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19 ene 2019

Los Chalecos Amarillos: rebelión de sectores sociales.


El surgimiento de los Chalecos Amarillos en Francia denota una crisis de representación de los partidos políticos y de legitimidad del actual gobierno que llegó por un golpe de suerte dentro del enfrentamiento con la señora Jean Marie Le Pen, el electorado favoreció a Macron para evitar el triunfo de la ultraderecha animada por el partido Frente Nacional. La agenda del nuevo presidente resultó demasiado neoliberal y las cargas fiscales detonaron la reacción ciudadana. En esa campaña política también resultó derrotado el socialismo que encarnaba el candidato de Hollande, y perdió la formación política de Jean Luc Melenchon.

 Con las protestas contra Macron quedó evidenciado su comportamiento, un neoliberal sin partido político, apuntalado por banqueros y corporaciones internacionales, promovido con un movimiento de emergencia La República en Marcha (LaREM; en francés, La République en marche), se presentó como centrista y progresista, pero el centro político no opera cuando se trata de resolver graves problemas, al contrario, los políticos de centro ante las crisis se comportan como si fueran de derecha, y en el fondo lo son. El centro político fracasa cuando no se resuelven los temas de fondo. La popularidad de Macron se desvaneció: 40 % de la población enfrenta carencias. Algunos observadores se han referido a lo que está sucediendo como otra primavera árabe del 2011, o a otro mayo del 68. Macron ahora argumenta para defenderse que “Francia es de todas las naciones la más fraternal y la más igualitaria”.

Francia ha vivido desde noviembre 17 de 2018 una crisis orgánica que denota la disfuncionalidad de las instituciones de la V República y la necesaria construcción de la VI República porque ya no es soportable la acumulación de contradicciones y de fracturas sociales. Seguramente surgirá un liderazgo populista al final de las marchas y reacciones populares de esta coyuntura porque la ausencia de dirección de una corriente de ira contra el gobierno necesita interlocutores, pero no se han perfilado aun empezando el año 2019: los chalecos amarillos no quieren ser conducidos por líderes de los partidos políticos establecidos, ni por las cabezas visibles del sindicalismo. Ellos en los dos primeros meses de acciones callejeras han demostrado que no impulsan una revuelta ideológica sino una revuelta material: reclaman por un mejorestar físico, sin cargas tributarias excesivas, como lo afirman, para poder llegar al final de mes, sobrevivir sin muchas angustias.

Los franceses tienen una cultura política probada desde 1789 como contestatarios a la monarquía absoluta hasta llegar a la revolución, tienen una tradición de revueltas y reclamos en períodos críticos como en 1830, 1848, 1871; luego se enfrentaron al fascismo en la segunda guerra mundial, posteriormente las convulsiones del mayo francés de 1968,posteriormente las revueltas del 2010, 2016(la nuit Debout), y este otoño/invierno de 2018 que se caracteriza por la reacción de sectores sociales decididos a rechazar el trato de ciudadanos de tercera categoría que les ha dado la burguesía que rodea a Macron. Un desprecio de las élites al pueblo francés.

 Los partidos políticos en Francia con la eclosión de los Chalecos Amarillos (un movimiento heterogéneo) como rebelión de los sectores sociales, no supieron leer la crisis al pretender acercarse para capitalizar las revueltas, fueron rechazados. Y no entendieron en un primer momento de noviembre 2018 que la obturación de las opciones de supervivencia se estaba cerrando a todos estos sectores con los gravámenes fiscales, razón de la reacción encadenada; tampoco entendieron con esa eclosión callejera de protestas de manera súbita, facilitada con las plataformas de las redes sociales que, la ciudad de París se está reconfigurando a partir del orden territorial existente, lo mismo va a suceder en otras ciudades como grandes capitales metropolitanas con crecimiento desbordado que llegan a la figura de la megalópolis, ese rebrote de protestas y su eco se reproduce en otras ciudades del país galo. Ya en otros países el efecto dominó está prendiendo con similares reacciones de chalecos amarillos en  Alemania, Bélgica, Holanda y Portugal.

  La movilidad vehicular es la clave para los habitantes de la banlieue o sitios de la  periferia, o extraradio, es decir de las afueras periurbanas ante a expansión y conurbación con concentraciones de viviendas de inmigrantes y ciudadanos franceses de menos recursos, donde no llegan las líneas del metro ni están suficientemente cubiertas las rutas de buses; el carro se torna como el único medio de transporte individual y familiar para poder llegar al trabajo o realizar los trabajos independientes. Subir el precio del combustible detonó las primeras protestas aunque la tributación llamada tasa ecológica fuese inspirada como medida de adecuación al cambio climático, no fue aceptada por el desembolso que afecta el presupuesto mensual: Una lucha contra la precariedad. De esta manera la geografía urbana determina posiciones y actitudes.

Muchos sectores sociales se sumaron y ampliaron los requerimientos al gobierno rebasando la queja inicial y redactando un memorial de agravios similar a otra carta de derechos de los ciudadanos, en el cual piden reformas políticas y sociales. Estas movilizaciones abrieron un nuevo ciclo político en Francia. Es una reacción popular con un movimiento transversal vinculado a las nuevas formas de trabajo, desesperados por las políticas neoliberales. Movimiento integrado por sectores sociales diversos como pequeños comerciantes, profesionales independientes, maquilladoras, patronos de mediana empresa, jubilados, obreros independientes, estudiantes dispersos, transportistas, etc.

 Como lo expone Daniela Cobet, en la página Web Modo50.org, "El movimiento que deriva de esta situación se forma a la imagen de esa Francia suburbana “desde abajo”, profundamente heterogénea, social y políticamente, al punto en que es aún difícil tener una caracterización precisa y afirmativa. Algunos hablan de una forma de “jacquerie”, en alusión a las revueltas campesinas que atravesaron Francia bajo el Ancien régime, fundamentalmente espontáneas, violentas y que agrupaban diferentes capas sociales. Uno pude también pensar en esos movimientos explosivos, que retomaron los métodos de lucha del campesinado, que tuvieron lugar en Francia a principios de los años ‘60 y que adelantaron el ‘68. Pero si es demasiado pronto para hacer definiciones precisas y establecer pronósticos, al menos hoy sí es posible y necesario establecer, en relación con los temores que se han expresado en el seno del movimiento obrero, qué no es el movimiento de los Chalecos Amarillos".

Los chalecos amarillos sin líderes visibles quieren el ejercicio de la democracia directa, están reclamando la operabilidad de los referéndums populares para decidir. El comportamiento que han exhibido se acerca a la tipología de la anarquía en el sentido no peyorativo sino prístino de la palabra, o sea un rechazo a la autoridad concentrada y a la obediencia debida para que los ciudadanos sin ataduras “legales” puedan desenvolverse mejor porque están ahítos, cansados de todas las imposiciones de los últimos gobiernos, desesperados por el conjunto de impuestos  decretados en los últimos 26 años incluidos los determinados por los presidentes François Mitterrand, Jacques Chirac, Nicolás Sarkozy, François Hollande y este de Emmanuel Macron. En estas circunstancias los Chalecos Amarillos son un nuevo actor o sujeto político que recogen la inconformidad almacenada en el curso de diferentes gobiernos. El salario promediado de la clase media llega a 1.200 euros y la elevación de los combustibles les restaría al menos 300 euros mensuales. Sin confundir con el salario mínimo que, no está grabado en Francia con ninguna retención en la fuente.

Un caso similar y excepcional se presentó en Colombia a mediados del siglo XIX, en 1854 con la confrontación de dos sectores sociales, entre artesanos de ruana y exportadores con casacas, o sea entre proteccionistas y librecambistas, coincidencialmente ambos sectores influidos por el liberalismo pero divididos ideológicamente en dos fracciones: los draconianos y los gólgotas, en medio de los gobiernos liberales de José Hilario López y el de José María Obando, con las últimas reformas constitucionales contra el conservatismo anterior en el ejercicio del poder. Los artesanos que eran un producto específico del trabajo postcolonial estaban laborando como manufactureros de telas, sombreros, alpargatas, ruanas, paños y en varios oficios etc., en el contexto de una sociedad republicana aún sin industrias pues la revolución industrial en Europa apenas estaba irrumpiendo. Los artesanos ante el impulso del librecambio como política económica aceptada por el Congreso y no regulada por los gobiernos de López y Obando, reaccionaron para obtener la disminución de las importaciones de productos ingleses que los afectaban, entonces ante las dubitaciones de Obando para asumir una posición férrea, apoyaron a José María Melo para que asumiera el poder con un golpe de Estado que no estaba fraguado para él sino en forma de autogolpe, si Obando hubiera aceptado el cambio de política pública.

Esa toma del poder que insuflaron los artesanos como sector social integrado por subsectores contra el sector  social de la pequeña burguesía importadora, fue similar también a la revolución de 1848 en Francia contra el gobernante Luís Felipe, animados por los socialistas utópicos como Lamartine y Ledró-Rollin, burgueses progresistas que habían leído a los socialistas utópicos Fourier, Saint Simón, Owen y Caber, los mismos autores que había leído José María Melo durante su estancia europea entre 1836 y 1840.

Otro antecedente de reacción de sectores sociales (paperos, arroceros, cafeteros, camioneros, etc), en concordancia con objetivos de aspiración laboral y satisfacción de necesidades, en Colombia, se dio con el paro agrario nacional campesino del año 2013, que terminó aglutinado en la Mesa Nacional Agraria, este paro no se puede afirmar tajantemente que haya sido una revuelta del campesinado como movimiento social, esa es la diferencia. Fue una coyuntura aleccionadora, pero en Colombia los sectores sociales no se han organizado permanentemente como sujetos políticos, precisamente por la dificultad para organizarlos bajo un objetivo común, porque sus angustias y reclamos son sectoriales.

    Al iniciarse el postconflicto, así sea por la dejación de las armas y el cese al fuego definitivo con una sola guerrilla, la reconstrucción social de Colombia requiere del reconocimiento a los movimientos sociales y a la pluriculturalidad despectivamente tratada (campesinos, indígenas y afrodescendientes). Nadie va a agenciar las necesidades de ellos y sus requerimientos, ni los partidos políticos, ni los gremios, solo ellos: los sectores sociales y los movimientos sociales (hay que diferenciarlos por la forma de actuar), como grupos poblacionales que también requieren atención para avanzar en los logros de un verdadero Estado Social de Derecho. Cada movimiento social a su vez representa intereses específicos, inevitable será tratarlos con esas características, por lo menos existe el Decreto que reconoció a la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular para visionar y tratar el grueso de temas a ventilarse en el desarrollo del postconflicto. En el caso francés de los chalecos amarillos convergieron los sectores sociales por la coincidencia de la reclamación fiscal-antitributaria que los agobia. Se aunaron para enfrentar al gobierno disfrazado de centrista.

    Dentro del libro Movimientos sociales y protestas, expuse que,  el postconflicto requiere de la ampliación de la Democracia para encontrar formas directas, viables, expeditas donde se tramiten las reclamaciones y se hagan efectivas, evitando así la violencia, las exclusiones y la burla a la justicia social. En Colombia lo que está en crisis también son los mecanismos de participación del artículo 103 de la Constitución y las talanqueras que creó la Ley 134 de 1994: Los movimientos sociales no creen ya en los formulismos y la sofisticación de estos mecanismos, en un 65% inanes e infructuosos. Además,  los partidos políticos no abogan de lleno por ellos, podrán invocar la problemática pero los movimientos sociales no creen en los partidos políticos tradicionales ni en lo que han aparecido como transmutación o mezcla de los tradicionales. Además la falta de coherencia y comportamiento sin disciplina ideológica ni de bancadas les produce escepticismo y desconfianza.


Por: Alberto Ramos Garbiras | Con especialización en derecho Constitucional, Universidad libre; Magíster en Ciencia Política Universidad Javeriana; PhD, Doctorado en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); ha sido profesor de derecho internacional y ciencia política en la Universidad Libre.