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8 dic 2017

Manuela Sáenz, la independentista

El próximo 27 de diciembre se cumplen 220 años del nacimiento de Manuelita Sáenz. Antes de conocer a Simón Bolívar ya se había alineado contra la monarquía española, sin importarle que su padre fuera de ese país, y sus 4 hermanos medios hijos de dos españoles. En Quito la reconocían desde los 18 años de edad (1816) por su coraje y temperamento impetuoso, no se arredraba ante los hechos que implicaran riesgo. Exhibió una conducta osada por fuera de los parámetros de la época. Y ya había permanecido en Lima casada con el médico Thorne, donde se codeó con los altos círculos de una sociedad en transición: de la colonia a la inminente República. En este período antes de conocer a Bolívar ya había incursionado políticamente es acciones antimonárquicas apoyando a patriotas y combatientes durante el protectorado de San Martín al Perú. Le tocó conocer en su adolescencia varias ejecuciones extrajudiciales a los patriotas de Quito y Lima, y observar los desafueros, las arbitrariedades de autoridades virreynales. Luego, el General San Martín la distinguió con la Orden del Sol, en ello influyó su amistad con la preferida de San Marín, Rosita Campuzano.

Bolívar y Manuela inician la relación amistosa a partir de junio de 1822 desde el gran baile y festejo organizado por Juan Larrea para celebrar los avances de la guerra de independencia que permitían a Quito librarse de la opresora y fatigante presencia del ejército realista -español, logrando el Libertador con el esfuerzo del ejército patriota ir venciendo los reductos de tropas españolas en Ecuador. En medio de todas las dificultades y apremios Simón Bolívar saca tiempo para encontrarse con manuelita, se escriben con constancia; la necesidad de moverse de los campamentos, de ubicarse en otra localidad (Guaranda, Pasto,..), les impide la continuidad de las visitas, pero se buscan con empeño. La correspondencia va dejando marcado ese derrotero y trasegar de ambos.

Intrépida en sus decisiones participó en tres batallas que sirvieron para redondear la guerra de independencia demarcada con la batalla de Boyacá en 1819; ella participó en roles y funciones necesarias y combatió uniformada a la manera de los patriotas en algunas refriegas de la batalla de  Ayacucho y en la logística operativa en las batallas de Junín y Pichincha. Sobre todo, se impuso por su carácter, pese al papel relegado y con desdén que le asignaban a las mujeres en esa época, se hizo respetar. Bolívar en agosto de 1824 comunica a Manuela que la Junta de Generales de División le otorga el grado de Capitán de Húsares, encomendándole labores administrativas y de sanidad. Bolívar le asigna a ella desde el cuartel general de Chalhuancadas, durante el trasiego en la zona de Huascarán, previo a la batalla de Junín, labores de confianza como capitana que le permitieron tomar decisiones. Por su valor y astucia ha sido comparada por algunos historiadores con otras mujeres arrojadas como la mexicana Antonia Nava, o con la chilena, Javiera Carrera, y hasta con Catalina de Rusia. Por todo ello Manuela Sáenz es considerada como una heroína.

Su rol como independentista es indiscutible, se desprende y colige de documentos oficiales que fue una activista, de varios testimonios de la época, de las mismas cartas de Bolívar, de la certificación de Antonio José de Sucre sobre su valentía en las refriegas militares, se su solicitud para ingresar al ejército libertador, de la distinción como capitana de Húsares y luego como generala, del rol que desempeño ayudándole a Bolívar a concebir la creación de un país como Bolivia, de sus actividades en ayuda hospitalaria y administrativa en la Batalla de Junín, de lo aguerrida que fue en la Batalla de Ayacucho, y se convirtió en consejera del Libertador al regresar Bolívar a la Gran Colombia durante parte de 1827, en 1828, 1829 y 1830. Y de su innegable valor al evitar el asesinato del Bolívar dentro de la conspiración septembrina.

La participación como independentista la hizo en múltiples acciones y concibiendo la práctica política para ejecutarlas. Fue un independentismo con todos los riesgos que implicaba enfrentarse a un ejército realista todavía no vencido, pero si ya desmoralizado. En esa época no se trataba de impulsar un mecanismo de participación para reclamar la independencia; la democracia no se había instalado, se trataba de acciones clandestinas e intrépidas para coadyuvar con el avance de las tácticas patriotas, buscar consolidar la derrota de los españoles y construir el Estado-Nación para obtener un ordenamiento jurídico propio, sin instituciones foráneas y explotación de todos los recursos minerales y de especies que apuntalaron a los españoles en el contexto europeo de los siglos XVII y XVIII. Se incluyó en todo lo que implicaba enfrentarse a un imperio con dominios en ultramar que aún no había perdido todas las posiciones.

Y es considerada una predecesora del feminismo por el reconocimiento de los derechos de la mujer y por la defensa de los derechos humanos, como lo fue la francesa Olimpia de Gouges. No le importó que fuera objeto de dimes y diretes burlescos y zaherida por ser una hija bastarda, en medio de una sociedad pacata y bimoral. Y una adúltera que enfrentó la infidelidad sin tapujos, reclamando romper el matrimonio que la había llevado a una rutina y juntura de pareja que ella rechazaba y encaraba ante todos.

Sostuvieron Bolívar y Manuela una relación amorosa larga y con sobresaltos. A pesar de los devaneos, filtreos y rumores de Bolívar con mujeres hermosas como Manuelita Madroño o con Juana Costas, entre mayo de 1824 y abril de 1825; cada que pasa el furor y la lascivia de esos encuentros carnales con otras, Bolívar continúa su relación con Manuela Sáenz, no deja de pensar en ella. En una de esas infidelidades de él Manuela lo recrimina, trata de suicidarse, se queja del desamor, intenta apartarse. El incidente del Zarcillo o el arete de una amante furtiva de Bolívar que, Manuelita encontró entra las sábanas de la cama, desató los celos más expresivos y la decisión de apartarse del Libertador. Las cartas y mensajes consecutivos que Bolívar le envía demuestran su temor de perderla y le expresa una eroticidad vivida durante la relación de manera explícita como no lo había hecho en otros textos del epistolario, pidiéndole perdón y comprensión.

Las cartas cruzadas entre Bolívar y Manuelita, rescatadas, compiladas y citadas por varios autores, entre ellos Arturo Andrade, Eugenio Gutiérrez Cely, Fabio Puyo, Blanca Gaitán, Cacua Prada, Alberto Abello, para citar unos pocos, nos dejan ver esas cartas, leídas de conjunto o saltuariamente, que de este género literario epistolar se desprende una narrativa política y erótica muy valiosa que, sirve para comprender pasajes de la historia de Colombia y los países andinos, y valorar la destreza de Bolívar para describir situaciones y la dimensión de Manuela para emularlo o estar a la altura de su interlocutor.

Una mujer hermosa e inteligente que atrajo y enamoró al Libertador Simón Bolívar, no pudo haber sido una mujer común, su coraje, agallas, sus maneras y estilo conquistaron la atención y entrega de Bolívar a ella. Lo acompañó casi 8 años en dos grandes regiones de la Gran Colombia, Ecuador y Santa Fe; y en dos países  más: Perú y Bolivia, en uno como Presidente y el otro como fundador, animado por ella; lo acompañó en los momentos del ejercicio pleno del poder (1822 hasta 1830); conoció previamente decisiones de Estado, le ayudó a concebir proyectos, y lo acompañó en las dificultades, enfrentado intrigas y conspiraciones; librándolo de otras acciones pérfidas; no tuvo aspiraciones personales de ascenso gubernamental o administrativo, y fue solidaria en lo personal y en lo amoroso.

Manuela Sáenz influyó mucho desde mayo de 1825 sobre la forma como Bolívar podía resolver y llevar la relación político -administrativa con el General Francisco de Paula Santander, a partir de la decisión insolidaria que tomó el Congreso de la Gan Colombia al retirarle a Bolívar todos los poderes extraordinarios para continuar en las misiones ejecutadas en el Sur, sobre todo en el Perú. Leyendo el largo cruce de correspondencia entre Bolívar y Santander a partir de esa fecha se detecta y percibe el malestar in crescendo entrambos por lo que ocurría sobre cada asunto de Estado. Se visualiza cómo flota el distanciamiento gradual.

Un valor agregado innegable que debe reconocérsele a Manuelita Sáenz fue la forma como sorteó las adversidades sus reacciones rápidas y sin temor. Sin proponérselo ni buscarlo, a Manuela le endosaron los odios y animadversiones que despertó Bolívar en quienes querían apartarlo del gobierno y del vasto poder; desde Lima comenzó a sufrir ataques y ser objeto de afrentas por las resistencias que creaban las medidas del Libertador, quienes se incomodaban con él, se incomodaban con ella. Los conspiradores, los ambiciosos, los desleales, los mediocres, los faccionalistas, los corruptos, los secesionistas, a quienes el Libertador señaló, enfrentó y algunos, castigó. Manuela en esos sectores y círculos fue odiada por ser de confianza del Jefe de Estado, ser fiel y ser oída por la máxima figura de estos Estados andinos.

Por: Alberto Ramos Garbiras.

 Magíster en Ciencia Política Universidad Javeriana, PhD, en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de derecho internacional, Universidad Libre, Coautor del libro “Bolívar y el Constitucionalismo”.