ni la Fuerza pública ejerció el control territorial sobre esa inmensa zona, en aras de concretar un proceso de paz. Las FARC ejercieron el control y no compartieron esa gabela territorial con el ELN, ni los llamaron al territorio despejado, ni los acercaron, las FARC  se vanagloriaron de ese logro mostrándose ante el país y el mundo entero como una guerrilla en ascenso y en vía al triunfo, no compartieron las mieles del despeje con el ELN.

La guerrilla del ELN al ver que quedaron “invisibilizados”, sin zona de despeje propia desde enero de 1999, decidieron realizar incursiones que les diera notoriedad y, en nada consultadas o consensuadas con las FARC, la toma osada de secuestrados, 156 feligreses, de la Iglesia La María, en un barrio de Cali, Ciudad jardín, (mayo de 1999); o el secuestro masivo, 55 personas, perpetrado en dos restaurantes del Kilómetro 18, en las inmediaciones de Cali, septiembre del año 2000, indican claramente que actuaban sin alianza. Luego fue capturado, a finales del año 2004, José de Jesús Ramírez Vélez, más conocido como El Viejo o Silvio, miembro del ELN, capturado por soldados del Batallón Boyacá, se le sindicó de ser el estratega de esos dos secuestros. Un boletín del Ejército nacional explicaba que, este hombre coordinaba las actividades  de más de varios frentes y columnas del ELN en los departamentos del Valle, Cauca y Nariño. Así mismo, realizaba continuos desplazamientos hacia Ecuador, desde donde dirigía el frente internacional del ELN.

Podría afirmarse que el secuestro de los diputados y de varios parlamentarios, por esos meses, obedeció a una respuesta frentera de  las FARC contra el agonizante gobierno de Pastrana por haberles quitado la concesión del Caguán.   

Devolvámonos, en la década de los años 80 si se fraguó una alianza bajo el nombre de Coordinadora Nacional Guerrillera, imitando a las guerrillas de El Salvador (Farabundo Martí) en Centro América, y a los sandinistas de Nicaragua. Dentro de la investigación de Carlos Medina Gallego titulada “FARC y ELN, una historia política comparada”, se afirma que, durante la administración de Belisario Betancur comenzó a concretarse el proceso de unidad del movimiento guerrillero que dio origen a la Coordinadora nacional guerrillera. En un primer momento se produjo la conformación de dos bloques que se movían en perspectiva distinta en relación con la coyuntura política: por una parte estaban quienes se articulaban en relación con las propuestas de Paz del Gobierno y se daban a la participación en los procesos de amnistía, cese al fuego, tregua, diálogo de paz y apertura democrática, y por otro lado, se encontraban, quienes confluían alrededor de unas propuestas de movilización y acción de masas que terminaron conformando la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG).

Inicialmente los procesos unitarios comenzaron a gestarse en marzo de 1985 en la reunión de dirigentes nacionales del ELN, el PRT, el Quintín Lame y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR-Patria Libre, organizaciones que estuvieron al margen del proceso de paz de Betancur y se dieron a la tarea de convocar la unidad de los sectores revolucionarios llamando a unirse a esta propuesta a las FARC, el M-19 y el PCC-ML y el EPL, con el propósito de potencializar su capacidad operativa coordinada y de promover el desarrollo de la movilización social y el Paro Cívico Nacional del 20 de junio de 1985, para el investigador Medina Gallego.

Las FARC no negociaron la paz con Andrés Pastrana sino que se burlaron de él hasta la saciedad, habrían podido pactar una desmovilización y reinserción total con ese gobierno para controlar el territorio del Caguán administrándolo como políticos reinsertados en un Distrito Especial de Paz, previa una reforma constitucional. Después, por no haber respetado esa concesión en el Caguán, durante los dos gobiernos de Uribe Vélez  tuvieron que huir y correr sus bases a zonas más marginales y a los bordes fronterizos, dentro de un proceso de escalamiento de la guerra donde perdieron capacidad de mando sobre  los frentes y se  feudalizaron aún más como aparatos dispersos de guerra sin coordinación, expuestos a los equívocos y a  las traiciones. El ex guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, afirmó en julio de 2008, “La paz negociada debe ser siempre el propósito fundamental en un conflicto, pero, en algunas ocasiones, pretenderla a toda costa puede significar la prolongación de la guerra. Las fuerzas militares de Colombia saben ahora de las FARC, más que las FARC misma”.

Para comienzos del año 2002 hay que relevar que existía la posibilidad de que los grupos guerrilleros replantearan su situación ante la persecución a los otros grupos armados del mundo después del septiembre 2001 en los EEUU por los atentados con megaterrorismo a las torres gemelas, y buscaran los diálogos para llegar a una etapa de concertación: no lo hicieron oportunamente a comienzos del 2002, la gran oportunidad dentro de las concesiones obtenidas con la disposición territorial del Caguán  engolosinó a las FARC con un territorio a su disposición sin invitar a su par armado el ELN. Hasta finales de febrero 2002 seguían “reinando” en el Caguán y ya venían practicando solos el secuestro a objetivos seleccionados de  la clase política.

Entonces, hay dos grupos guerrilleros en Colombia catalogados por el Departamento de Estado de EE.UU. como terroristas, desde hace varios  años: Las FARC y el ELN. Y  las Autodefensas (paramilitares) también, y estos no son un grupo guerrillero, sino de justicia privada para defender intereses particulares,  pero también figuran en la lista de terroristas internacionales publicada en Europa. La diferencia es que el terrorismo de las guerrillas colombianas y de las mismas autodefensas  cuya acción no constituye una especie de  terrorismo internacional sino un terrorismo nacional dentro del conflicto interno colombiano. Por esta razón después del atentado hiperterrorista contra  las Torres Gemelas, no se tomaron acciones de castigo contra el terrorismo criollo colombiano sino contra el terrorismo internacional de Al Qaeda, lo que significa que estos grupos terroristas colombianos, no han sido prioridad para Estados Unidos, es decir, intentar perseguirlos directamente, para ello los atacan indirectamente con la ayuda externa remitida al Gobierno colombiano, aplicada para la zaga del Plan Colombia. Los grupos subversivos de Colombia no ejercen el terrorismo internacional con Al Qaeda, lo que explica que los primeros operativos de esta “cruzada contra el terrorismo” internacional (finales del año 2001) no fueron para desmantelar a los guerrilleros colombianos, así lo expuse en el capitulo I de mi libro “Conflicto Interno, Fronteras y Crisis diplomática”.

He escrito saltuariamente  en mis tres libros sobre la violencia en Colombia que, la guerra ambigua y atípica que vive Colombia con una violencia huracanada se debe a la prolongación del conflicto, a la revolución inconclusa y a la multiplicidad de actores. La dinámica de la violencia transversal y proteiforme es una consecuencia de las nuevas condiciones en que se desarrolla.

Colombia  no tiene una Guerra Civil configurada porque no se ha dado aún la polarización de la sociedad (cuando la gente se define sin más alternativa, por uno u otro bando);  ni la generalización del conflicto (cuando todo el territorio nacional es copado por las acciones bélicas, no quedan espacios en orden); pero la soberanía si está fracturada,  escindida (la autoridad gubernamental no puede ejercerse en todo el territorio porque los  controles territoriales de la insurrección practican autoridad paraestatal).

La rutinización de la guerra insurgente en Colombia, los altibajos de su accionar durante 48 años, el fortalecimiento del ejército colombiano, las fisuras en las cúpulas de los frentes guerrilleros, las dificultades para mantener la unidad de mando, a veces la extensión del terrorismo indiscriminado en la toma de poblados, la creciente resistencia civil, el avance de la nueva derecha en el campo político y el aumento de  la intervención extranjera, nuevo, el desclasamiento y desfase que sufren los guerrilleros impreparados ideológicamente cuando se mueven en zonas cocaleras y se relacionan con  otros actores armados sin claridad ni proyecto político,  pero que, obtienen rentabilidad también en la ilegalidad, esto hace que vean fácil el traslado a otro grupo convirtiéndose así en mano criminal transable o adscribible a cualquier empresa de asesinos; todo esto hace  más lejana la posibilidad de la toma del poder total; por estas razones el giro ineluctable, si pretenden una parte del poder real, sería hacia la guerra de secesión para separar y manejar una parte del territorio nacional, como podría estar concibiéndose en el caso del teatro de guerra desatado en el departamento del Cauca .

Entre tanto, se puede afirmar, cuando la soberanía interna la ejerce totalmente un Estado la violencia es limitada (excepto en un Estado fascista o uno de facto), cuando la soberanía está fragmentada, y es compartida, la violencia es más intensa. Kalyvas, afirma, “Los actores políticos hacen uso de la violencia para obligar a la población a tomar partido en una situación de incertidumbre. Y, por la otra, esta incertidumbre complica en gran medida los cálculos de los civiles (...) la violencia masiva y selectiva ocurrirá con mayor probabilidad en las zonas en disputa”.

Un conflicto como el colombiano desbordado con una espiral de muertes donde no existe ética entre los combatientes ni reglas convencionales, las partes se dedican a amedrentarse y a presionar para ganar terreno, unos con los secuestros, otros con las delaciones estimuladas por las recompensas, mientras el país sigue deteriorándose.

Por: Alberto Ramos Garbiras
Profesor de Ciencia Política, Universidad Libre.