Alberto Ramos Garbiras.
El terrorismo es utilizado generalmente con objetivos políticos cuando se trata de actos selectivos antigubernamentales, dando a conocer los reclamos o el rechazo a las decisiones. También se utiliza para aparentar poderío militar, capacidad ofensiva, disponibilidad logística; buscando impactos que hagan ceder al gobernante, ablandar medidas drásticas, neutralizar decisiones de autoridades de las ramas judicial y ejecutiva del poder público, y pretendiendo llegar a vastos sectores poblacionales con el mensaje de la debilidad de la fuerza pública.
El terrorista es un convencido de las razones de su causa, se ha mentalizado para actuar fortaleciendo las ideas o creencias que tenía cuando ingresó al grupo terrorista o a la red; con la dinámica de la militancia puede convertirse en un fanático, o lo contrario, defectar y retirarse por desencanto o desánimo.
La acción terrorista no es improvisada, se planea y calcula, se hace seguimiento a la víctima, se fija un día para ejecutar el acto de sangre, dependiendo de la clase o tipo de terrorismo que se practica; si es selectivo, tienen en la cuenta que no exista alrededor el paso de gente civil inocente que, podría verse afectada; si el terrorismo es indiscriminado, no les importa el daño a la sociedad, solo se fijan en la repercusión y espectacularidad del hecho para lograr ejercer presión al gobernante o líder a quien se le reclama.
Existe una modalidad de terrorismo que no utiliza terroristas militantes sino a personas comunes, ingenuos, desempleados desprevenidos o indocumentados que participan sin saber ni conocer el objetivo del encargo, obran como gancho ciego, son contratados para transportar o entregar el objeto detonante, dejándolo en un sitio o son explotados en el recorrido a control remoto, sin ser kamikazes. Así el grupo terrorista se ahorra la ideologización del sujeto activo, la víctima suicida que no es del grupo y también se ahorran el riesgo