Por: Alberto Ramos Garbiras*
Todas las normas que han buscado solucionar el
conflicto, expedidas hasta hoy por congresos y gobiernos anteriores (leyes y
decretos), no han sido suficientes. Ni las leyes de orden público, ni el
derecho de excepción de estados de sitio o conmoción interior: o se ha
fracasado por los enemigos agazapados. El derecho para la paz es necesario a
fin de llegar a ella, pero no copa todo. En Colombia el gran problema no es la
falta de normas, es que no se cumplen y las
requeridas para atacar de fondo las problemáticas, no se expiden. O las
torpedean por intereses oscuros. La implementación de los acuerdos de Paz
tramitados en La Habana, firmados en Cartagena y reiterados en el teatro Colón
fueron saboteados, ahora tenemos: La paz truncada.
El
problema central estriba en la prohibición de la cocaína. Mientras no se
legalice la producción (como se hizo con el tabaco en la colonia, con el whisky
en EEUU y con otras sustancias, la marihuana en Uruguay y otros estados),
seguirá la guerra y la violencia multiplicada, metamorfoseada y expandida en
las ciudades.
Todos los cálculos de Colombia para marchar
hacia el progreso se ven truncados por la no terminación real del conflicto
armado: la agricultura interna, las exportaciones, los cumplimientos del TLC,
la ampliación de cobertura para la
educación superior, etc. No solo por las ingentes sumas de dinero para
enfrentar la guerra interna con el ELN con las disidencias de las FARC y ahora
con el rearme de miembros del secretariado (Márquez, Santrichh y cabezas
visibles de frentes durante largo tiempo), sino también por la
desinstitucionalización que crea al tener vastas zonas rurales en guerra con
paramilitares, Bacrim y mafias armadas espantando al campesinado.
Los procesos de paz mal llevados quedan mal
concluidos y los actores armados desmovilizados vuelven a rearmarse. La
reinserción debe brindar garantías para no ser hostigados después,
estigmatizados ni perseguidos, pudiéndose llegar a la normalización. Aún muchos
desmovilizados de las FARC esperan se cumpla con la implementación de los
acuerdos de La Habana; implementación saboteada por los partidos políticos y
los terratenientes que no quieren ceder en la flexibilización de la tierra y
que callan ante el exterminio de líderes sociales. El rearme de las FARC es
culpa de todos los que han saboteado la PAZ, también es culpa de los actores de
ambas partes (guerrilla y clase política) que no se alejan del negocio de las
drogas.
En esta
última fase de las guerras que hemos tenido, 54 años enfrentando las guerrillas
(FARC, ELN, M-19, EPL, PRT, Quintìn Lame, etc.). Colombia ha sufrido múltiples
formas de violencia, no solo con la subversión sino con grupos armados delicuenciales
armados y no armados que, se han movido y financiado alrededor de la corrupción
estatal saqueando la hacienda pública de Ministerios, alcaldías y
gobernaciones; los grupos que se enriquecieron con el tráfico de las
esmeraldas, la producción de marihuana, la coca, el contrabando, las mafias de
los alucinógenos, la trata de blancas, el blanqueo de dineros, la minería
ilegal. La guerra como negocio para muchos que no la dejan acabar; pero es una
guerra inútil para la mayoría de los colombianos porque la economía durante más
de 54 años nunca ha podido estabilizarse. Sin contar la violencia de los años
50s que fue alentada por los partidos políticos, después del extermino del
movimiento gaitanista.
Sin lograr la paz el Estado de Derecho no
funciona, constitucionalmente queda como un enunciado una norma rectora o una
aspiración pero sin efecto real. 54 años de enfrentamiento con la guerrilla de
las FARC, sin menospreciar las desmovilizaciones de grupos y las graneadas, más
todos los esfuerzos de procesos abortados, esos años han desangrado al país en
vidas y recursos económicos. Las partes, Gobierno y guerrilla, estaban
fatigados de la guerra interna, ese fue el factor favorable que permitió abrir
el proceso de paz. Los daños causados mutuamente también los impulsaron a
frenar la continuidad de los combates. Ahora por los saboteos a la implementación
y por la terquedad de muchos se reaviva el conflicto. Debemos defender la PAZ a
toda costa para evitar otra oleada de crímenes.
(*)Magister en ciencia política, Universidad
Javeriana.