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25 ene 2010

Alianzas Armadas Extralegales.


Alberto Ramos G. (*)

En otros conflictos internos la tendencia de las guerrillas es unirse cuando la guerra se prolonga, así ocurrió en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, estas alianzas a veces son frágiles, pero les permite enfrentar al ejército institucional. En Colombia las guerrillas de las FARC y el ELN estuvieron coaligadas durante algunos años bajo la Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar, pero se desmoronó la alianza armada. Los terroristas también se alían para intercambiar recursos, la mayor alianza es la de Al Qaeda, una red terrorista internacional para enfrentar a los países atlantistas.

Sobre una eventual alianza entre las FARC y el ELN para el año 2009, de cara a enfrentar la política de Seguridad Democrática más endurecida para la próxima campaña electoral reeleccionista, ambas guerrillas diezmadas por la persecución del Plan Patriota, las desmovilizaciones individuales producidas por agotamiento físico, debilidades familiares, mal trato, o atraídos ante los incentivos otorgados por el Gobierno, habría que decir que, el negocio de la coca que subvenciona la guerra interna les hace abstener de renunciar a los ingresos, para no compartirlos.

Además las zonas de control territorial armado que tienen aún los actores del conflicto, dentro de la guerra de posiciones que conservan, hace complejo y dificulta una alianza sólida de las dos guerrillas más fuertes, porque sus frentes guerrilleros tienen prácticamente “jurisdicción departamental” o bidepartamental, y no sobre todo el territorio nacional, entonces, la supervivencia dentro de ese marco geográfico los obliga a compartir por conveniencia y de manera táctica con otros grupos armados ilegales no ideologizados ni con proyecto político, es decir con bandas emergentes, rearmadas o disidentes, surgidos del proceso de desmovilización paramilitar, y son sólo pactos o acuerdos de guerra transitorios para enfrentar al ejército institucional, pactos no programáticos, ni fusión de proyectos políticos, sólo para mantener la vigilancia y el control sobre la fuente de financiación: la coca. Las alianzas de las FARC o el ELN con estos grupos armados permiten colegir que esa relativa autonomía para decidir evidencia una falta de jerarquía de las cúpulas guerrilleras, el Secretariado y el COCE, sobre los frentes departamentales. Se han presentado alianzas armadas entre las FARC y paras emergentes en el Bajo Cauca antioqueño, o del ELN con ex paras en Nariño y el Cauca, realizando una división del trabajo que consiste en: vigilar los cultivos ilícitos, vender la hoja de coca, para que luego los narcotraficantes la adquieran, procesen y comercialicen.

Los nuevos paras o bandas emergentes y los disidentes al proceso de desmovilización paramilitar, son más susceptibles de aliarse con la guerrilla en zonas cocaleras porque ya no están abiertamente amparados por el Estado, ni prohijados por la clase política parlamentaria de las regiones donde actuaban, porque esa clase política está ya procesada o encartada judicialmente, y ahora se muestran distantes del paramilitarismo. Entonces, una extraña y atípica clase de alianzas se registra entre guerrillas y ex paramilitares, y bandas emergentes o disidentes, o rearmadas sin rumbo ni proyecto político específico (solo delinquen y se financian para mantenerse activos), lo que implica la caotización de la guerra, e impide una alianza seria de la guerrilla con fines subversivos para enfrentar a la Fuerza Pública.

Esas extrañas alianzas se registran por el desclasamiento y desfase que sufren los guerrilleros impreparados ideológicamente cuando se mueven en zonas cocaleras y se relacionan con otros actores armados sin claridad ni proyecto político, pero que, obtienen rentabilidad también en la ilegalidad, esto hace que inclusive, vean fácil el traslado a otro grupo convirtiéndose así en mano criminal transable o adscribible a cualquier empresa de bandas ilegales. De cualquier forma la confusión del conflicto colombiano por la cantidad de actores armados dispersos en lo rural, nos enmarca en la denominación de “nueva guerra”, concepto trabajado por Mary Kaldor, citada por Juan Gabriel Tokatlian, donde el conflicto prolongado y exacer­bado por la globalización lleva a la no distinción entre lucha revolu­cio­naria, crimen organizado y violación de los Derechos Humanos. Es decir, los límites entre estas acciones se vuelven borrosos.

(*) Catedrático de Ciencia Política, Universidad Libre.