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7 mar 2011

Caos Humanitario en Libia

Así, las rebeliones blancas en los países árabes nos llegan hoy inmediatamente por los medios de comunicación, debió ser muy parecido a lo que ocurrió entre 1810 y 1812 en Latinoamérica con los gritos de independencia, las juntas y las actas de rebeldía contra la corona española, hechos que se extendieron hasta 1819-1821 para terminar de cortar con la coyunda ibérica; y debió ser muy parecido a las guerras de descolonización de mediados del siglo XX, contra Inglaterra, Francia y Holanda.

El efecto dominó en seguidilla si repercute en los cambios sociales. Unas revueltas triunfantes se extienden como onda expansiva por las fronteras vecinales debido al influjo del cambio social que puedan producir. Al mismo tiempo el registro de los medios de comunicación internacionales es más continuo y crea una especie de veeduría que le sirve a los organismos multilaterales y a los gobernantes de los países miembros para tomar decisiones. Y crea en los mandatarios o presidentes en crisis una sensación de perplejidad y pérdida de control.

Entonces, no son tampoco los terroristas islámicos los alentadores de estas rebeliones populares. Y los manifestantes tampoco pertenecen a los grupos terroristas. El Sr Gadafi Jefe Absoluto del estado libio, acorralado por las protestas no solo ordenó que le dispararan a la multitud sino que estigmatizó a los protestantes como si fueran reclutados por Al Qaeda, como drogadictos y desadaptados: en un discurso desfasado y televisado. ¿Hasta ahora qué papel han jugado los grupos terroristas en las rebeliones árabes? A primera vista, ninguno, porque en Túnez ni en Egipto, ni en Yemen, ni Bahréin, se presentaron actos terroristas para adobar las movilizaciones populares. Esto diluye en parte el estigma racial de terroristas a todos los árabes y musulmanes.

Algunos estados amorfos del norte de África y alrededor del Golfo Pérsico se bambolean con rasgos de las viejas monarquía absolutas, las teocracias divinas y las democracias incipientes: se caracterizan por el autoritarismo concentrado ejercido por militares golpistas o de personajes descendientes de viejos emiratos, lo que les permite comportarse como Dioses vivos, con toda la parafernalia y el oropel de los estados petroleros.

La modalidad del Estado libio es atípica pues a través de un conglomerado tribal que decide con asambleas populares, Gadafi armó un Estado sin instituciones sólidas, ni división del poder ni límites para el Líder absoluto. El Jamahiriya como Estado de las masas populares no tiene forma parlamentaria clásica, ni presidencialista republicana, ni de Monarquía medieval, sino de autocracia militar nacida de un Golpe de Estado. En Libia, ese Estado basado en la organización decisional tribal es deleznable para las mayorías porque la fuerza verdaderamente decisiva de las discusiones tribales en asambleas populares no se vincula con efectividad alas normas estatales: se difuminan después de las discusiones colectivas. Utilizando un símil, es igual a lo que sucede con las deliberaciones después de un cabildo abierto o con los resultados de las deliberaciones de una Junta de Acción Comunal hoy aglutinadas alrededor de lo que orienten las Juntas Administradoras Locales(JAL), sobredimensionadas en lo que pueden hacer ante el gobernante local.

El crecimiento de la población proporcionalmente a la extensión geográfica, las dinámicas sociales en cada país, y los efectos de la globalización sobre los países árabes del norte de África, influyeron en las reacciones sociales tardías y en cadena que, se desdoblaron en rebeliones masivas en varios países, y en guerra civil en Libia, para reclamar el tránsito de unos estado amorfos hacia una institucionalidad democrática más acorde con la marcha europea y occidental.

Los bandazos ideológicos dados por Gadafi en el curso del tiempo lo volvieron más amorfo el Estado libio pues pasó de golpista a socialista no alineado, luego a la promoción del terrorismo y finalmente a una dictadura beduina de inigualable forma estatal.

El golpe de estado es una manera empleada para transformar un determinado tipo de Estado, de esta forma se rompe la legalidad, cambian la Constitución, proscriben la oposición o la eliminan, violan los derechos humanos, clausuran los partidos políticos e imponen un nuevo derecho. Más de 140 golpes de estado se pueden contar desde 1908, unos cruentos o de facto, otros palaciegos, otros atípicos, también autogolpes y en la variable de connivencia entre militares y miembros de la clase política. En Egipto Mubarak detentó la presidencia 30 años fruto del golpe de estado a comienzos de la década del 50 contra el Rey Faruk I, ascendiendo el militar Addel Nasser que fue reemplazado por otro militar, Sadat,, antecesor de Mubarak. En Libia Gadafi derrocó a Rey Idris y desde 1969 no ha dejado de gobernar con su invento estatal tribal: Jamahiriya, en un país con 140 tribus.

En Libia el ejército desde el comienzo de las revueltas empezó a disparar contra algunos manifestantes para espantar a la multitud, difundir el pánico y disuadir para que otros no salgan a protestar. Un acto de terror estatal contra manifestantes pacíficos que salieron a las calles no solo de Trípoli, sino de Bengasi, Jalu y otras diez ciudades. El Sr Muamar El Gadafi empotrado en el poder desde hace 42 años, decidió atacar con esbirros, francotiradores y bombardeó a los rebeldes, en un acto de desesperación por conservar el trono que logró cuando derrocó al rey Idris Senussi en 1969. Gadafi es el único gobernante de esta zona que no ha sido pro norteamericano.

La reacción de Gadafi fue desbordada rayana en el terror estatal, incurrió en genocidios con asesinatos diarios desde el 16 de febrero, decenas de personas eliminadas inmisericordemente. El repudio internacional es unánime, desde la Unión Europea (UE), la ONU, EEUU, la OTAN, la Liga Árabe, La Corte penal Internacional (CPI) que inició investigaciones por delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, etc., las declaraciones de condena y rechazo se han producido profusamente pero la acción efectiva para frenar los asesinatos no se produce aún. Las sanciones económicas y diplomáticas ya son visibles, la congelación de las cuentas bancarias, la expulsión del Comité de Derechos Humanos de la ONU; pero la acción multilateral es tardía. La ONU debe conformar un ejército multilateral, no de disuasión sino de intervención para contrarrestar y frenar los ataques contra los civiles a fin de evitar una hecatombe como la de Ruanda o la de Gaza.

Rápidamente la situación por la represión desmedida desenvolvió hacia la configuración de una guerra civil extendida a todas las ciudades, liderada por un Consejo nacional de confrontación armada que jalonan los opositores y manifestantes convertidos ahora en milicianos, apoyados por los militares del régimen que han abandonado el servicio. El control de los milicianos sobre varias ciudades y el aumento de las deserciones amplían la guerra civil, de facto Libia está dividida por dos gobiernos y puede llegar a producirse una secesión o separación, quedándose Gadafi con Trípoli como reducto transitorio, claro está porque la intervención multinacional de la ONU lo detendrá.

Un ataque estadounidense para proteger a la población civil libia le acarrearía costos inconmensurables y un tercer frente de guerra que afectaría su economía. La solución debe ser multilateral y EEUU solo participar como parte de las fuerzas armadas de la ONU.

(*) Magíster en Ciencia Política, Universidad Javeriana.