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2 sept 2019

La PAZ truncada


Por: Alberto Ramos Garbiras*

Todas las normas que han buscado solucionar el conflicto, expedidas hasta hoy por congresos y gobiernos anteriores (leyes y decretos), no han sido suficientes. Ni las leyes de orden público, ni el derecho de excepción de estados de sitio o conmoción interior: o se ha fracasado por los enemigos agazapados. El derecho para la paz es necesario a fin de llegar a ella, pero no copa todo. En Colombia el gran problema no es la falta de normas, es que no se cumplen y las  requeridas para atacar de fondo las problemáticas, no se expiden. O las torpedean por intereses oscuros. La implementación de los acuerdos de Paz tramitados en La Habana, firmados en Cartagena y reiterados en el teatro Colón fueron saboteados, ahora tenemos: La paz truncada.

 El problema central estriba en la prohibición de la cocaína. Mientras no se legalice la producción (como se hizo con el tabaco en la colonia, con el whisky en EEUU y con otras sustancias, la marihuana en Uruguay y otros estados), seguirá la guerra y la violencia multiplicada, metamorfoseada y expandida en las ciudades.

Todos los cálculos de Colombia para marchar hacia el progreso se ven truncados por la no terminación real del conflicto armado: la agricultura interna, las exportaciones, los cumplimientos del TLC, la ampliación de cobertura para  la educación superior, etc. No solo por las ingentes sumas de dinero para enfrentar la guerra interna con el ELN con las disidencias de las FARC y ahora con el rearme de miembros del secretariado (Márquez, Santrichh y cabezas visibles de frentes durante largo tiempo), sino también por la desinstitucionalización que crea al tener vastas zonas rurales en guerra con paramilitares, Bacrim y mafias armadas espantando al campesinado.

Los procesos de paz mal llevados quedan mal concluidos y los actores armados desmovilizados vuelven a rearmarse. La reinserción debe brindar garantías para no ser hostigados después, estigmatizados ni perseguidos, pudiéndose llegar a la normalización. Aún muchos desmovilizados de las FARC esperan se cumpla con la implementación de los acuerdos de La Habana; implementación saboteada por los partidos políticos y los terratenientes que no quieren ceder en la flexibilización de la tierra y que callan ante el exterminio de líderes sociales. El rearme de las FARC es culpa de todos los que han saboteado la PAZ, también es culpa de los actores de ambas partes (guerrilla y clase política) que no se alejan del negocio de las drogas.

 En esta última fase de las guerras que hemos tenido, 54 años enfrentando las guerrillas (FARC, ELN, M-19, EPL, PRT, Quintìn Lame, etc.). Colombia ha sufrido múltiples formas de violencia, no solo con la subversión sino con grupos armados delicuenciales armados y no armados que, se han movido y financiado alrededor de la corrupción estatal saqueando la hacienda pública de Ministerios, alcaldías y gobernaciones; los grupos que se enriquecieron con el tráfico de las esmeraldas, la producción de marihuana, la coca, el contrabando, las mafias de los alucinógenos, la trata de blancas, el blanqueo de dineros, la minería ilegal. La guerra como negocio para muchos que no la dejan acabar; pero es una guerra inútil para la mayoría de los colombianos porque la economía durante más de 54 años nunca ha podido estabilizarse. Sin contar la violencia de los años 50s que fue alentada por los partidos políticos, después del extermino del movimiento gaitanista.

Sin lograr la paz el Estado de Derecho no funciona, constitucionalmente queda como un enunciado una norma rectora o una aspiración pero sin efecto real. 54 años de enfrentamiento con la guerrilla de las FARC, sin menospreciar las desmovilizaciones de grupos y las graneadas, más todos los esfuerzos de procesos abortados, esos años han desangrado al país en vidas y recursos económicos. Las partes, Gobierno y guerrilla, estaban fatigados de la guerra interna, ese fue el factor favorable que permitió abrir el proceso de paz. Los daños causados mutuamente también los impulsaron a frenar la continuidad de los combates. Ahora por los saboteos a la implementación y por la terquedad de muchos se reaviva el conflicto. Debemos defender la PAZ a toda costa para evitar otra oleada de crímenes.

(*)Magister en ciencia política, Universidad Javeriana.