El 27 de octubre 2019 deja como lección que el
comportamiento de las nuevas ciudadanías está encontrando un sendero para romper con el bipartidismo
tradicional(liberales y conservadores), que se mantienen en medio de
sobresaltos y crisis cíclicas con esos dos partidos averiados; y también la
lección de empezar a romper con el bipartidismo camuflado en “partidos nuevos”
(Cambio Radical CR, La U, Centro democrático CD, etc), que tampoco cumplieron
con las expectativas de miles de personas excluidas. El resultado electoral en
Cartagena y Medellín son una muestra apodíctica o prueba fáctica: irrefutable.
Y los resultados en las urnas de Palmira y Jamundí, representa algo similar,
aunque en estos dos casos hay un partido político responsables del aval; La
Alianza Verde, que amerita otra reflexión adicional.
En Cartagena (Wiliam Dow), y Medellín (Daniel
Quintero), se trata de dos candidatos que ganaron casi en solitario, desde el
punto de vista del distanciamiento respecto a los partidos tradicionales (excepto
un apoyo cuasi simbólico de César Gaviria a Quintero); respaldados estos dos
candidatos de grandes capitales por la ciudadanía ahíta, cansada, indignada, en
esas dos ciudades que se expresaron libremente desde sectores sociales,
profesionales independientes, estudiantes, comerciantes, amas de casa, et.; con
la expectativa de un cambio en esas dos ciudades atenazadas y capturadas por la
corrupción y los malos manejos de la cosa pública. O como diría Patricia Lara,
los resultados de octubre 27 muestran un nuevo país urbano; ciudadanos que
sueñan con una Colombia nueva, con ciudades incluyentes, equitativas,
prósperas, con espacios democráticos: Convivencia y tolerancia.
También esta reciente elección nos deja la
lección contundente del papel eficaz para el cambio que pueden cumplir las
redes sociales; influencia diferente a los medios de comunicación tradicional
(radio, prensa escrita y TV), pero con el riesgo de un sesgo mayor por la falta
de regulación porque mal usadas pueden distorsionar los hechos, o difundir
mentiras que confunden al elector. Pero los usuarios de las redes sociales
disciernen y van formándose un criterio aproximado de la realidad.
De todas maneras la Democracia no está
funcionando bien por la apropiación de la administración estatal en manos de
camarillas corruptas que han hecho desprestigiar a los partidos políticos y han
erosionado la vida ciudadana. Igual ocurre con la dinámica neoliberal que
permite concentrar más riqueza y empobrece a vastos sectores ajenos al manejo
empresarial y a las redes políticas que intercambian favores entre lo público y
lo privado, de esa manera, van vaciando las arcas del Estado.
Creo que la falta de cultura política o una
deformación de esta, influye notoriamente en el comportamiento de los
electores. En mi libro titulado “Partidos políticos y populismo”,
expuse que, el cúmulo de noticias semanales sobre escándalos y actos de
corrupción, influyen en la noción de cultura política. La gente se forma un
criterio de sus dirigentes y del funcionamiento de las instituciones por lo que
ve, vive y percibe con el devenir de los años.
Todas las deformaciones y vicios de esas
prácticas inciden en la conducta de los viejos y nuevos electores. Las
visiones, observaciones y deducciones que la gente obtiene y ha tenido por el comportamiento
de la clase política hacen que reproduzca esos comportamientos desde abajo,
como moldes de conducta que vienen a conformar la cultura política. Por fuera
de la cultura política colombiana con las cargas de vicios, entre ellas la del
fraude electoral, existen subculturas políticas de grupúsculos que aún deforman
más el comportamiento. Las actitudes políticas de individuos que se comportan
de manera notoria, actos que la mayoría no repite, son solo una variable de la
cultura política.
Por Alberto Ramos Garbiras.
Magíster en Ciencia Política Universidad
Javeriana.