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25 ene 2010

Calles peligrosas



Autor Alberto Ramos Garbiras (*).

En Cali ha aumentado la inseguridad y no se han tomado las medidas correctivas adecuadas, por falta de coordinación, sincronía y armonía entre las autoridades públicas. La ciudad está convertida en un atracadero a cielo abierto, por el cúmulo de hurtos, robo de carros, fleteos continuos, asaltos express, desvalijamiento de casas y apartamentos, atracos callejeros y en locales comerciales. Además de la criminalidad por venganzas privadas y las vendettas entre mafiosos anónimos que trafican con coca, trenzados en disputas territoriales urbanas.

El mismo Comandante de la Policía metropolitana reconoció a un medio de prensa regional, “la solución a este fenómeno multicasual no está solo en sus manos, es integral se requiere prevención, coerción, e investigación”. Entonces, dentro de la política pública de seguridad que se rediseñe debe actuar la inteligencia policial para desmantelar las bandas organizadas, mucho más peligrosas que la delincuencia común dispersa. El narcotráfico alienta varias formas de violencia urbana, no solo es el soporte económico del conflicto interno colombiano, financiando a paramilitares y guerrilleros, sino también a la microcadena urbana de actores violentos sueltos y de minicarteles que se reproducen por la ilegalidad impuesta a los cultivos y al procesamiento de la coca.

Al final del año el problema se agravará por los delincuentes ambulantes que llegarán en diciembre, quienes recorren el país en las temporadas de feria. Al ritmo de 5 muertes diarias promedio, Cali tendrá para diciembre 31 la macabra cifra de 1755 muertos en el año 2009, ponderando 150 en noviembre y 170 en diciembre. Sin contar las decenas de muertos que fallecen después de los asaltos en las calles peligrosas. Como si la ciudad estuviera encajonada en una guerra interurbana sin bandos definidos. A la falta de acción policial terrestre se suma la falta de reacción aérea, helicotransportada en el perímetro urbano, y las zonas aledañas.

De un lado, son actores dispersos, la mayoría incontrolados, actuando individualmente, delincuentes famélicos que ven en las calles el sitio de trabajo, escogiendo a las víctimas para ellos sobrevivir. Los otros son actores organizados en bandas: los minicarteles de las drogas ilícitas, llevando a cabo retaliaciones, castigos, ajustes de cuentas por el incumplimiento en los “negocios”; también están los grupos de asaltantes en todas las modalidades delincuenciales; entre ellos los jaladores de carros que conocen bien los corredores urbanos para escapar; más las muertes por venganzas privadas entre particulares no mafiosos para no acudir a la justicia formal-estatal que no funciona.

A manera de ilustración, cito este caso narrado por una amiga experta en análisis financiero, quien quedó atónita con la inacción policial. “En días pasados le sucedió a mi hija algo desalentador respecto a la autoridad policial, llegó a nuestra casa del barrio Santa Rita, de una fiesta con sus amigos a las 2 de la mañana y en ese momento apareció de la nada una moto que los asaltó con revólver en mano a los muchachos que iban en el carro, cuando salí y grite llamando a la policía que esta en la cuadra (esta lo que se llama el CAI) ellos cuidan únicamente al Comandante de la policía y al Alcalde que viven en el mismo barrio, ni se inmutaron y el tipo de la moto muy fresco me apuntó a mi para que no gritara. Cuando busqué a los agentes de la policía y les increpé porque ni siquiera se movieron del lugar, me contestaron que ellos no se podían mover y que lastimosamente ellos sabían de la banda que anda en eso pero que en días pasados hicieron una redada y pararon varia motos de los sicarios identificados y en segundos los agentes de la Policía quedaron rodeados por mas de 50 motos..., que hicieron? salir a perderse, no tienen el personal ni las armas, ni el valor para enfrentarlos, conclusión: Sálvese quien pueda”.

Más del 70% de los barrios de la ciudad son territorio riesgoso. Situación geográfica que se extiende por el crecimiento de las pandillas barriales y la amenaza exponencial por el aumento de las tribus urbanas, agrupación aparentemente inocua de jóvenes que se identifican por la música, la ropa, los tatuajes y las apetencias comunes, pero que sin control pueden engendrar más tarde elementos de violencia. Se necesitan acciones para prevenir la violencia, entre ellas extensión de la educación, porque la falta de escolaridad y la desatención a los menores de edad incrementa a los infractores de las normas vigentes.

(*) Profesor –Investigador, Universidad Santiago de Cali.