En todos los departamentos de Colombia, de cara a las elecciones de octubre 2011, estamos observando la conformación de alianzas de coyuntura para llegar al poder local y repartirlo.
Los analistas perciben rastros del apaño y costumbre clientelista: repartirse la burocracia y el presupuesto contractual. En el sistema parlamentario las alianzas se dan después de la elección, para sostener a un Gobierno y cogobernar. En el sistema presidencial se dan para alcanzar el poder. Sino existe un sólido pacto programático la coalición dura poco, entonces, con los primeros incumplimientos de lo acordado sobre el reparto se desbarata la coalición. El lastre frentenacionalista del reparto entre consocios es una costumbre aún no extirpada.
En la coyuntura electoral de este año las circunstancias del flujo y reflujo político nacional influyen en el comportamiento de las fuerzas políticas. La composición de las alianzas es un reflejo de esta situación. Como existe un distanciamiento de la U-Santista respecto a la U-Uribista, se dispersan los sectores políticos en lo regional actuando en diferentes direcciones. La departamentalización en el comportamiento de los partidos políticos hace que la fragmentación sea mayor, no se acatan las decisiones nacionales, resultan coaliciones atípicas, y los estatutos de cada formación política no sancionan ejemplarmente, ni el Consejo Nacional Electoral (CNE) se pronuncia oportunamente, ni procede. Las inconsistencias del sistema electoral también facilitan el transformismo político.
La unidad nacional santista sumó a las fuerzas uribistas y a los excluidos del uribismo (Liberalismo y Cambio Radical), pero esa composición de fuerzas, en lo regional no reprodujo la misma conducta de junio 2010.Los partidos de la coalición uribista durante 8 años se conservatizaron en lo ideológico peo se clientelizaron aún más en lo administrativo. La desaparición de algunos y la atomización de otros, más el transfuguismo registrado, ahora se observa esa conducta traducida a la confusión en la conformación de coaliciones.
La Ley 1475 del año 2011, artículo 29, exige inscribir la coalición, pero debería decir claramente fusionar el programa de las fuerzas políticas coaligadas, adecuándolo al pacto programático y volver a inscribirlo en la Registraduría, para que así mismo, de proceder la revocatoria por incumplimiento del programa quede en evidencia lo artificioso de la coalición.
Entre más grande sea la coalición en esa misma medida mayor es la parcelación del poder por las exigencias burocráticas y los pactos secretos entre jefes de partido o de fracción. Las coaliciones se registran más en los países con sistemas de partidos donde el multipartidismo funciona, sobre todo donde afloran además movimientos sociales, movimientos políticos, grupos significativos de ciudadanos, formaciones políticas pequeñas, sectores sociales de activistas. Las tendencias internas se abren por disidencias con un líder visible y dispersan las fuerzas hacia otras coaliciones, no las decididas por la cúpula de los partidos.
Como los partidos tienen tendencias o fracciones internas (ver el caso de Cambio Radical en el Valle), estas sino existe disciplina de partido se comportan por separado a las instrucciones de la cúpula de los partidos y terminan dando u otorgando apoyos diferentes a esas ordenes o instrucciones. Y eluden la doble militancia porque no todos los líderes de las tendencias son o hacen parte de las directivas del partido (estos si serán sancionados, pero no está claro, cómo).
Esta amalgama de grupos conformando coaliciones y ese trasteo de líderes y personas de un partido haciendo presencia en varias campañas políticas es producto de la cultura política colombiana anclada todavía en el manzanillismo y el clientelismo. Hasta que no cambie y evolucione la cultura política el comportamiento electoral seguirá siendo parecido al que estamos observando en esta jornada pre-electoral 2011, porque la cultura política es el conjunto de valores, ideas, costumbres, percepciones y visiones que tiene la población sobre el quehacer político, y esa ha sido la práctica difundida desde la creación del Frente Nacional, figura institucional que desde 1958 le entregó al bipartidismo el poder compartido y desdibujó las ideologías, creó la convivencia sin oposición y excluyó a las terceras fuerzas. Durante las etapas del pos frente nacional el transformismo se ha registrado con la creación de partidos nutridos por gente del bipartidismo, solo con fachadas de nuevos nombres.
(*) Relator: Alberto Ramos Garbiras. Politólogo egresado de la Universidad Javeriana. Catedrático de Ciencia Política, Universidad Libre.