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25 ene 2010

Terrorismo Multiforme


Por. Alberto Ramos Garbiras (*)

El terrorismo se usa contra civiles y militares, contra población desarmada y contra efectivos de la fuerza pública armados. Lo que caracteriza al terrorismo es el uso de la violencia extrema, irracional, desproporcionada y súbita: la sorpresa y la indefensión de las víctimas por la aparatosa clase de ataques, o el aprovechamiento de la falta de vigilancia del objetivo escogido para destruir o explotar las instalaciones. El Departamento de Estado de los EEUU redactó esta definición sobre el terrorismo: “es una violencia con motivación política perpetrada contra blancos no combatientes por parte de grupos subnacionales o agentes clandestinos”.

Prácticamente todas las actividades de los terroristas se fraguan, diseñan y ejecutan con artificios y engaños; si actuaran con claridad, transparencia, sinceridad y métodos limpios, ningún acto terrorista prosperaría: serían descubiertos y desmantelados. Precisamente porque la función de la fuerza pública es, en principio (si actuaran sin temor y con sentido de responsabilidad), evitar la violencia, el desorden y salvaguardar el ordenamiento jurídico. El terror estatal también se adelanta con engaños para lograr neutralizar, doblegar, vencer y desarticular a los terroristas. Engaño y cinismo marcan el sendero de esas acciones desde ambos lados. El cinismo se aprecia en las declaraciones oficiales, queda impregnado en los comunicados clandestinos, en las frases justificadoras de los actos extremos perpetrados por las partes. Para cada una de las partes el otro actúa de manera desalmada, sin piedad y contemplaciones. Para el observador neutral y no víctima, los dos extremos en el uso de las armas (con violencia o con fuerza), no son actos admisibles por el daño causado a las vidas, bienes y a terceros no parte en la confrontación. Para los protagonistas de ambas partes, y desde cada punto de vista los intereses en la lucha desatada, encuentran justificación a las acciones y hasta razonables los cometidos, siendo que, para toda la población no tiene lógica el desangre que se esté librando.

Cuando una organización terrorista emprende una campaña de atentados y actos de sabotaje, se calcula que estos solo terminaran cuando logren el objetivo político, la reivindicación reclamada se pacte, o se logre sellar un proceso de paz para desmantelar al grupo armado, o sean vencidos. Su período de existencia puede ser largo o corto, todo depende de las circunstancias del desenvolvimiento del grupo y de las medidas antiterroristas tomadas en el país del que hacen parte.

El reclutamiento o conscripción que hacen los Estados para llenar contingentes de tropas combatientes cada año se inspira en el concepto de salvaguardar las instituciones de la Democracia, y entrenan a la Fuerza pública para matar a quien viole el orden establecido, un “orden” pletórico de normas. Las muerte que ejecute un soldado no las califican de crímenes, algunas las distinguen y las premian con medallas u otros reconocimientos. Esa misma lógica, en la práctica, utilizan los grupos terroristas porque no creen en el Estado al que atacan, desean otro “orden”, o que dentro de ese “orden” que combaten se les reconozca un nuevo status; las muertes causadas por los terroristas ellos consideran que son también bajas necesarias para logra el objetivo de la lucha: es otra filosofía, otra concepción dentro de una guerra justa: La yihad islámica tiene ese criterio, por eso la denominan guerra santa.

El integrismo constituye una forma de violencia radical extrema y sectaria, tiene una marca religiosa y desconoce de plano la diversidad cultural. Es el caso de los suníes de Pakistán, miembros de la organización Lashkare-E Tayba que, actúan de forma fanática frente a otros clanes y grupos portadores de otras expresiones religiosas, como los sij, chiítas, cristianos, hinduistas y los admadís; a estos grupos los suníes los atacan, hostigan, acosan y persiguen física y económicamente con gravámenes y expropiaciones, tácitamente están respaldados por las autoridades gubernamentales que no lo evitan porque también son de origen suní y están aliados con los talibanes que, son otra muestra de la acción integrista, con sus ataques a la minoría Sij en la zona de Buner (Orakzan), en Pakistán. La expansión de los talibanes en Pakistán es asombrosa, ha hecho temer a las minorías religiosas porque ellos están fortaleciendo el integrismo musulmán, y por su búsqueda estratégica de conectarse con las armas nucleares pakistaníes.El temor de Barack Obama y de Hillary Clinton es ése: que las armas nucleares del Estado pakistaní caigan en manos de los talibanes formados en el norte, ellos fueron los mentores de los talibanes de Afganistán formándolos en las madrazas, y los inspiradores para que ascendieran al poder que tomaron en Kabul.

La acción megaterrorista contra las torres gemelas, la respuesta de EEUU y la OTAN contra Afganistán, luego la invasión a Irak; la posterior comprobación del actuar terrorista en red con los frecuentes ataques en distintas partes del mundo; todos estos hechos permiten visualizar una rara especie de tercera guerra mundial, impregnada de una indefinición en el tiempo y el espacio, poco a poco reconocido como un estado de guerra por las continuas expediciones de normas antiterroristas promulgadas en los distintos países desde su ramas legislativas, expedidas también por el Parlamento Europeo, adoptadas en la constitución europea, por el Congreso de los EEUU, o proclamadas en las cumbres multilaterales mundiales como la del G-20.

El terrorismo internacional plantea una clase de guerra no convencional y compleja; pero como el terrorismo se transnacionalizó en red con la sumatoria de células armadas y durmientes, entonces la guerra que plantea es internacional, global, atípica e irregular.Por lo tanto es una guerra mundial porque existe un bloque de Estados que luchan contra el terrorismo, y un bloque de terroristas de diferentes países que desde abajo retan a los mandatarios considerados por ellos como invasores, transgresores de la soberanía de las naciones islámicas. Los fundamentalistas islámicos los consideran integrantes de una cruzada contra la nación islámica. El discurso de Bin Laden expresa, “ni América ni los que viven en ella podrán soñar en la seguridad antes de que nosotros la vivamos en Palestina y antes de que todos los ejércitos infieles abandonen la tierra de Mahoma y que la bendición y el saludo de Dios desciendan sobre ella”.

El investigador libanés Gilbert Achcar explica que Bin Laden tenía como, “su único objetivo declarado, su acción dirigida a alcanzar mediante la presión terrorista, o en su defecto, a conquistar, por medio de su combate espectacular, una hegemonía ideológica sobre las opiniones pública saudí, Árabe y musulmana” . El odio entre civilizaciones (Oriente y Occidente), con acento religioso, invocando los mandatarios al Dios monoteísta de su respectivo credo, plantea una especie de cruzada religiosa del siglo XXI.

Fernando Reinares, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid, dice que dentro de esas organizaciones terroristas,”hay maoístas, irredentistas o separatistas, al igual que islamistas o abiertamente yihadistas, así como existen grupos que combinan estas últimas orientaciones. En unos casos su carácter es endógeno, y en otros tienen conexiones transnacionales, en especial con Pakistán y Bangladesh. Aunque a cuatro de los más notorios grupos incluidos en este último supuesto se les atribuye con fundamento algún ligamen con Al Qaeda, no está acreditado que esta estructura terrorista disponga de presencia propia en territorio indio (…) Otros grupos activos e insertos en la urdimbre del terrorismo global, como Lashkar e Taiba, con base en Pakistán, o Harkat Ul Yihad, en Bangladesh.

El terrorismo también puede mirarse como una forma radical de hacer política extralegal porque al igual que las guerrillas no actúan dentro de los canales legales de participación, pero participan a la brava en el devenir político del país al que pertenecen, inclusive obligando a los mandatarios de turno a redireccionar ciertas políticas públicas. Con el curso de los hechos y el cambio de las circunstancias, ese mismo grupo terrorista que alteró “el orden” establecido, puede llegar a convertirse en partido político y luego en Gobierno, o parte de él, en cogobierno. Para ilustrar miremos estos casos: la OLP y el Hamas en Palestina, luego fueron gobierno en las franjas ocupadas; el M-19 en Colombia, después de la desmovilización se convirtieron en Movimiento político, y posteriormente, cogobierno nacional, la guerrilla del Farabundo Martí en El Salvador, siguió el mismo curso. De otro lado, con la aplicación del terror estatal, también ocurre algo similar. Un gobernante ordena usar las armas del Estado desbordando su aplicación con el objeto de evitar que el contrincante armado y subvertido lo destrone o desestabilice; el uso del terror estatal en ese momento lo presenta el gobernante como parte de la política de seguridad nacional y en beneficio del orden público, así sea el gobernante un corrupto disfrazado de demócrata como el caso Fujimori en el Perú; o un déspota-dictador, como Pinochet (Chile), etc.

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La persecución contra el terrorismo a nivel mundial ha generado pues, una serie de medidas represivas con el fin de evitar y controlar daños mayores, estas medidas de persecución han tenido efectos perversos al extenderse sobre población civil inocente porque la sospecha, la indagación, los indicios despistados vuelven sospechosa a toda la población del lugar donde se persigue, con el consiguiente recorte de los derechos fundamentales. Los gobiernos premunidos de más normas extraordinarias o de excepción, so pretexto de la necesidad de dotarse de instrumentos de combate aumentan la concentración de poderes por la vía de normas de excepción o recortando atribuciones a otras instituciones con contrarreformas constitucionales, o absorbiendo funciones de otras, conllevando a una desinstitucionalización del edificio democrático, cayendo en el espionaje, la muerte de civiles inocentes, falseando la guerra, desapareciendo a los opositores y practicando la tortura para la obtención de información. En el caso colombiano dentro de la lucha contra el terrorismo (ante la dualidad de las guerrillas colombianas: Guerrilleros y terroristas),se llegó a desconocer la existencia del conflicto interno, y al soportarse en la búsqueda a ultranza de la seguridad democrática, manera eufemística para practicar la guerra total, eludiendo la solución política o dialogada, con ese mismo pretexto se promovió la reelección presidencial, justificando la continuidad en el poder con la necesidad de seguir persiguiendo a los terroristas, enquistándose así en el aparato del Estado unas élites plutocráticas sin ni siquiera vencer a los actores armados, en dos períodos consecutivos de Gobierno. Y sobre todo, desestabilizando el poder público al combatir de contera a otra rama del poder, la judicial, utilizando: el desprestigio, la manipulación, el espionaje, la vigilancia intrusiva que, también se realizó contra opositores. Y respecto a la otra rama, la legislativa, aminorando a la oposición actuante, desvertebrando a los partidos políticos remisos, disidentes o no afectos al proyecto reeleccionista, se promovió la conducta tránsfuga a punta de ofertas burocráticas y presupuestales.

Como si se tratara de un juego de mesa con fichas sobre la guerra, Barack Obama, frente a las dos guerras heredadas (Afganistán e Irak), decidió continuar con la primera y desmontar poco a poco la segunda. Seguramente hizo la operación lógica más apropiada para su tranquilidad y salud mental: la de Afganistan surgió con el apoyo de la ONU y fue una respuesta a la demolición de las torres gemelas. Por lo tanto allí se encierra el honor gringo buscando sal dar la afrenta; la de Irak, surgió de la obstinación de los presidentes Bush por aplacar a Hussein y controlar el petróleo. Entonces, la primera cuenta con el apoyo de la comunidad internacional, y está en la misma línea de golpear el terrorismo internacional. Como él mismo la ha definido es una guerra de necesidad. Pero donde los EEUU tiene acantonados a 68.000 soldados propios y a otros 40.000 de coalición, apremiado al octavo mes de su mandato por enviar otro contingente de tropas. Pero la situación de los dos países se ha deteriorado durante los primeros meses de su administración; los efectos secundarios repercuten en toda el área, lo vemos con la metástasis de los talibanes en Pakistán. Ambas guerras comprometen la política exterior norteamericana y afectan la economía que ha estado tratando de sanear y reactivar con subsidios a la vivienda, al paro forzado y al consumo.

Los interrogantes de Obama y sus asesores deben ser: ¿cómo salirse airosamente de una guerra donde el Gobierno anterior metió la cabeza durante 8 años?, ¿cómo abandonar un frente de batalla conectado con el terrorismo internacional y la producción de narcóticos?, ¿cómo estabilizar la zona sin hacer presencia militar?. Pero la preocupación mayor es cómo dejar crecer una guerra que puede terminar en un fiasco y en el determinador de todo lo negativo de la política exterior, sin haberla creado, siendo una nefasta herencia. Una guerra que le puede borrar su imagen de conciliador, demócrata, progresista y multilateralista.

(*) Profesor-investigador, Universidad Santiago de Cali(USC); catedrático de Ciencia Política, Universidad Libre, Cali.