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Legalizar, prohibir, despenalizar, castigar, sancionar, u otra forma regulatoria, el derecho interno de cada país contiene normas jurídicas encaminadas a perseguir, controlar y regular el uso de las sustancias psicotrópicas. El prohibicionismo sigue imperando. Mirando esas normas jurídicas esparcidas en el conjunto de los países como si fueran destinadas a realizar un estudio comparado sobre disposiciones al respecto, la telaraña de normas debe ser gigantesca. Esa es otra de las razones que deberá considerarse cuando se extienda el debate y se comience a allanar el camino de la legalización de la coca que, tendrá que ser transnacional y promovida en el seno de la ONU para que la globalización de la prohibición se pueda desmontar desde ese organismo supranacional, evitándose así que cada Estado osado después de comprender el desplome de sus instituciones como en el caso mexicano o el guatemalteco sean mirados y tratados como Estados mafiosos.
En Colombia, por continuar con la prohibición de la coca no termina la guerra interna ni la violencia en las ciudades, y otra vez, se observa la erosión de las instituciones. Inclusive la política partidista está siendo marcada por posiciones personales que tienen esa raíz. La ruptura de las relaciones Santos-Uribe conlleva a una competencia por el poder central, la reelección del primero y el retorno del segundo a través de una fórmula aún no encontrada. El conflicto interno y la inseguridad los trenza cada día, el marco jurídico para la paz que promueve el gobierno es desdeñado, así se atiza el guerrerismo cerrando la opción de la vía jurídica y política. Y la guerra proclamada no culminará con la coca prohibida porque la prohibición produce ganancias incalculables. Uribe, así sea a través de un tercero, puede volver a gobernar como adalid de la guerra, y a Santos solo le queda la opción de lograr la paz, si acude a extremar la guerra, esa bandera ya es del otro.
La pobreza en Colombia y el subdesarrollo aumentan el número de aspirantes a ingresar a la cadena del circuito coquero, pues ven allí opciones para obtener ingresos y brincarse los pasos de la capacitación que les permitiría ingresos normales. Quienes se involucran en la cadena del narcotráfico se saltan todos los pasos de la capacitación y ascenso que exige la legalidad para adquirir una posición social. De otro lado, el crimen organizado para defender el negocio ha acudido al terrorismo mafioso. Y las guerrillas al terrorismo sistemático.
Por: Alberto Ramos Garbiras. Profesor de Ciencia Política, Universidad Libre.
Comentarios.
De: ALDEMAR GÒMEZ OCAMPO (ex Alcalde de Sevilla)
Alberto:
Este artículo de hoy bien pudo ser remitido al Espectador y publicado por este diario e incluso esta tan acertado que se podría publicarse en “Le Monde”. Corto y claro y al paso que vamos van a tener que legalizar, no se puede seguir en una eterna guerra que desgasta el concepto de lo humano- guerra- y el presupuesto de los Estados que tienen grandes déficit en lo relacionado con el Estado Bienestar. Si el ser humano como racional que es quiere envenenarse y como lo sabe la drogadicción lo hace es cosa suya. Legalizada la coca deja de ser producto prohibido pero parece que al humano le agrada lo prohibido. Muchos viven de esa prohibición, los que producen la droga y los que la consumen y mas aún los que guerreando la persiguen y se lucran al infinito de la venta de las armas para el exterminio internacional. Lo de Santos y Uribe es asunto que al pueblo no debería interesar. El pueblo tiene otras cosas por las cuales luchar. Empleo la mayor lacra social y de esta sus hijas como la prostitución la mendicidad y la pobreza extrema o no pero de todas maneras servidumbre ante los despiadados amigos del neoliberalìsmo globalizador-
De: Harold Ortiz.(Profesor de Ciencia Política, Cali)
Alberto, después de leer tu columna que es muy buena le agregaría algunos pequeños elementos a consideración: Colombia es un fiel exponente de la legalización de la coca; llevamos más de dos décadas donde el estado colombiano con la ayuda de los EE.UU. se comprometieron a una lucha a muerte contra el narcotráfico y la cultivo de coca y su comercialización y pasado ya dos décadas la humanidad ha concluido que los esfuerzos no han sido suficientes en esta cruzada contra este flagelo nacional y mundial. Colombia ha puesto la alta cuota de sacrificio en su lucha contra esta flagelo: corrupción de sus instituciones democráticas por narcos, destrucción del medio ambiente, los muertos de nuestros compatriotas en esta lucha, el desgaste político de nuestros gobernantes, inversión de los valores, el estima de narco democracia, etc. es decir llego la hora de sentarnos sin prejuicios morales y sin presiones de parte de los EE.UU. ha decidir la conveniencia de la legalización del consumo. Bien por tu columna Alberto.
Cordialmente Harold Ortiz