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19 oct 2021

Desajustes entre la Constitución de Cúcuta y la Constitución de Angostura

Texto de Alberto Ramos Garbiras (*)

 Ante la fatal experiencia federalista con los gobiernos de las provincias en el periodo posterior al grito de independencia (1810-1815), sus juntas tripartitas, sus luchas armadas intestinas y sus constituciones pre/republicanas, habiéndose perdido un tiempo vital para lograr la independencia real aprovechando que el Rey Fernando VII estaba preso por Napoleón y los españoles ocupados enfrentando a los soldados franceses, la etapa conocida como patria boba; se expusieron, se debilitaron y sobrevino la reconquista y el exterminio; se dividieron entre republicanos y monarquistas, entre federalistas y centralistas, marcados unos como autonomistas y otros como independentistas, se enfrascaron en discusiones bizantinas y perdieron el tiempo.

     Ante esa experiencia negativa Simón Bolívar, Antonio Nariño y otros propugnaron teóricamente por el orden territorial centralista. Dentro de los debates en el Congreso de Cúcuta surgió una corriente federalista que fue derrotada como se observa en las actas publicadas por la Academia Nacional de Historia, en 1923. Entre los centralistas se destacaron los congresistas José Manuel Restrepo, Pedro Gual, Fernando de Peñalver, Vicente Azuero, Francisco Soto, para logar la República unitaria, a fin de superar “el localismo regional, el caciquismo y la imitación de modelos externos”, de otro lado, los federalistas, siendo el más visible, José Ignacio de Márquez, quien se convertirá en Presidente con las elecciones de 1836 venciendo a José María Obando.

  Bolívar le había solicitado a Antonio Nariño que organizara el Congreso de Cúcuta, designándolo como Vicepresidente transitorio;  Nariño liberado de Cádiz el año anterior en medio de la rebelión de Riego, llegó oportunamente a Cúcuta después de una tortuosa travesía, redactó un proyecto de Constitución que no fue debatido debidamente por los recelos que despertaba y porque su figura de Precursor opacaba de entrada a los advenedizos y trepadores del momento; Bolívar había  encargado antes al señor Roscio que lo había designado vicepresidente, pero falleció víctima de la fiebre amarilla y luego Anzuola, quien murió por la misma infección. Encargados de tareas básicas, de manera adversa para muchos,  murieron antes de empezar las sesiones. Lamentable que los Congresistas no hubiesen estudiado el proyecto de Nariño, so pretexto que no tenía el formato y la estructura de una Constitución, pero contenía una interesante propuesta de instituciones. No respetaron la jerarquía de Antonio Nariño, en calidad de vicepresidente, ni respetaron su prestigio, conocimientos y experiencia. Como no respetaron cabalmente el texto de la Constitución de Angostura redactado por el Libertador, que si tenía estructura y formato de Constitución. Otros dos proyectos de constitución fueron presentados por los congresistas Fernando de Peñalver y Vicente Azuero.

     Viendo la redacción de las actas , las deliberaciones y retruécanos alrededor de temas intrascendentes uno puede llegar a la conclusión que fue un error la dualidad de ese Congreso al comportarse como Constituyente y cuerpo legislativo a la vez, perdieron tiempo debatiendo Ley de honores, pensiones, convertir conventos en escuelas, casas de educación en las provincias, atención a las viudas, fijación de ciudades capitales, derechos de exportación, libertad de tributos a los indígenas, y otros temas, interesantes sí, pero inoportunos porque se cruzaban con las discusiones sobre el articulado que fundaba y creaba el Estado, las única discusión urgente era la manumisión de los esclavos , que fue obstaculizada y convertida solo en Ley de Partos, un remedo de liberación porque los recién nacidos no podían gozar la libertad personal. Los congresistas/constituyentes debieron aplicarse solo a la formación de la estructura institucional del Estado, y haber aplazado las sesiones del primer Congreso legislativo para el año 1822. Las debilidades y defectos de esa Constitución están a la vista, Bolívar redactó otra para Bolivia y la aplicó en el Perú y quiso trasplantarla en la Gran Colombia, en Ocaña se reunió un Congreso constituyente y allí brotaron todas las disensiones, las conspiraciones, y hasta se urdió el crimen septembrino: la decisión de congelar la Constitución de Cúcuta está en el Decreto Orgánico de la Dictadura con carácter constitucional de 1828 y en ella llama a elaborar otra en 1830.

      El Poder Moral era una propuesta de Bolívar que consistía en crear una especie de cuarta rama del poder público, tomó la idea de Grecia con leyes que permitían hacer prevalecer la virtud de los gobernantes, hubiera sido una rama  desde donde se hubiese controlado la conducta de los gobernantes bajo los parámetros de la educación, la justicia social, la ética y la moral, una entidad que velará por la conducta sana para no caer en la corrupción, para que desde el gobierno se imprimiera el buen ejemplo; “…tomaba Bolívar su modelo del Areópago griego, el cual no constituía en realidad, un Poder Moral, sino un Tribunal Supremo, pero cuya competencia abarcaba tanto el cumplimiento de las leyes como de las costumbres. Allí reside la función del Poder Moral, como es la de ejercer esa tarea educativa, esclarecedora, concientizadora, la cual irradia en torno de un concepto central como lo es el de Justicia Social. En efecto, sólo mediante la satisfacción y realización plena de ese valor político por excelencia, que atañe a las mayorías, es decir al pueblo entendido como colectivo, puede un sistema de gobierno legitimarse en su derecho a ejercer la dirección de la sociedad. Esa legitimidad se deriva precisamente de la dimensión ética de la soberanía ejercida por los gobernantes, es decir, de la coincidencia de intereses existente entre quien invoca el mando y quien lo recibe”. (Bernard, 2008)

    El Senado hereditario, la idea que parecía más descabellada, no la sopesaron ni debatieron en la dimensión pensada por Bolívar, quien no pretendía crear una especie de grupo revestido de beneficios para quedar como una casta encumbrada o una institución semejante a la Nobleza medieval. No, tratando de interpretar esta propuesta, hay que mirar que el Libertador admiraba las instituciones de Inglaterra pero sin Rey y sin sistema parlamentario, entonces el símil de adecuación era tener, una República con un ejecutivo fuerte para que no se disolviera el Estado, para no  perder lo logrado con la guerra de independencia; un congreso bicameral como en los EEUU, pero con una Cámara Baja al estilo de la cámara de los comunes donde accedieran todos los representantes del pueblo elegidos popularmente; y un una Cámara Alta, el senado de manera hereditaria que estaría compuesto por los Libertadores, los patriotas que expusieron su vida y aportaron sus ideas, sus esfuerzos, los más preparados intelectualmente para orientar la República, confeccionar sus leyes en consonancia y debates con la Cámara Baja, y evitar las elecciones de esa cámara alta para evitar la politiquería, la llegada de advenedizos, de oportunistas electoreros, la filtración de quienes no participaron en la construcción de la República. Pero no expuso el periodo constitucional de ese tipo de senado que seguramente era de transición para logar la estabilización y el asentamiento de las instituciones que aparecían en una clase de Estado desconocido en Latinoamérica que, durante 310 años estuvo sometida a los vejámenes de la Conquista y la Colonia española.

      Sobre el Senado hereditario, Bolívar expuso en el discurso de Angostura: “De ningún modo sería una violación de la igualdad política la creación de un Senado hereditario; no es una nobleza lo que pretendo establecer porque como ha dicho un célebre Republicano, sería destruir a la vez la Igualdad y la Libertad. Es un oficio para el cual se deben preparar los candidatos, y es un oficio que exige mucho saber, y los medios proporcionados para adquirir su instrucción .Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura en las elecciones: el Pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte; y aunque es verdad que estos senadores no saldrían del seno de las virtudes, también es verdad que saldrían del seno de una educación ilustrada. Por otra parte, los Libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango en la República que les debe su existencia. Creo que la posteridad vería con sentimiento, anonadados los nombres ilustres de sus primeros bienhechores: digo más, es del interés público, es de la gratitud de Venezuela, es del honor Nacional, conservar con gloria, hasta la última posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados que, superando todos los obstáculos, han fundado la República a costa de los más heroicos sacrificios. Y si el Pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre, y no lo será jamás”. Ramiro de La Espriella, sobre esta propuesta anotó, la concepción era en el fondo buena, las posibilidades de su realización práctica dudosa. Pero la intención inmediata puesta en punto de razón, y acaso apta de ser prolongada si los beneficiarios de su concepción la entendían con honradez y buen juicio. La exaltación de los héroes de la independencia no era, en verdad, un honor desproporcionado a quienes labraron con sus manos la República. (De la Espriella). La concepción y el convencimiento que Bolívar tenía en ese momento era que sin ese ejército guerrillero/patriota no se habría logrado vencer a los invasores españoles, por lo tanto, no se habría podido tener independencia ni Estado, ese ejército rebelde pasó a ser ejército institucional y sus líderes más capaces deberían estar en otra institución aportando para la marcha del nuevo Estado.

      Una tarea y responsabilidad inmensa era la del Congreso de Cúcuta porque todo estaba desde la óptica jurídica pendiente por hacerse: edificar el Estado liberado desde la horma constitucional, definir las instituciones, imprimir el sistema político a la República en formación, incluir los derechos humanos, consagrar la hacienda pública con las rentas propias, etc., pero sobre todo marcar la ruptura colonial y encauzar el orden jurídico. Se eligieron varios delegados como congresistas sin la experiencia suficiente para esta tarea constitucional, y prematuramente se inició una puja entre venezolanos y colombianos, y se empezaron a asomar las facciones políticas como se desprende de la actitud acre contra Antonio Nariño y de su versión dadas en la publicación titulada “Los toros de Fucha”.

      Tener un territorio independiente con una nación a la expectativa, exige conductores capacitados en los asuntos gubernamentales y nadie tenía esa experiencia, por obvias razones, los españoles traían a sus propios funcionarios y no daban participación a los mestizos; y la otra, los criollos que tenían algún acceso lo hacían en posiciones marginales, pero dentro de otro modelo de administración, el colonial. Entonces los capacitados eran los egresados de las universidades escolásticas coloniales-medioevales de Bogotá y Popayán, y los más formados se habían ido, o los habían desterrado, o fusilado. Para solo mirar un caso, Antonio Nariño venía de estar preso en Cádiz. 5 Diputados por cada una de las 19 provincias libres, así decía el decreto de convocatoria a elecciones desde enero de 1820, resultaron elegidos hasta miembros del clero, terratenientes y abogados jóvenes sin experiencia, con las dos terceras partes de los asistentes se hacía el quórum, así fue el comienzo con 57 de ellos.

(*) Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); PhD en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); ha sido profesor de la cátedra: derecho internacional, en la Universidad Libre; y en   la Universidad Santiago de Cali (USC),  profesor de derecho ambiental. También, profesor de la cátedra: derechos humanos.

 Bibliografía.

Bernard Brigitte. Interpretación Trimilenaria del Poder Moral en Bolívar. Instituto de Filosofía del Derecho, José Manuel Delgado Ocand, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. http://www.vescielo.org. Abril del año 2008.

De La Espriella Ramiro. “Las ideas políticas del Libertador”. Libro publicado por la editorial Grijalbo Ltda., preparación de Multiletras Editores, Bogotá, 1999.