En Cali esa violencia urbana extendida disminuye la calidad de vida porque las personas reducen los espacios donde se mueven, no pueden gozar los espacios públicos de la ciudad con tranquilidad. Y parte de las potenciales víctimas, todos los que poseen bienes, se enferman por el pánico y la tensión diaria ante el eventual ataque súbito.
Por la inseguridad urbana aumenta el enrejamiento de casas y apartamentos, y los más solventes tienen que acudir a la compra de inmuebles en unidades residenciales cerradas, aislándose de otras zonas de la ciudad y gravando la economía familiar. Por la inseguridad urbana crece el ejército de vigilantes de seguridad privada con una gama de uniformes que parecen ejércitos de varios países desfilando en moto por la ciudad: ejércitos decorativos e inservibles. Su papel disuasivo, no efectivo, es conocido por los delincuentes armados y activos.
Las pandillas que azotan varios barrios en Cali son producto de la descomposición social. Ingresando a una pandilla los jóvenes desescolarizados encuentran una “familia” sustituta, recreación con adrenalina y unos ingresos fáciles. Las pandillas son hordas urbanas que florecen en las grandes ciudades donde los adolescentes no tienen control paterno y los ingresos de su familia son precarios; aprovechan el anonimato social y la falta de autoridad urbana para delinquir en territorios barriales y “organizar” sus réditos con disímiles delitos grupales. La delincuencia juvenil causa gran daño porque la inimputabilidad que gozan hasta ahora los hace objeto de búsqueda para ser contratados por cerebros asesinos, instrumentalizados y convertidos en mano de obra criminal.
En Río de Janeiro con una población aproximada a los 6.300.000 habitantes, existe también una guerra urbana de pandilleros ligados al narcotráfico contra las autoridades policiales ahora en coalición a través de las Unidades Policiales Pacificadoras (UPP), en el año 2010 las autoridades locales tuvieron que solicitar refuerzos al Gobierno central para poder contener la criminalidad en las favelas, sobretodo en las zonas de Rocinha, La Vila Cruzeiro, y Complejo del Alemán. El arreciamiento de la violencia se explica como una reacción a la persecución y al temor que les desbaraten el negocio de las drogas.
Por la inseguridad urbana aumenta el enrejamiento de casas y apartamentos, y los más solventes tienen que acudir a la compra de inmuebles en unidades residenciales cerradas, aislándose de otras zonas de la ciudad y gravando la economía familiar. Por la inseguridad urbana crece el ejército de vigilantes de seguridad privada con una gama de uniformes que parecen ejércitos de varios países desfilando en moto por la ciudad: ejércitos decorativos e inservibles. Su papel disuasivo, no efectivo, es conocido por los delincuentes armados y activos.
Las pandillas que azotan varios barrios en Cali son producto de la descomposición social. Ingresando a una pandilla los jóvenes desescolarizados encuentran una “familia” sustituta, recreación con adrenalina y unos ingresos fáciles. Las pandillas son hordas urbanas que florecen en las grandes ciudades donde los adolescentes no tienen control paterno y los ingresos de su familia son precarios; aprovechan el anonimato social y la falta de autoridad urbana para delinquir en territorios barriales y “organizar” sus réditos con disímiles delitos grupales. La delincuencia juvenil causa gran daño porque la inimputabilidad que gozan hasta ahora los hace objeto de búsqueda para ser contratados por cerebros asesinos, instrumentalizados y convertidos en mano de obra criminal.
En Río de Janeiro con una población aproximada a los 6.300.000 habitantes, existe también una guerra urbana de pandilleros ligados al narcotráfico contra las autoridades policiales ahora en coalición a través de las Unidades Policiales Pacificadoras (UPP), en el año 2010 las autoridades locales tuvieron que solicitar refuerzos al Gobierno central para poder contener la criminalidad en las favelas, sobretodo en las zonas de Rocinha, La Vila Cruzeiro, y Complejo del Alemán. El arreciamiento de la violencia se explica como una reacción a la persecución y al temor que les desbaraten el negocio de las drogas.
Por: Alberto Ramos Garbiras
Profesor de Ciencia Política, Universidad Libre
Profesor de Ciencia Política, Universidad Libre