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25 ene 2010

"La Lentitud de la ONU"


Alberto Ramos G (*)


La ONU, por su configuración supranacional, es la única organización internacional que debería tener la capacidad de frenar las masacres y los genocidios entre naciones, sean estos ocasionados por el terrorismo o por el terror estatal. En el caso de Gaza, víctima de la invasión y el bloqueo; el movimiento Hamas y el Estado de Israel alimentan la guerra desde lo ideológico-religioso (el islamismo y el judeo-cristianismo) y no se van a poner de acuerdo en medio del fuego, por los intereses opuestos que exponen, así el desangre continuará y la mediación de terceros es un camino diplomático parsimonioso. Después de la iniciativa egipcia con el acompañamiento francés, y la propuesta de Libia, la lentitud de la ONU dejó prosperar los bombardeos hasta la expedición de la Resolución 1860 de 2009, enero 8, sin acatamiento inmediato donde se insta al cese del fuego pero no ordena una fuerza multinacional de protección que impida más ataques. Se presenta en Gaza (Palestina) un caos humanitario, insuficiencia para la atención hospitalaria, bombardeos diarios desde tres frentes (aire, mar y tierra), y un bloqueo inhumano a la manera medieval: la franja de Gaza totalmente sitiada. Israel argumenta inseguridad para sus habitantes, pero la seguridad interna de un país no puede llevar al desconocimiento de las normas y convenios internacionales, ni por ello, masacrar al pueblo vecino. La barbarización de las relaciones internacionales solo puede ser frenada en un mundo multipolar.

La persecución contra el terrorismo internacional y el desmonte de sus redes y bases, debe ir produciendo soluciones específicas en beneficio de la cultura occidental para evitar el fortalecimiento del terrorismo como enemigo global e invisible, conectado con algunas figuras orientales y asiáticas que hacen parte de las estructuras de poder, empotrados en los aparatos estatales. La lucha contra el terrorism­o también debe producir, al final, un nuevo orden mundial.

Ese nuevo orden mundial debe llevar implícito el verdadero balanc­e del poder entre los miembros de la ONU; el unilateralismo será inevi­tablemente reemplazado por un centro de poder multilateral que es la ONU para alcanzar en un futuro la estabilidad y seguridad de sus asociados. Es decir, la ONU debe asumir la función principal, razón de su creación: mantener la armonía de las relaciones internacionale­s y evitar la alteración de la paz mundial. Un eficaz funcionamiento de la ONU podría garantizar el multilateralismo. Para evitar los rebrotes del terrorismo hay que evitar el terror de Estado de los paíse­s centrales, y respetar la soberanía de los países periféricos.

El Derecho Internacional queda lesionado porque los cánones jurídicos y diplomáticos se supeditan a las afugias guerreras en aras de la defensa nacional, amenazada por el terrorismo multiforme, activado éste por todos los que tienen cuentas pendientes por cobrar y no son potencia militar. Por lo tanto, no se pueden presentar a una guerra internacional convencional. El orden mundial queda al garete y debe ser reorientado por los Estados no guerreros, por las democracias occidentales burladas en el seno de la ONU.

El Derecho Internacional Público debe buscar su cauce para alcanzar el balance de poderes, porque el derecho interno de cada Nación es insuficiente para sostener las relaciones interestatales; los tratados bilaterales sólo ordenan las relaciones entre estados amigos y los tratados multilaterales (convenciones, convenios) ordenan temas o asuntos que interesa a varios países en lo económico, limítrofe o geopolítico; pero no alcanza esa forma del derecho a limitar las acciones excepcionales o de fuerza como una guerra internacional ilegal de agresión con carácter preventivo.

(*) PhD en Derecho Público, Universidad Nacional (UNED) de Madrid, España.