En los planteles educativos debe buscarse a toda costa la convivencia de la comunidad académica. Esa especie de acoso toreando o enfureciendo al más débil para que los demás gocen en la clase o en los recreos lleva al llamado bullyng, si este acoso avanza es porque el control de los coordinadores disciplinarios es deficiente, los profesores no informan con regularidad sobre lo que observan y hay insolidaridad de los otros alumnos que dejan progresar el acoso y los hostigamientos sin comunicarlo. Y no lo hacen porque gozan con el acorralamiento que sufre la víctima.
Este es un problema que se resuelve sólo con disciplina para la convivencia sin necesidad de recortar derechos individuales de los alumnos a la hora de los retozos. No necesitaría de una Ley como el proyecto presentado por el Ministerio de Educación, se trata de normas de convivencia que los estatutos internos deben contener, de incrementar la difusión de los derechos humanos, la formación ética y fomentar la moral.
El matoneo es un hostigamiento gradual que se puede detectar. Esta especie de agresión lleva a la deserción escolar porque el acosado para huir o escabullirse comienza a ausentarse. No solo afecta su salud, también perjudica económicamente a la familia instada o constreñida a un cambio de colegio.
El matoneo va contra la libertad individual de los alumnos escogidos como el hazmerreir. Atenta contra cuatro derechos humanos: 1) la autonomía personal, 2) la integridad física, 3) la identidad y 4) la intimidad personal. Esto cuando el matoneo o bullyng es verbal. Cuando se físico lleva a desgracias, flagelaciones, heridas y hasta el suicidio. Afecta la autoestima y degrada a las personas que tienen defectos físicos o exhiben una motricidad diferente a la de sus agresores que se creen bien dotados. Hay una variable de ataques a la personalidad que no son evitados, los sobrenombres afectan porque les quitan el nombre y quedan marcados con otra identidad a veces relacionada con animales.
Por: Alberto Ramos Garbiras.