Buscar este blog

5 abr 2023

La Pasión de Cristo: condena sin un debido proceso

 Texto de  Alberto Ramos Garbiras.

En La Pasión de Cristo, Mel Gibson, con la colaboración de Benedit Fizgerald, documentándose en los 4 evangelios, e investigaciones de monjas teólogas de los siglos XVII y XVIII, María Agreda (española), y Ana Catalina Emnerich (francesa), nos muestran a un Jesús traicionado, vejado, abandonado por sus seguidores y sacrificado en  la cruz, como sabían matar los romanos ocupantes de varios territorios. Jesús, víctima de un imperio esclavista que cosificaban las personas en aras de aumentar la riqueza de un modo de producción cruel, avasallante; Roma conquistó y sometió territorios imponiendo ese modo de esclavitud.

La crucifixión era la pena de muerte aplicada en la época del emperador Tiberio, y desde antes, durante el gobierno de los triunviros enfrentados entre sí durante la última fase de la República romana: Así crucificaron a Espartaco. Un esclavo de Tracia que los derrotó varias veces, lo asesinaron junto a 6.000 guerreros (algunos ex gladiadores), los crucificaron exhibiéndolos en la vía Apia, camino que unía a Roma y Capua. Amedrentamiento para aplastar la rebelión espartaquiana. Inclusive en el siglo primero antes de nuestra era un Rey Macabeo había hecho crucificar a 800 fariseos.

Jesucristo no tuvo un juicio apropiado, por lo tanto no contó con un debido proceso. Lo acusaron e inflaron o exageraron su “falta”; buscaron al Procurador Poncio Pilatos, cabeza visible del ejército invasor, las dudas acerca de la acusación lo condujeron a remitirlo ante Herodes Antipas, gobernante nativo de Galilea, quien lo devolvió a Pilatos. Los judíos preocupados por la fama de Cristo y las muchedumbres que lo aclamaban ante las sucesivas sanaciones, lo atacaron vilmente para eliminar la competencia.

Jesús no se defendió con contundencia ante la Junta Suprema donde fue llevado por los oficiales del templo; ni ante Poncio Pilatos, ni ante Herodes, ambos lo interrogaron, y en vez de esgrimir su evangelio para despejar las dudas y contrarrestar a los instigadores y conspiradores, contestó sin rechazar las acusaciones. Aseguraron con insistencia que Jesús estaba alborotando la nación, llamando a no pagar impuestos al emperador y proclamándose mesías (San Juan, 23-2).

 No hubo debido proceso, ni oral y menos escrito; no tuvo defensor público; los vilipendios de los    judíos, sacerdotes del sanedrín y escribas pudieron neutralizar a Pilatos que, al principio quería soltarlo por solicitud de su esposa Claudia; Pilatos les dijo: “no encuentro en él ningún delito que merezca la muerte”. Los judíos, jefes de los sacerdotes enardecieron a Poncio Pilatos diciéndole que, si lo dejaba libre no era amigo del Emperador. Cualquiera que se hace rey, es enemigo del emperador (San Juan 19.12). Y ante Herodes después de varias preguntas el nazareno no contestó nada (San Lucas 23-9). Jesús prefirió el sacrificio, una forma de perpetuarse para que se difundiera o propalara lo que ya había predicado: es decir, para fundar su iglesia.

Durante el imperio de Tiberio, primero de la dinastía Julio-Claudina ya estaba restaurada la religión tradicional desde el reinado de Augusto. “sus sucesores se sirvieron de esta religión   oficial como vehículo para integrar los territorios del imperio en una unidad no solo política, sino también cultural y espiritual. Pero la tradicional tolerancia romana en materia religiosa no puso obstáculo a la libre proliferación de cultos y creencias, en tanto no fueron considerados subversivas desde el punto de vista político” (Roldán Hervas). En ese momento la religión oficial de los romanos era la adoración de las divinidades del panteón Romano, como Dioses tutelares del Estado (era una sociedad politeísta), sumada a la actitud de rendir culto al Emperador divinizando en todos los territorios del imperio por un decreto del senado. Así, Pilatos cedió y cambio su posición cuando los judíos le endilgaron que si dejaba libre a Jesús sería ponerse en contra del emperador.

Jesucristo fundó una religión en Judea, un territorio invadido por los romanos durante la dinastía de los macabeos que ya había sido dominado por el imperio Babilónico y el Imperio Asirio. El cristianismo surgió como un desprendimiento de la religión Judía, monoteísta también que, realizaban los oficios divinos en el templo construido en Jerusalén, oficios dedicados al Dios único Jehová. Las sectas judías nuclearon a los estratos sociales en esenios, saduceos, fariseos y celotas; al estar invadidos eran esclavos de Roma. Jesús pertenecía al estrato social más bajo, los celotas, pero su concepción religiosa, sus disquisiciones filosóficas (Hans Kelsen afirmó que la predica de Jesús tuvo como contenido más importante la justicia), y su postura de amor al prójimo invocando el perdón como justicia interpersonal, esto lo acercaba al ideario de los esenios; “respetuosos del antiguo testamento cuyo mandamientos cumplían con devoción, se regían por una serie de severas normas (…) se trataba de interpretar el antiguo testamento, lo cual pudo originar divergencias en la enseñanza de los diferentes grupos. De tal mezcla de ideas y opiniones surgió, luego, la escuela de los primeros cristianos” (Ladislav  Varcl).

Los celotas eran partidarios de enfrentar militarmente a los romanos. Barrabás eran un cabecilla celota que en algún momento pretendió aliarse con Jesús para engrosar su aparato guerrillero. Franco Zeffirelli narra este pasaje en su película, pero Jesús rechaza esa coalición. Afirma el historiador   Ladislav Varcl  que “los celotas formaron desde el comienzos del siglo I un grupo cuyo programa político incluía la expulsión de los ocupantes, mediante la lucha armada. Su acción revolucionaria estaba también dirigida contra los judíos que colaboraban con los romanos (…) los celotas mantuvieron su prestigio mientras obtuvieron la lucha contra la libertad. Sin embargo, cuando los ejércitos romanos comenzaron a triunfar se culpó a los celotas de la catástrofe nacional judía. El desastre de la guerra de liberación parecía dar la razón a quienes buscaban en el Mesías algo distinto que eliminara la opresión romana, a quienes esperaban el reino de Dios en la tierra”.

Jesús no fue un subversivo a pesar de ser de origen celota, ni fue un terrorista en el lenguaje de hoy, ni un bandido, pero se le acuso de alborotar la población, argumentó, “mi reino no es de aquí (…) yo nací y vine al mundo para decir la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad me escuchan” (San Juan 18. 35-37). Indefenso, sin reaccionar, blasfemado, escupido, sometido al escarnio público, flagelado y ultrajado lo observamos durante toda la película de MeL Gibson, un fresco histórico, del género: época.

Esta película en su guion plantea escenas y diálogos extractados con una precisa combinación, fiel a las narraciones descritas en los cuatro evangelios; va insertando flash back, o planos de retroceso, sobre los actos de Jesús para atenuar el martirio, hicieron falta insertos cortos sobre otras acciones pasadas; pero Gibson se centra en la crueldad perpetrada contra él en las ultimas doce horas, desde que lo arrestan en el  huerto cerca al arroyo de cedrón.