Texto de Alberto Ramos Garbiras (*)
En Colombia sin llamarse del centro
político, se han formado coaliciones bipartidistas desde el siglo XIX con
el pretexto de frenar los desbordamientos de liberalismo reformista de mitad
del siglo, y luego las reformas del Olimpo radical liberal de la constitución
de 1863, surgió así el partido nacional (liberales y conservadores disidentes),
con el proyecto de La Regeneración Nuñista (1886 /1905); como una zaga o
efecto bipartidista apareció El Republicanismo (1905/1930) después de la
guerra de los 1.00 días, ambos proyectos pretendidos de centro, pero fueron de
extrema derecha, a tal punto que tres guerras civiles, se originaron contra el
primero de ellos, raíz de la segunda alianza institucional, que sumaron
entrambas, 44 años de continuidad administrativa, pero que desde 1880 habían
asumido con los disidentes, la administración de las presidencias de la unión
(1880/1886).
En contexto al iniciarse el gobierno de Ospina Pérez, lo expone Tirado
Mejía en un prólogo al libro de Ana Catalina Reyes, “La vida política estuvo especialmente
convulsionada durante este periodo. Se trataba de un gobierno minoritario que
trató de mantenerse con posturas conciliadoras, pero también jugar a la
transición y abrir el paso a un gobierno hegemónico. Ospina tenía que navegar
en aguas tempestuosas por el aspecto minoritario de su partido, pero también
porque este no era compacto, estaba dividido; además una porción importante,
posiblemente mayoritaria, comandada por Laureano y Álvaro Gómez en el Congreso
y desde el periódico El Siglo, quería acelerar el ritmo e imponer una
administración revanchista, permeada por lo que estaba pasando en España con
marcado tono falangista” (Reyes, 2021)
Se propuso El Unionismo, o la Unión
Nacional, impulsado por Ospina Pérez, solo duró año y medio ese gabinete mixto
para calmar a los liberales que, sus seguidores y el país en general
reaccionaban contra el clima de violencia y la eliminación de los líderes
sociales gaitanistas (1946/1948); luego se produjo el asesinato de Jorge
Eliécer Gaitán (1948),trataron de amainar la convulsión social, pero esas
dádivas no eran suficientes ante los efectos del bogotazo. Finalmente, en esa
periodización de consocios liberales/conservadores apareció el Frente
Nacional (1958/1974) “justificado”
para evitar la continuidad de la violencia de los años 50s, otra fórmula
diseñada para cogobernar con la excusa de atemperar la confrontación violenta
entre liberales y conservadores, en el fondo para excluir a terceras fuerzas.
Durante el postfrente-nacional con el bipartidismo (1975/1990) los dos partidos
siguieron de socios en los gabinetes ministeriales, y en la post-constitución
de 1991, el bipartidismo se transmutó en 7 partidos de fachada con nombres
nuevos, pero eran los mismos políticos metamorfoseados, como de centro, pero
nunca ha habido un verdadero centro político, ni se inscribieron así de esa
manera. Y las nuevas fuerzas políticas multipartidistas de confluencia, no
pudieron llegar a la presidencia de la República: el Polo Democrático y el
Partido Verde.
En Colombia hasta el año 2018 no se hablaba
del centro político con la intensidad que ahora se hace, aunque muchos
tenían posturas de centro, pero no grupales. Trataron de conformar la Coalición
Colombia y se quedaron coqueteando entre pocas fuerzas, los verdes, el
partido liberal, Compromiso Ciudadano y partidos menores de pega, en
ningún momento convocaron a los movimientos sociales. En este año 2021 las tres
clases del centro político ocupando ese espectro se encuentran a la vez
con otras confluencias de centros que quieren competir en las elecciones del 2022
y llegar a la consulta interpartidista. Estas subdivisiones le van a facilitar
a los grupos de derecha, o al de la y de izquierda que, lleguen a la segunda
vuelta electoral porque la fragmentación de los centros crea la dispersión de
los votos. Se están formado en Colombia tres coaliciones autoproclamadas del centro
político.
El centro político por su conformación
disímil (desde varios partidos las personas inconformes con los partidos de
derecha y de izquierda se mueven para una nueva ubicación que los diferencie),
se trasladan de partido, o fundan formaciones políticas como movimientos
políticos y tienen ideologías tan bien diferentes, la afinidad está en buscar
la moderación y una salida a la crisis que viven sus integrantes y el país a
que pertenecen. Se mueven en tres espacios del centro geométrico respecto a los
extremos: el centro -derecha, el centro-centro y el centro -izquierda. Y en
cada uno de ellos se mueven con diferentes enfoques, propuestas y programas,
porque no son homogéneos, quieren ascenso social, cumplimiento de políticas
públicas y entran a competir en las justas electorales.
“Si el clientelismo sigue teniendo fuerza en
Colombia, es en buena parte por la separación entre las elecciones legislativas
y las presidenciales. La separación la hizo la Constitución de 1991 para evitar
que las maquinarias clientelistas afectaran el resultado de las elecciones
presidenciales. La medida tuvo éxito, pues hoy los partidos y sus maquinarias
tienen muy poca incidencia en la escogencia del presidente de la República”.(Forero,2021).
Aunque creo que aún las
maquinarias manejadas por los clanes políticos, antes barones electorales (que
no dejan de serlo al sumar gamonales de pueblos), esas maquinarias que se
expresan a “pierna suelta” en las elecciones legislativas, tienen sus métodos
para incidir en la elección presidencial, aunque el voto de opinión se les sale
de control, pero vuelven a influir en la jornada electoral presidencial y saben
cobrarlo con el resultado de las cifras en las urnas. Pero el análisis del
columnista Álvaro Forero, en el periódico El Espectador, va más allá y
demuestra que las consultas Interpartidistas realizadas el día de la elección
al Congreso puede presidencializar la elección si los partidos de la coalición
para escoger candidato único a la presidencia presentan una lista cerrada por
lo menos al Senado. Y cómo estás coaliciones se comportan como un “partido de
coyuntura” (sin serlo) por la influencia ante los electores para reunir votos
dispersos en una sola lista de tránsito, o sea la succión o absorción de
emergencia para consolidar fuerzas, ante el riesgo de la dispersión (y la
difuminación), en las listas abiertas .
Con la aparición de varias
coaliciones del centro político, como se ve con las imposturas de políticos de
la derecha camuflados como de centro (la coalición de la experiencia), técnicos
/políticos, posando de centristas aliados a la derecha liberal
posfrentenacionalista, la confusión será mayor. Alejandro Gaviria anunció en la
entrevista de El Tiempo, con el periodista Valbuena , que encabezará el otro centro
político, y los exgobernadores clientelistas de la U , tienen otro centro
difuso, para dispersar y despistar, siendo de la derecha en el desarrollo de
los 16 años de los presidentes reelegidos (2002/ 2018). Si se concreta al menos
una lista única de la Coalición de la Esperanza al Senado, se lograrían
más senadores que cada uno por aparte en lista abierta, no se perderían escaños,
y se jalona la elección presidencial con cohesión hacia la primera vuelta con
un candidato ya posicionado .
La competencia por conquistar el centro
político va a confundir más al potencial electorado y a reducir la opción
de llegar a la segunda vuelta, teniendo luego que adherir en revoltura a uno de
los dos candidatos que pase a la ronda final y a fundir sus propuestas ,
quedando en la práctica diluidas. Así sucedió en el Perú y en Ecuador, en este
año 2021. Pedro Castillo y Guillermo Lasso, no eran los de mayor opción, la
división de los centros los aupó, luego recibieron las adhesiones para no
quedar por fuera de gobernabilidad posible aquellos que perdieron en la primera
vuelta electoral.
El centro político por naturaleza no
es disruptivo respecto al sistema, se mueve dentro de la institucionalidad y a
legalidad imperante, o sea busca competir dentro de las normas establecidas: no
agencian la desobediencia civil ni promueven la revolución. Lo mismo ocurre con
el populismo, ya sea de izquierda o de derecha, el populismo juega a ascender
al poder dentro del sistema electoral, aprovechando la crisis de los partidos
políticos y la crisis económica que les permita ofrecer las soluciones. Ante
esta “similitud”, los centristas de izquierda son los más próximos a ejecutar
actos populistas para objetivar y concretar los derechos incumplidos. Entonces
al populismo constitucional lo ven como el más apropiado para proponer
las respuestas a las falencias económicas de los excluidos por la progresividad
que implican sus ejecutorias que devienen de las decisiones jurisprudenciales y
de políticas públicas económicas, a cuentagotas, también.
El analista Fernando Mires, Profesor emérito de la
Universidad de Oldenburg (Alemania), escribió para el periódico El
Tiempo, “Avistando que un conjunto social no puede ser llevado a una
bipolaridad destructiva, diversos sectores culturales y políticos colombianos
intentan desbloquear el antagonismo y dar origen a una iniciativa política de
centro, una que se aleje de la antipolítica y permita la necesaria circulación
de ideas entre los dos polos. (…) La izquierda, sobre todo su borde extremo, tiende
a la transgresión. La derecha, en cambio, tiende al inmovilismo. De ahí la
necesidad de que aparezca un centro, o diversos centros de debate, tanto entre
izquierdas y derechas como en el interior de cada una de ellas. Por eso el
centro surge unas veces como centroizquierda y otras, como centroderecha. Casi
nunca como centro-centro“. (Mires, 2020).
En ninguna de las tres coaliciones del
llamado centro político, se ve todavía que hagan parte de ellas, o hayan
sido llamados los movimientos sociales como si fueran formaciones políticas NO
constitucionales. El artículo 107, inciso 10 de la Constitución dice “También
se garantiza a las organizaciones sociales el derecho a manifestarse y a participar
en eventos políticos”; y el artículo 108, inciso 4, expresa, “Los
movimientos sociales y grupos significativos de ciudadanos también podrán
inscribir candidatos”. Sorprende entonces que el centrismo discrimine a los
movimientos sociales, al parecer prejuzgando que son del campo de la izquierda
o conectados con las guerrillas, y no pudieran tener un comportamiento de
centro. Se mueve mal el centrismo con todas sus aristas. Entonces brota un
interrogante, ¿cuáles son los temas exclusivos del centrismo, y si las
reclamaciones sociales de las comunidades afiliadas a los movimientos sociales
solo pueden acudir a los líderes de la izquierda para encontrar soluciones? No
es esto abortar electorado para las propuestas y llamados del centrismo. Y si
esa es la conducta electoral que asumen, cuál será la conducta gubernamental si
llegan al poder central. ?
En octubre del año 2016, preparando la
segunda edición de un libro sobre
protestas sociales, escribimos lo siguiente:
“A la presión popular campesina, indígena y afrodescendiente no puede
mirársele como de inspiración guerrillera porque las dos guerrillas fuertes
están en proceso de diálogo con el Gobierno (las Farc), o a punto de
concretarlo (el ELN); esta fue una protesta donde el eco de los diálogos si
influyó porque el “arreglo” sobre lo agrario tiene incidencia de cara al
devenir diario y a lo que sucederá en el postconflicto para llegar a una
normalización de la vida rural alterada por la violencia de más de medio siglo
sin llegarse a una reforma agraria integral. La agitación social de la
pluriculturalidad colombiana (campesinos, indígenas, afrodescendientes…) nos
muestra las convulsiones que vendrán dentro del postconflicto y que durarán el
tiempo que requiera la reconstrucción de la sociedad y el establecimiento de
los derechos sociales, culturales y económicos no practicados dentro del Estado
Social de Derecho a causa de la extensión del neoliberalismo en las prácticas
agrícolas. No se puede uno imaginar el escenario del postconflicto sin
protestas sociales. Lo queremos imaginar sin guerra interna, con los actores
políticos armados que se desmovilicen (y el Estado controlando o reduciendo la
violencia generada por la delincuencia común), para de esta forma ir
reconstruyendo la nueva sociedad. Pero un período de postconflicto puede durar
hasta 15 años porque será un período de transición: económico, institucional,
jurídico, político, etc. En los primeros años de la transición las protestas
sociales se mantendrán y aparecerán otras porque si se trata de construir una
nueva sociedad, estas formas de expresión son las que le quedan a quienes no
van a utilizar la violencia para hacerse sentir”. (Ramos y Lozano , 2016)
Bibliografía.
Forero
Tascón Álvaro. ¿Consultas
presidencializarán las elecciones legislativas? Columna publicada en el
periódico El Espectador. Bogotá, octubre 31 del año 2021.
Mires
Fernando. “Cuando los partidos
abandonan el centro abandonan la política”. Columna de prensa publicada en el
diario El Tiempo, Bogotá, diciembre 4 del año 2020.
Ramos
Garbiras Alberto y Lozano Juan Carlos. “Movimientos sociales y protestas”. Libro
publicado por la Universidad Libre(Seccional Cali), y el Centro de Pensamiento
Estratégico CPE, de Cali. ISBN 978-958-46-9334. Editora Centenario, Cali,
octubre de 2016.
Reyes Ana
Catalina. “La fragmentada Unión
Nacional. Síntesis política del gobierno de Mariano Ospina Pérez(1946-1950)”. Libro editado por la Universidad
Nacional. Colección apuntes maestros. Primera edición , año 2021.
(*) Especialización en derecho constitucional, Universidad Libre;
Magister en ciencia política de la Universidad Javeriana; PhD en Política
Latinoamericana, Universidad Nacional (UNED) de Madrid España; ha sido profesor
de derecho internacional y ciencia política en la Universidad Libre. Profesor
de la cátedra derechos humanos, en la misma universidad.