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31 mar 2010

“Perdida de Identidad”

Autor Alberto Ramos G. (*)

Es lamentable la pérdida de votos, más de 1.500.000 votos anulados por falta de instrucción, capacitación y por lo abstruso de las papeletas o tarjetones electorales, para sectores iletrados que no encuentran las fotos ni los nombres de sus conocidos o preferidos. El voto sólo con el logo y el número, borrando la identidad del candidato va contra el derecho a la personalidad jurídica (articulo 14 de la constitución), un derecho humano de los aspirantes y contra el derecho a la participación (articulo 40 de la constitución) porque impide la identificación y complica las campañas que deben hacer doble esfuerzo para enseñarle a los votantes otra identidad de los candidatos, distinta a la del nombre de pila.


El derecho a la personalidad jurídica se nominó y creó después de la segunda guerra mundial como un derecho humano al evidenciarse la hecatombe perpetrada por los nazis borrando la identidad de los judíos transportados masivamente en trenes hacia los campos de concentración y los hornos crematorios. La ONU incluyó este derecho que está integrado por el nombre, la ciudadanía, la nacionalidad, la capacidad jurídica para hacer transacciones, el estado civil y el patrimonio. Es un derecho visagra para poder gozar los otros derechos humanos, so pena de convertirse en un N.N ambulante. El sistema electoral colombiano en aras de facilitar un solo tarjetón para Senado y los 32 tarjetones departamentales para la Cámara, esta degradando a los candidatos que desaparecen ante los electores el día de las votaciones, constriñéndolos a llevar a cabo campañas pesarosas para indicar quienes son.


La proliferación de listas para Senado y Cámara de Representantes hizo más confusa las pasadas elecciones del 14 de marzo; 298 listas en total con 2481 candidatos para 265 curules o escaños, sin contar los candidatos indígenas y de negritudes. Es verdad, el tamaño de los tarjetones con las fotos y nombres de todos sería inmanejable, razón inicial de la reducción a logos de partidos políticos y números compartidos para los inscritos. Esto ha generado la perdida de identidad y al mismo tiempo los votos nulos. El tarjetón críptico e indescifrable para muchos ciudadanos que buscaban identificar a su candidato, llevó a la anulación del voto o al error, marcando por otro. Este enredo o galimatías que vulnera el derecho a la participación podría resolverse fabricando tarjetones por partido y movimientos con personería jurídica, con las fotos y los nombres. El umbral (2%) y su aumento al 3% evita la diáspora de partidos sin arrastre electoral, y el comportamiento del las fuerzas políticas se conoce para evitar incluir largas listas.


El número y los logos como única forma de identificar a los candidatos en las urnas hace desgastar a los candidatos durante la campaña tratando de enseñar e indicar quienes son dentro del tarjetón para que sus electores no se equivoquen porque en el cubículo y dentro del puesto electoral no existen como personas sino como números, como antes se hacia con los presos. Este es, además, un esfuerzo que les quita tiempo para exponer sus ideas (para quienes las ventilan). Otros candidatos creyendo poder abarcar más electorado potencial, hacen propuestas vagas y generales como si aspiraran a la Presidencia de la República. Este es otro galimatías cantinflesco. La prueba de lo innecesario fue la campaña de Gilma Jiménez del Partido Verde, con un solo tema, el castigo máximo para los violadores de niños, obtuvo más de 170.000 votos; un Senador que siempre tuvo un electorado sectorial y un solo tema, los pensionados, fue Alfonso Angarita Baracaldo, y salía elegido. Jorge Robledo, para colocar otro ejemplo, ha logrado un electorado con sus opiniones permanentes, sus debates sólidos y su seriedad temática, por encima de la misma estructura de su partido, el Polo Democrático, alcanzó un envidiable voto de opinión.


La voltereta de Carlos Rodado Noriega hacia la campaña presidencial de Juan Manuel Santos, a primera vista un simple giro transfugista, es una campanada de alerta para la subsiguiente desbandada conservadora del bloque directivo y de las bases que acompañaron a “Uribito” dentro de la consulta, y al reacomodo del uribismo redomado durante 8 años. Una lectura más crítica nos señalaría que el trasteo de partido es una pérdida de identidad ideológica buscando la conveniencia: la disolución de la ideología. La práctica y costumbre de convivir 8 años con la fusión de sectores de partidos y disfrutando de las gabelas gubernamentales, alrededor del Presidente Uribe en dos gobiernos, uribizó al conservatismo así como conservatizó a Uribe. Entonces para los conservadores que se desgranen y no acompañen a Noemí Sanín, no es transfuguismo ese tipo de conducta sino permanencia e instinto de conservación.


(*) Profesor de Ciencia Política, Universidad Libre.