El deseo de dialogar anunciado por el Sargento Pascuas el 23 de diciembre desde el Sexto frente de las FARC es un indicador alentador, lo mismo el anuncio de eventuales liberaciones unilaterales de secuestrados para enero 2012 que difundió un comunicado del movimiento “Colombianos por la Paz”. La solución política al conflicto nunca se puede descartar, es una de las formas de terminar las guerras y reformar los aparatos estatales. Las otras dos formas de terminación son: el vencimiento militar de una de las partes y la mediación de terceros. Como ni el ejército vence ni la guerrilla lo logra, y los terceros han fracasado, entonces recurrentemente se vuelve a pensar en el dialogo directo abriendo un proceso de paz que podría terminar en una Asamblea Constituyente, porque después de 20 años de vigencia de la última reforma, la modernización del Estado se vuelve a necesitar: el retaceo con actos legislativos ha malformado las instituciones.
Tampoco se ha podido encarrilar al país en la normalidad institucional al no poder terminar el conflicto interno. Las instituciones del post conflicto y la legislación que surja serán otras: será una normatividad de renovación y ajustes a la sociedad del post conflicto. Colombia tiene un Gobierno de Unidad Nacional que cree estar en una etapa de post conflicto sin haber vencido a la guerrilla ni pactado con ella. Por esta razón la legislación que está brotando no ha servido porque en época de guerra no funciona el derecho normal, sino el derecho de guerra. Esa es la razón que explica los tropiezos de la ley de víctimas y de otras leyes.
Todos los cálculos de Colombia para marchar hacia el progreso se ven truncados por la no terminación del conflicto armado: la agricultura interna, las exportaciones, los cumplimientos del TLC, la ampliación de cobertura para la educación superior, etc. No solo por las ingentes sumas de dinero para enfrentar la guerra interna sino por la desinstitucionalización que crea al tener vastas zonas rurales en guerra espantando al campesinado. La modernización institucional para acoplarse a los desarrollos dentro de UNASUR también se ve afectada porque no se puede avanzar al no aparecer el escenario del post conflicto.
Los sucesos sangrientos del Palacio de Justicia enturbiaron cualquier continuidad dialogada. Luego las FARC sintieron truncado el proceso de paz iniciado con Belisario Betancur por el exterminio de la Unión Patriótica (UP). Las FARC no acudieron al escenario de la Constituyente de 1991 dejando escapar una oportunidad de reinserción que al M-19 le dio frutos; y desaprovecharon el territorio del Caguán para formar un Distrito de Paz que habría podido ser gobernado por ellos, sin separación o secesión violenta, ni fractura territorial: pudieron haber logrado una reinserción de poderes locales, lo que controlaban fácticamente sobre los cinco municipios habrían podido gobernarlos con un arreglo de paz, sin burlarse del Presidente Pastrana. Durante los 8 años del uribismo no recibieron ninguna oferta, tuvieron que correrse de la guerra de posiciones que habían logrado y replegarse a las fronteras. La muerte de los principales cabecillas está reduciendo el mando de las FARC y su capacidad operativa. Entre más espacios pierde la guerrilla para controlar territorios rurales y cercanías a los cascos urbanos, más incurrirá en el terrorismo para hacer presencia porque esta modalidad de ataque no le exige combate, ni siquiera asaltos.
La falta de comunicaciones por las interferencias ha hecho que las FARC pierdan sincronización de sus acciones. La gonometría para detectar los mensajes y localizar los sitios le impide su uso con tranquilidad, entonces el aislamiento es mayor como si estuvieran a mitad del siglo XX. Cuando sufren un golpe certero les encuentran memorias USB y carpetas en los computadores que develan todas las acciones y el cruce de comunicaciones con aliados y protectores. De allí se desprenden más acciones para desmantelarlos.
Relator: Alberto Ramos Garbiras
Politólogo egresado de la Universidad Javeriana.