Cuando el populismo es de izquierda existen
unos linderos a veces difíciles de marcar o separar entre progresismo y
populismo. El populismo trata al pueblo como un conglomerado o una masa y no
como una población de ciudadanos. El populismo está indisolublemente ligado al
mesianismo en cualquier forma, izquierda o derecha. Igualmente, en las dos
formas el discurso del populismo es anti-elitista. Los populistas desde uno y
otro lado acuden al nacionalismo o al soberanismo, no siempre, pero en el
discurso de la derecha populista la xenofobia es exacerbada, todo lo pretenden
explicar asignándole la culpa a los extranjeros. Por ejemplo, Donald Trump con
su enfoque supremacista y nacionalista encuentra la razón de la problemática
interna de los EEUU en los inmigrantes musulmanes, africanos, latinos,
mexicanos (los quiere separar con un muro), macartiza a los centroamericanos y
recientemente la ha emprendido contra los colombianos, por desubicación, al ser
un iletrado confunde a Colombia con un país centroamericano.
“… por qué es un problema que el
multimillonario Trump se haga pasar por la voz de los desposeídos: su función
estratégica es evitar que los desposeídos se defiendan ellos mismos. En ese
sentido Trump no se limita a ser incoherente: lo que aparenta ser incoherencia
es el centro mismo de su proyecto. De esta incoherencia se hacen eco dos reacciones
a la victoria de Trump que deberían ser ambas rechazadas por inaceptables y en
última instancia autodestructivas. La primera es la fascinación arrogante ante
la estupidez de los votantes ordinarios que no se dieron cuenta que estaban
votando en contra de sus propios intereses y se creyeron la demagogia
superficial de Trump; la segunda es la llamada a emprender una contraofensiva
inmediata que extrañamente se hace eco de la posición antiintelectual del
propio Trump. Judith Butler ha señalado con gran claridad que, tal como pasa
con todas las ideologías populistas, Trump le está dando al pueblo “permiso para no pensar, permiso para no
tener que pensar. Pensar equivale a pensar en un mundo global muy complejo y él
lo está simplificando todo muchísimo” (Zizek, 2017).
El
investigador Omar Rincón, expresa, hemos sido populistas eternamente porque
seguimos siendo política premoderna. La
cultura política es lo que debe enseñarse a los
jóvenes, una cultura que los emocione para que la practiquen y la promuevan.
Debemos estudiar las culturas políticas, por ejemplo la colombiana es populista
porque el clientelismo lleva décadas siendo practicado por el bipartidismo. El
populismo existe porque no somos capaces de entenderlo. El populismo de Trump
va a cambiar a Estados Unidos y va a hacer que pase algo porque evidencia que
el sistema político no funcionaba. Los populismos, también, son necesarios.
Aquí no los hemos estudiado porque creemos que le hace mal a la democracia, pero
de pronto le hace mucho bien. A Colombia le faltó un populismo democrático que
nos modernizara.
Eric Fassin, sociólogo y catedrático de ciencia
política en la universidad de París-8 Vincennes- Saint-Denis, para identificar
en un país el momento populista hace un esfuerzo teórico en su libro “Populismo de izquierdas y neoliberalismo”,
expone que en realidad hay que ver la palabra “populismo “como un arma más que
como un concepto. Dice que a partir del año 2016 cuando se produce el segundo
dialogo entre Chantal Mouffe y Jean Luc Melenchon, candidato de la Francia
insumisa que compitió con Macrom, se registra el giro de Melenchon, reconoció
haber adherido al populismo de izquierda, venía siendo reacio por el
encasillamiento de populismo con la derecha de los Le Pen. Afirma Eric Fassin,
no se trata solamente de una “explosión”, o sea de un hecho empírico; este
momento (populista) es también, para la filósofa (Mouffe) y para los políticos
que en él se inspiran, una oportunidad que no hay que dejar escapar. Significa
que este concepto está cambiando de signo: ya no es obligatoriamente negativo.
“Casi se
podría hablar de una inversión del estigma, tanto en el análisis filosófico
como en el discurso político. El populismo ya no es exclusivamente una injuria,
la etiqueta puede adoptar un carácter positivo. Ya no es necesariamente
percibido como el revés demagógico de la Democracia; en adelante puede
presentarse como una forma de renovación democrática, incluso dentro de la
izquierda”. (Fassin, 2015)
La gente
no se siente representada y por ello acude a defender los intereses sectoriales
de su entorno, trabajo y sobrevivencia. En estas circunstancias los sectores
sociales sin ser parte de los aparatos de los partidos políticos, sin ser
movimientos políticos, ni sociales (aunque sus miembros tuvieran alguna
conexión), porque son sujetos políticos, se convierten en estas circunstancias
en actores claves para los nuevos cambios político- administrativos. Quien sepa
convocarlos para las elecciones regionales o locales puede ampliar su espectro
de acción electoral sumándolos a la alianza conformada, o coalición lograda. En
el caso de las religiones, desde la ideología espiritual que portan, son
atraídos o usados por las iglesias que deciden formar un partido o un
movimiento político.
Veamos como a partir de una ideología, la
religión, existen múltiples sectores sociales que componen la feligresía. La
religiosidad no produce o construye una clase social porque estos feligreses
también provienen de diferentes clases sociales; pero de la articulación de esos
sectores sociales y clases sociales bajo una iglesia, sobre todo las iglesias
cristianas, resultan movimientos políticos liderados por pastores y aparecen
partidos políticos, sus líderes/pastores llegan al Congreso y a los cuerpos
colegiados, o cargos de elección popular. Desde la iglesia católica existe una
relación con la política, no de militancia o afiliación partidista en
directorios o sedes políticas, sino de identificación y apoyo con los
gobiernos, sobre todo con los conservadores, en el caso colombiano, ligados al
tríptico tradición, familia y propiedad, mezclan la teología y la política, y
tienden a inclinarse por el acento teocrático en las decisiones de las
políticas públicas. Se ha visto además que varios sacerdotes se retiran de sus
congragaciones y emprenden campañas políticas en los pueblos donde han sido
párrocos.
En momentos con esas características puede
aflorar un populismo democrático, o un populismo progresista; Chantal Mouffe,
citando a su esposo Laclau, expone que el populismo es una forma de construir
lo político y que no está asociado a contenidos ideológicos específicos o a
prácticas de grupos particulares. Se trata exclusivamente de un modo de
articulación de demandas que pueden ser de diversa naturaleza. Es un modo de
articulación que opera según una lógica equivalencial cuyo resultado es la
creación, a través de una cadena de equivalencias entre una multiplicidad de
demandas heterogéneas, de un pueblo. El profesor Errejón refiriéndose a las
posiciones en el tablero expone que, se construyen discursivamente, por
agrupaciones del tipo amigo/enemigo y se negocian permanentemente. Siendo así,
el discurso populista es el que unifica posiciones y sectores sociales muy
diversos en una dicotomización del campo político que opone a las élites
tradicionales al pueblo, o nuevas ciudadanías, como construcción por la cual
los sectores subalternos reclaman con éxito la representación de un interés
general olvidado o traicionado. (Errejón y Mouffe, 2015).
Veamos
como en Colombia un militar que llegó al poder, el General Rojas Pinilla,
invitado por las élites del bipartidismo para gobernar y controlar la violencia
desatada desde finales de los años 40s, asumió el gobierno con un “golpe de
estado atípico”, y resultó al final del mandato 1953-1957 practicando dosis de
populismo que lo hicieron prestigioso; aplicó como católico sensible la
doctrina social de la iglesia, se inspiró en Jesucristo y Simón Bolívar, los
medios de comunicación lo inflaron como pacificador y luego lo homologaron como
libertador, al final le imputaron actos de corrupción; luego fue procesado
desde a Cámara de Representantes, querían como expresó Alberto Valencia
Gutiérrez, en su investigación, La invención de la desmemoria, hacerle una
especie de ritual orientado a cerrar definitivamente las posibilidades de
regreso del militarismo y el populismo, como alternativas políticas en
Colombia. El Tribunal Superior de Cundinamarca lo absolvió, el Senado avaló
este fallo judicial, y Rojas Pinilla se recompuso en imagen, creciendo electoralmente.
El Ex General fundó en su momento la ANAPO, una tercera fuerza política.
Jorge
Giraldo Ramírez, doctor en filosofía, apoyado en reflexiones de César Ayala,
escribió que, “Durante los años sesenta
se decantó lo que, siguiendo a Daniel Pecaut, podríamos llamar el tercer
momento populista de la historia colombiana. Se acumularon los nombres, los
mitos y los agravios. El discurso de la ANAPO se perfeccionó y se actualizó. De
un lado, un programa amplio de nacionalizaciones en el sector primario de la
economía, controles al capital extranjero, una noción vaga respecto al problema
agrario centrada en la colonización y la infraestructura vial, educación y
salud gratuitos, y una política de vivienda. Del otro, e Anapismo incluyó la
narrativa tercermundista y, de contera, las consignas antiimperialistas y otras
expresiones forjadas en el marxismo. Cuando el MRL empezó a resquebrajarse en
1964, la Anapo recibió a gran parte del
radicalismo liberal, los restos del gaitanismo y sacerdotes de la teología de
la liberación, configurando un populismo polifónico” (Giraldo, 2018)
Por: Alberto Ramos Garbiras | Con especialización en Derecho Constitucional
de la Universidad Libre Seccional Cali;
Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); Doctorado en Política
Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de
derecho internacional en la Universidad Libre.
Bibliografía:
Fassin Eric. “Populismo de izquierdas y
neoliberalismo”. Libro producido por editions Textuel de París (2017), y Herder
Editorial, de Barcelona (2018), imprenta Reinbook, España, 2018.
Giraldo Ramírez Jorge. “Populistas a la
colombiana”. Libro editado por la
colección DEBATE, del grupo editorial Penguin Random House; primera edición,
Bogotá, mayo del año 2018.
Zizek Slavoj. “La tentación populista”. Ensayo
dentro del libro “El gran retroceso”, un debate internacional sobre el reto
urgente de reconducir el rumbo de la Democracia. Editorial Seix Barral,
compilación de ensayos de 17 autores,
edición original en alemán, primera edición para Colombia, Editorial Planeta,
mayo de 2017.