Un texto de Alberto Ramos Garbiras*
La crisis generada por el Covid-19 desenmascaró a los mercachifles de la salud. Un sistema nacional de salud sin fortalezas, con una red hospitalaria erosionada, con total desatención de los usuarios de las EPS y precaria atención en el SISBEN que se nutre de los aportantes de las EPS.
Los derechos sociales surgen a partir 1918 en
la segunda generación de derechos, o segunda ola de constitucionalización de
derechos en los estados democráticos, después de las revoluciones rusa y
mexicana, son derechos complementarios a los derechos humanos y sin ellos la
vida de la población se hace calamitosa: derecho a la salud, educación,
vivienda, familia, recreación, etc., sobre estos derechos se erigieron luego
los estados del bienestar y se fortalecieron en el discurso los partidos
socialdemócratas. La salud como derecho social en Colombia es una asignatura
pendiente.
Las cifras de la pobreza en Colombia y la
desatención en la salud podrían resumirse en estos datos. Según el DANE un 19%
de la población vive dentro de la órbita de la pobreza multidimensional,
existiendo más pobreza en los departamentos de Guainía, Guajira, Chocó, Norte
de Santander y Caquetá. En total la pobreza rural llega al 39%. Pero la
medición desde la óptica de pobreza monetaria (se calcula según los ingresos),
registra que el 27% de la población es pobre, es decir unos 13 millones de
colombianos que ganan hasta $257.000 mensuales, y un 7% sobrevive dentro en la
pobreza extrema, con ingresos hasta de $117.000 mensuales, más o menos 7
millones y medio de personas. Respecto a la atención en salud, las EPS no les
pagan oportunamente a los hospitales y estos funcionan con desajustes; el
Gobierno nacional desde el Ministerio de Salud debería establecer un
procedimiento para girarle directamente a los hospitales evitando ese manoseo
de las EPS que retienen los dineros y estrangulan la red hospitalaria. Es una
maraña de incumplimientos, descoordinación, corrupción, venalidad que va desde
las fallas en ADRES, (antigua FOSYGA), pasando por las IPS, las EPS, los
proveedores; inclusive la Superintendencia de Salud reconoce prácticas de
corrupción en toda la cadena, pero no corrigen; así los 52 billones anuales
aplicados al sector salud terminan con desatenciones a los colombianos
indefensos ante esa maraña letal.
Un aparato de salud diseñado para enriquecer a
los particulares montados en el rodaje comercial, trazado para negar los
medicamentos con un NO POS concebido a través de resoluciones graduales del
Ministro de turno y sus cómplices; los capos de las EPS capitalizando y
evadiendo los servicios y la gente sufriendo con sus enfermedades sin atención,
despreciando los aportes o pagos y desconociendo los requerimientos médicos
prescritos, o instruyendo a los médicos para que no receten los medicamentos de
mayor valor. El desagüe, la malversación de los dineros captados no deja
reflejar un buen servicio para los amparados por el SISBEN (aquellos que no
pueden cotizar); mientras los que aportan a las EPS que sostienen al SISBEN, son
mal atendidos, teniendo que volver a pagar para lograrlo a través de la
medicina prepagada. Esto debe cambiar, exigiendo las veedurías con la
terminación de los procesos judiciales pendientes para que devuelvan los
dineros robados al sistema de salud por esas prácticas de saqueo crónico.
Este virus Covid-19 fue distribuido y
esparcido, principalmente, por el tráfico aéreo mundial que deviene de la
globalización económica, los negocios y el turismo, por esa vía llegó a varios
países de manera rápida. Impedir la aeronavegación comercial era imperioso
desde los primeros días, pero se hizo tardíamente. Pese a ello, esta medida y
las cuarentenas sanitarias han servido para aplanar la curva de las
infecciones, pero los portadores domésticos ya se habían convertido en
reproductores.
Esta plaga globalizada nos lleva a la reflexión
sobre otras plagas en la historia transportadas en barcos mercantiles de la
antigüedad más el mercado esclavista, conllevó a la peste Antonina, con el
sarampión. Más tarde la plaga de la época de Justiniano (años 541–542 D.C),
originada en Constantinopla por el tráfico marítimo desde Eurasia, cuando los
vectores eran las ratas y las pulgas, la viruela japonesa (año 735 D.C),
originada por el tráfico pesquero en Asia; la peste negra aparecida en medio de
las cruzadas medievales por el traslado de tropas a través de la ruta de la
seda hasta llegar a Crimea; o la viruela (año 1520) transmitida por los
conquistadores españolas infectando a las comunidades indígenas de
Latinoamérica desde México para abajo. Y otras plagas regadas por varios países
como efecto del comercio ampliado, las guerras de invasión, intromisiones
abusivas, conquistas o vasallajes. Así sucedió con los diferentes brotes de la
peste bubónica.
El traspaso de fronteras, los intereses
geopolíticos por la posesión o dominio de territorios, los intercambios
comerciales, las malas prácticas sanitarias, falta de tratamiento a los
excrementos humanos, la no potabilización del agua, la alteración
medioambiental; son factores que se encuentran en la extensión de pestes y
plagas en la historia, como la peste de Londres (1665–66), la peste rusa
(1770), el cólera (1817–1923) iniciado durante las ocupaciones territoriales
napoleónicas; la fiebre amarilla transmitida por vectores acarreados durante el
intenso mercado de esclavos de África a América para someterlos a trabajos
forzados gratuitos para los terratenientes en las colonias; la gripe española
de 1918 producto de la primera guerra mundial, las prácticas insanas en la
salud, la destrucción de hábitats; y otras pestes como la gripe asiática
(1957), la gripe de Hong Kong (1968), el Sida-VIH que empezó en 1981, el SARS
(2002), la gripe porcina (2009), el MERS (2012), el Ébola (2014), y ahora otro
coronavirus, el Covid-19. En estas últimas pestes la relación es zoonótica
(transmisión de animales a humanos), por la alteración de los entornos de la
fauna silvestre o indebidas prácticas pecuarias. Cuatro pestes han tenido
origen en China: La peste bubónica, la gripe asiática, el SARS y el Covid-19.
Si las enfermedades endémicas, las epidemias y
las pandemias han existido, por qué Colombia no tiene una política pública de
gestión del riesgo de epidemias que hoy funcione (prevista esa política pública
por el Ministerio de Salud y la UNGRD), para haber sido aplicada en medio de la
pandemia con el Covid-19. Por lógica existe una estrecha relación entre salud y
gestión del riesgo, lo cual permite evitar una catástrofe sanitaria que golpea
la salubridad de todo un país. La pandemia es, además, una mega catástrofe que,
cualquiera sea el nombre con el que bauticen un virus, si hay prevención,
planeación y dotaciones médicas, se puede enfrentar. Pero la mezquindad de la
clase política y los empresarios que corrompieron el andamiaje institucional de
la Ley 100 de 1993 llevó al latrocinio y desmantelamiento del sistema, por eso
el alto grado de desatención y muertes en Colombia ha sido un ringlero de
injusticias.
Una gestión del riesgo en salud debe estar
ligada al saneamiento ambiental y a la conservación de los recursos naturales
(las dos tareas no se hacen bien en Colombia), pero no existen plantas de
tratamiento de aguas residuales en todos los municipios, ni rellenos
sanitarios; se produce explotación irracional de minerales que afecta los
ecosistemas; y la cobertura en la salud de los colombianos en insuficiente. No
se evalúa ni considera la salud en el contexto donde viven los pacientes,
midiendo los hábitats y sus condiciones de vida; basta mencionar un caso: los
pobladores en medio de los extensos cultivos de caña, agredidos por las quemas
y la fumigación. El estudio de las epidemias pasadas debería servir para
corregir defectos, evaluar las insuficiencias en la atención médica, mejorar
los entornos, a fin de evitar nuevos brotes o rebrotes de estas: ni siquiera se
ha podido impedir la extensión del dengue.
El objetivo 3 de los ODS (Objetivos de
Desarrollo Sostenible) de la ONU, sobre Salud y Bienestar, según la misma
página Web del PNUD, “toma en cuenta la ampliación de las desigualdades
económicas y sociales, la rápida urbanización, las amenazas para el clima y el
medio ambiente, la lucha continua contra el VIH y otras enfermedades
infecciosas…la cobertura universal de salud será integral para logar el ODS3,
terminar con la pobreza y reducir las desigualdades”. La misma ONU anuncia en
sus páginas: Mejorar el saneamiento y la higiene, aumentar el acceso a los
servicios médicos, reducir la contaminación ambiental. Pero en Colombia
llevamos 4 años de aprobados y firmados los ODS, un compromiso internacional
incluido en los planes de desarrollo y la situación en el sistema en salud
sigue navegando en la turbulencia de la corrupción.
El aislacionismo no es la solución final para
evitar la expansión de plagas porque volveríamos a la autarquía
(autoabastecimiento dentro del mismo país), hoy es difícil aislarse del mercado
mundial, pero deben regularse los intercambios, los controles extremarse, y más
rigor aduanero. La solución debe encontrarse en fortalecer los sistemas de
salud, ampliar la cooperación internacional en esta materia con instituciones
fuertes del multilateralismo (OEA, UNASUR…) y más presencia de la OMS, y
seriedad de la ONU con menos burocracia parasitaria, y no alterar los
ecosistemas, igual que respetar la fauna silvestre.
Ante el actual estado de cosas, el Centro de
Pensamiento Estratégico Democracia y Posconflicto, CPE, de Cali, integrado por
profesionales de diferentes disciplinas, académicos, analistas e investigadores
sociales, convocó al Gobierno nacional, al Congreso de la República, los
partidos políticos y las organizaciones gremiales y sociales de los
colombianos, a emprender un gran debate nacional que conduzca a la proclamación
de un gran pacto social para enfrentar la pandemia y la crisis social y
económica en el mediano y largo plazo. Entre las 4 propuestas reclama reformar
el sistema de salud para garantizar la vida de todos y garantizar el mínimo
vital integral (Renta Básica) a los colombianos que lo requieran.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) de la
ONU contempla como meta la salud universal o cubrimiento sin distingos en la
población y la llama este programa: Free Health care countries (países con
atención en salud libre); pero todo se derrama en palabrerías porque en
Colombia no hemos visto a la OMS monitoreando y exigiendo el cumplimiento del
Objetivo 3. El Centro de Pensamiento Estratégico de Cali, ha estudiado que
muchos países tienen servicios de salud gratuito y los Estados no se
desfinancian. Podemos citar los casos de Alemania, Francia, Noruega, España,
Islandia, Suecia, Reino Unido, Japón, Austria, Andorra, Omán, San Marino,
Malta, Singapur, Portugal, Mónaco, entre otros. Unos funcionan con un Fondo de
Salud Nacional, soportado en los aportes de los empleadores y dineros del
Estado; otros con hospitales en un 90% de gestión pública; o con fondos del
Gobierno y el sector privado; otros donde la consulta es gratuita y el Estado
les paga a los médicos con los impuestos aplicados, y los medicamentos si los
compra el paciente; en Islandia por ejemplo la salud es gratuita, hay contribuciones
de los empleados en poca monta. El estado cubre los faltantes, no hay
hospitales ni proveedores privados, todo está regulado; en Suecia los fondos
reservados para la salud se toman de los impuestos; igual que en el Reino
Unido, etc.
La pregunta que uno puede hacerse es esta:
¿Cómo un virus logra desenmascarar a la clase política corrupta, a los
mercachifles de la salud y dejar en vilo al neoliberalismo? La respuesta breve
que daría para varios artículos e investigaciones es esta:
1). Desenmascaró a la clase política corrupta
porque quedó en evidencia el alto nivel de desigualdades y de una sociedad
inequitativa donde la pobreza extrema es superior a las cifras oficiales; clase
política que ha saqueado las arcas oficiales durante muchas décadas arrasando
con la base económica para ser aplicada a la justicia social.
2). A los mercachifles de la salud porque el
sistema nacional de salud no tiene fortalezas, la red hospitalaria gradualmente
fue erosionada, desatención de usuarios de las EPS y precaria atención en el
SISBEN que se nutre de los aportantes de las EPS. La escala de gradación bien
concebida, pero la red de atención burlada.
3). El neoliberalismo como fase superior del
capitalismo llevó a la concentración excesiva de la riqueza, empobreció a
inmensas capas de la población, alentó el precariado, se apoderó del mercado
arrinconando al Estado como prestador de servicios y sin ejercer regulación
sobre esos servicios antes públicos facilito la negación y goce de los derechos
sociales.
Esta peste virosa que estamos padeciendo
producirá al salir de la crisis un cambio ineluctable del sistema de salud en
Colombia, y un cambio de los manejos políticos, de los partidos y de las formas
de administrar el aparato del Estado.
* Magíster en Ciencia Política (Universidad
Javeriana); PhD en Derecho Público con énfasis en Política Latinoamericana,
Universidad Nacional de Madrid (UNED – España); profesor de derecho internacional
en la Universidad Libre.