PRÓLOGO (apartes)
Alberto Ramos Garbiras, presenta a los lectores un nuevo libro en el que profundiza sus reflexiones sobre temas candentes de política internacional desde la perspectiva de la globalización. En particular, en este libro se ocupa del fenómeno del terrorismo contemporáneo y su impacto global amplificado por los medios de comunicación lo que hace que, a diferencia de unas décadas atrás, cualquier actividad o acción de los grupos terroristas tenga una enorme resonancia internacional, afecte la opinión pública y de alguna manera logre sus finalidades de desestabilización política. El profesor Ramos, nos da cuenta de estos temas con una gran erudición y mostrando un conocimiento bastante detallado de los avatares del terrorismo como fenómeno de época. Lo cual revela además un seguimiento diario de su parte, a través de los medios de comunicación,
Debo señalar que una primera gran interrogación que nos formula el profesor Ramos, podría expresarse en términos de una paradoja: ¿Es el terrorismo un anacronismo; o es, por el contrario, una expresión del lado sombrío de la modernidad y de la post-modernidad? …. Desde la buena voluntad y el optimismo ilustrado, una parte significativa de los analistas y de los líderes públicos, consideran que el terrorismo es un anacronismo que inexplicablemente aún subsiste en nuestros tiempos, tecnológicamente sofisticados, interconectados globalmente y con las más altas cotas que la evolución planetaria haya podido exhibir a lo largo de los milenios de civilización.
En ese sentido, desde las autoridades gubernamentales de las grandes potencias industrializadas, pero también en los países del llamado “tercer mundo”, en América Latina y en Colombia en particular, se considera que la respuesta al terrorismo es prioritariamente su descalificación moral y política, y la instrumentación de acciones de carácter policial, desconociendo la naturaleza política del fenómeno.
La verdad es que existe una profunda conexidad entre política y terrorismo. Recordemos al respecto la célebre frase del barón austriaco Karl Von Clausewitz, quien afirmaba al final del siglo XIX que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”; frase amplificada por el ideólogo marxista Vladimir Ilich Lenin a comienzos del siglo pasado. Cabría reformular respecto del terrorismo la expresión de Clausewitz, señalando que el terrorismo es la continuidad de la política y de la forma irregular del ejercicio de la guerra llevada al paroxismo.
Como Alberto Ramos lo señala, el terrorismo se explica en nuestros tiempos globalizadores como resultado de la asimetría enorme en la resultante de fuerzas entre los poderosos Estados nacionales, los conglomerados económicos y las alianzas multilaterales de las grandes potencias, respecto de quienes de forma disidente y contestataria pretenden enfrentarse al régimen político y económico vigente.
Como se recordará, a lo largo de los siglos XIX y XX, la expresión generalizada de las rebeldías sociales por facciones ideologizadas, e instrumentalizando el apoyo popular o ciudadano, se expresaron generalmente bajo la forma de los movimientos de liberación nacional y de las guerras de guerrillas insurgentes. Quizás el paradigma o epítome clásico por excelencia de esta forma de acción, fuera el líder comunista chino Mao Tsé-Tung y sus teorías sobre la guerra de guerrillas y la guerra prolongada, de las cuales fueron un eco y traductores en la jerga política latinoamericana, Fidel Castro – en sus primeros tiempos de rebelde – y Ernesto “Che” Guevara.
Pues bien, hoy las guerras de liberación nacional son ciertamente un anacronismo, pues no han tenido los éxitos que se pretendían al final del siglo XX y comienzos de la actual centuria, si las comparamos con su papel protagónico tan significativo en la primera mitad del siglo pasado, como factores catalizadores y dinamizadores de los movimientos de emancipación nacional y de descolonización.
En nuestro tiempo, las guerras irregulares modernas han involucionado hacia conflictos azarosos, fragmentarios, en los cuales se ha disuelto la frontera existente con cierta nitidez en épocas pasadas, entre el delito político y el delito común. Las denominadas por Mary Kaldor y otros autores, “nuevas guerras” – se evidencian con nitidez dramática en las guerras intestinas que liquidaron el antiguo Estado federal multinacional de Yugoeslavia, y que se presentaron también en zonas como el sur de Georgia y Chechenia en los intentos fallidos de estas nacionalidades para emanciparse del dominio ruso, o las que se observaron igualmente en numerosas naciones y conflictos del África Ecuatorial y sub-sahariana, incluyendo los casos extremos de la implosión de Estados fallidos, tales como Somalia y Eritrea. Estas nuevas guerras constituyen un fenómeno inédito que se diferencia sustancialmente de las guerras irregulares modernas que podríamos denominar clásicas, y que le dan pabulo a la emergencia del terrorismo como una forma privilegiada de la acción político – militar contestataria en nuestros tiempos.
EDGAR VARELA BARRIOS
PhD en Administración, Universidad de Montreal (Canadá)
Magíster en Historia
Profesor Titular Universidad del Valle