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24 jun 2019

Retorcimientos a la interpretación.


En Venezuela desde Hugo Chávez (1999/2013) funcionó con sobresaltos el socialismo del siglo XXI con un revestimiento bolivariano; Hugo Chávez con su práctica neopopulista de izquierda protegió con el asistencialismo social a vastos sectores de los estratos 1,2,y 3  que lo veneraban; dividió a la sociedad venezolana, expropió a los ricos; hizo una interesante reforma agraria; movilizó a las masas populares cada que se le antojó; disminuyó la presencia de los partidos envejecidos, Adecos y Copeyanos; propaló las ideas del socialismo del siglo XXI; lideró un proceso de política exterior con aliados económicos en el ALBA contra el ALCA y los TLC inicuos; convirtió a los militares en nacionalistas-progresistas; nucleó a varios presidentes de izquierda de América Latina, pero sobre todo revivió el pensamiento de Simón Bolívar, sacándolo del siglo XIX para ubicarlo en el siglo XXI con todos sus discursos, frases y pensamiento: Utilizó el imaginario bolivariano para armarse él como un “segundo libertador”.

 La multitud de cachuchas rojas llenando las calles de Caracas, las largas colas ante el ataúd de Chávez, el llanto colectivo, las frases en defensa de su obra, el sectarismo destilado, fueron indicadores palmarios de ese imaginario. En ciencia política se entiende por imaginario político el conjunto de ideas, nociones, líneas de pensamiento, pasiones, orientaciones y actitudes que forma y deja un líder de un partido o movimiento. Estos componentes asimilados por sus seguidores en el curso de la práctica política pueden permanecer muchos años en la mente de los militantes y simpatizantes, y convertirse en el sustrato del partido político tomado por los dirigentes de relevo.

El imaginario político generado por la conducta del líder es utilizado y es reproducido por los segundos de abordo, explotado y utilizado con fines electorales para tratar de mantener las mayorías que dejó el líder al morir, e intentar sostener la cohesión ideológica. En los movimientos populistas es más fuerte este imaginario porque es lo único que queda como asidero de la dirigencia supérstite. El líder es idolatrado; al desaparecer el mesías de la vida física, tratan de sostener su presencia con consignas y la invocación permanente de su nombre apoyados en la reproducción de su imagen e insistiendo en las ideas expuestas. El mesías pasa a ser un fetiche, lo siguen adorando para conservarlo ante la mirada de todos en urna de cristal. Se sostienen con la imagen del líder, o dilapidan todo lo construido.

 El Presidente Hugo Chávez había vuelto a ganar las elecciones (2013) para otro período pero no pudo posesionarse. La Constitución venezolana prevé en el artículo 231 que de no producirse este hecho, tomará el mando el Presidente de la Asamblea Legislativa (Congreso) y citará a elecciones dentro de los 30 días siguientes. También estipula que, de no hacerse la posesión ante el Congreso, se hará ante el Tribunal Supremo. La interpretación que dieron los chavistas fue, la posesión diferida, esperando la recuperación de Chávez. Y evitaron la posesión de Diosdado Cabello, no por desconfianza con él, sino para evitar concurrir otra vez a elecciones. El Tribunal Supremo que sufrió recortes cuestionados, fue más allá en la interpretación, explicando que el triunfo de Chávez en las urnas lo hace mandatario otra  vez sin necesidad del formalismo de la posesión. Ese formalismo a la luz de la teoría constitucional, sino se cumple, genera un vacío de poder. La posesión por más protocolaria y de diplomacia que sea, es el acto de inicio de un período gubernamental constitucional, sirve para despegar un sexenio y diferenciarlo de otro, así se trate de una reelección.

 También en teoría constitucional el triunfo en las urnas es el que legitima y unge. En Venezuela se produjo un raro autogolpe de Estado porque Chávez si ganó las últimas elecciones pero no se  pudo posesionar, por lo tanto no podía nombrar vicepresidente. El chavismo ha continuado largo tiempo. Retorcieron la interpretación constitucional desde el Tribunal Supremo para que Nicolás Maduro asumiera el mando y no el Presidente del Congreso y así se presentó como candidato-presidente. La oposición tuvo una difícil jornada electoral (2015), aunque se presentaron inicialmente coaligados alrededor de Capriles. Ganaron mayorías en la Asamblea Nacional (Congreso). Con el tiempo el chavismo se fragmentó y en seis años se desataron las luchas intestinas.

 Después de la muerte del líder, Hugo Chavez, el populismo de izquierda fue cambiando hacia un autoritarismo que desmontó los logros del chavismo y Maduro produjo una reacción internacional, desperfilándose en el poder. La crisis se agravó por la hiperinflación desde el año 2016 que hizo inmanejable el billete de 100 bolívares. No solo por el costo del papel moneda sino por las dificultades del cambio o conversión por haber suprimido unos ceros, se requería que los otros billetes tuvieran más impresiones para poder hacer las devueltas en el mercado. En medio de todo el forcejeo entre gobierno y oposición, tres años de cuestionamientos, apareció Guaidó como presidente electo de la Asamblea Nacional, erigiéndose como Presidente interino del país, entonces, siendo caricaturizado por un opositor autoproclamado, Juan Guaido, en otra forma de interpretación retorcida de la Constitución, igual a la alteración que Maduro y Diosdado Cabello hicieron con el Tribunal Supremo de Justicia y con la prolongación de una Asamblea Constituyente que por naturaleza debe ser temporal y no para reemplazar paralelamente al congreso o Asamblea Nacional: quedaron empatados en un retorcimiento de la Constitución de lado y lado.

 Igual a la alteración que Maduro y Diosdado Cabello hicieron con el Tribunal Supremo y con la prolongación de una Asamblea Constituyente que por naturaleza debe ser temporal y no para reemplazar paralelamente al congreso o Asamblea Nacional. La crisis interna hizo que actuara la comunidad internacional, la OEA con Almagro de Secretario General activó la Carta Democrática; se creó el grupo de Lima para conformar un bloqueo diplomático; EEUU con Trump y Pence han apoyado a Guaido; Rusia, China, Turquía e Irán apoyan a Maduro y han impedido decisiones desde en Consejo de Seguridad de la ONU se pronuncie en contra; Colombia está expuesta por la frontera extensa a convertirse en escenario de una guerra innecesaria, la geopolítica aplicada por EEUU y Rusia volcaron sus intereses sobre este país con inmensas reservas de petróleo. De Putin también varios analistas le espetan frases como populista de nuevo cuño. En resumen, tres populistas de diferente origen son los protagonistas en esta puja: Trump, Putin y Maduro.

Por: Alberto Ramos Garbiras | Con especialización en Derecho Constitucional de  la Universidad Libre Seccional Cali; Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); Doctorado en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de derecho internacional en la Universidad Libre.