Texto de Alberto Ramos Garbiras (*)
Ante la
fatal experiencia federalista con los gobiernos de las provincias en el periodo
posterior al grito de independencia (1810-1815), sus juntas tripartitas, sus
luchas armadas intestinas y sus constituciones pre/republicanas, habiéndose
perdido un tiempo vital para lograr la independencia real aprovechando que el
Rey Fernando VII estaba preso por Napoleón y los españoles ocupados enfrentando
a los soldados franceses, la etapa conocida como patria boba; se expusieron, se
debilitaron y sobrevino la reconquista y el exterminio; se dividieron entre
republicanos y monarquistas, entre federalistas y centralistas, marcados unos
como autonomistas y otros como independentistas, se enfrascaron en discusiones
bizantinas y perdieron el tiempo.
Ante esa experiencia negativa Simón Bolívar,
Antonio Nariño y otros propugnaron teóricamente por el orden territorial
centralista. Dentro de los debates en el Congreso de Cúcuta surgió una
corriente federalista que fue derrotada como se observa en las actas publicadas
por la Academia Nacional de Historia, en 1923. Entre los centralistas se
destacaron los congresistas José Manuel Restrepo, Pedro Gual, Fernando de
Peñalver, Vicente Azuero, Francisco Soto, para logar la República unitaria, a
fin de superar “el localismo regional, el
caciquismo y la imitación de modelos externos”, de otro lado, los
federalistas, siendo el más visible, José Ignacio de Márquez, quien se
convertirá en Presidente con las elecciones de 1836 venciendo a José María
Obando.
Viendo
la redacción de las actas , las deliberaciones y retruécanos alrededor de temas
intrascendentes uno puede llegar a la conclusión que fue un error la dualidad
de ese Congreso al comportarse como Constituyente y cuerpo legislativo a la
vez, perdieron tiempo debatiendo Ley de honores, pensiones, convertir conventos
en escuelas, casas de educación en las provincias, atención a las viudas,
fijación de ciudades capitales, derechos de exportación, libertad de tributos a
los indígenas, y otros temas, interesantes sí, pero inoportunos porque se
cruzaban con las discusiones sobre el articulado que fundaba y creaba el
Estado, las única discusión urgente era la manumisión de los esclavos , que fue
obstaculizada y convertida solo en Ley de Partos, un remedo de liberación
porque los recién nacidos no podían gozar la libertad personal. Los
congresistas/constituyentes debieron aplicarse solo a la formación de la
estructura institucional del Estado, y haber aplazado las sesiones del primer
Congreso legislativo para el año 1822. Las debilidades y defectos de esa
Constitución están a la vista, Bolívar redactó otra para Bolivia y la aplicó en
el Perú y quiso trasplantarla en la Gran Colombia, en Ocaña se reunió un
Congreso constituyente y allí brotaron todas las disensiones, las
conspiraciones, y hasta se urdió el crimen septembrino: la decisión de congelar
la Constitución de Cúcuta está en el Decreto Orgánico de la Dictadura con
carácter constitucional de 1828 y en ella llama a elaborar otra en 1830.
El Poder Moral era una propuesta de Bolívar
que consistía en crear una especie de cuarta rama del poder público, tomó la
idea de Grecia con leyes que permitían hacer prevalecer la virtud de los
gobernantes, hubiera sido una rama desde
donde se hubiese controlado la conducta de los gobernantes bajo los parámetros
de la educación, la justicia social, la ética y la moral, una entidad que
velará por la conducta sana para no caer en la corrupción, para que desde el
gobierno se imprimiera el buen ejemplo; “…tomaba
Bolívar su modelo del Areópago griego, el cual no constituía en realidad, un
Poder Moral, sino un Tribunal Supremo, pero cuya competencia abarcaba tanto el
cumplimiento de las leyes como de las costumbres. Allí reside la función del
Poder Moral, como es la de ejercer esa tarea educativa, esclarecedora,
concientizadora, la cual irradia en torno de un concepto central como lo es el
de Justicia Social. En efecto, sólo mediante la satisfacción y realización
plena de ese valor político por excelencia, que atañe a las mayorías, es decir
al pueblo entendido como colectivo, puede un sistema de gobierno legitimarse en
su derecho a ejercer la dirección de la sociedad. Esa legitimidad se deriva
precisamente de la dimensión ética de la soberanía ejercida por los
gobernantes, es decir, de la coincidencia de intereses existente entre quien
invoca el mando y quien lo recibe”. (Bernard, 2008)
El
Senado hereditario, la idea que parecía más descabellada, no la sopesaron ni
debatieron en la dimensión pensada por Bolívar, quien no pretendía crear una
especie de grupo revestido de beneficios para quedar como una casta encumbrada
o una institución semejante a la Nobleza medieval. No, tratando de interpretar
esta propuesta, hay que mirar que el Libertador admiraba las instituciones de
Inglaterra pero sin Rey y sin sistema parlamentario, entonces el símil de
adecuación era tener, una República con un ejecutivo fuerte para que no se
disolviera el Estado, para no perder lo
logrado con la guerra de independencia; un congreso bicameral como en los EEUU,
pero con una Cámara Baja al estilo de la cámara de los comunes donde accedieran
todos los representantes del pueblo elegidos popularmente; y un una Cámara
Alta, el senado de manera hereditaria que estaría compuesto por los
Libertadores, los patriotas que expusieron su vida y aportaron sus ideas, sus
esfuerzos, los más preparados intelectualmente para orientar la República,
confeccionar sus leyes en consonancia y debates con la Cámara Baja, y evitar
las elecciones de esa cámara alta para evitar la politiquería, la llegada de
advenedizos, de oportunistas electoreros, la filtración de quienes no
participaron en la construcción de la República. Pero no expuso el periodo
constitucional de ese tipo de senado que seguramente era de transición para
logar la estabilización y el asentamiento de las instituciones que aparecían en
una clase de Estado desconocido en Latinoamérica que, durante 310 años estuvo
sometida a los vejámenes de la Conquista y la Colonia española.
Sobre el Senado hereditario, Bolívar expuso en
el discurso de Angostura: “De ningún modo
sería una violación de la igualdad política la creación de un Senado
hereditario; no es una nobleza lo que pretendo establecer porque como ha dicho
un célebre Republicano, sería destruir a la vez la Igualdad y la Libertad. Es
un oficio para el cual se deben preparar los candidatos, y es un oficio que
exige mucho saber, y los medios proporcionados para adquirir su instrucción
.Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura en las elecciones: el Pueblo se
engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte; y aunque es
verdad que estos senadores no saldrían del seno de las virtudes, también es
verdad que saldrían del seno de una educación ilustrada. Por otra parte, los
Libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango en la
República que les debe su existencia. Creo que la posteridad vería con
sentimiento, anonadados los nombres ilustres de sus primeros bienhechores: digo
más, es del interés público, es de la gratitud de Venezuela, es del honor
Nacional, conservar con gloria, hasta la última posteridad, una raza de hombres
virtuosos, prudentes y esforzados que, superando todos los obstáculos, han
fundado la República a costa de los más heroicos sacrificios. Y si el Pueblo de
Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre,
y no lo será jamás”. Ramiro de La Espriella, sobre esta propuesta anotó, la
concepción era en el fondo buena, las posibilidades de su realización práctica
dudosa. Pero la intención inmediata puesta en punto de razón, y acaso apta de
ser prolongada si los beneficiarios de su concepción la entendían con honradez
y buen juicio. La exaltación de los héroes de la independencia no era, en
verdad, un honor desproporcionado a quienes labraron con sus manos la
República. (De la Espriella). La concepción y el convencimiento que Bolívar
tenía en ese momento era que sin ese ejército guerrillero/patriota no se habría
logrado vencer a los invasores españoles, por lo tanto, no se habría podido
tener independencia ni Estado, ese ejército rebelde pasó a ser ejército institucional y sus líderes más capaces deberían estar en otra institución
aportando para la marcha del nuevo Estado.
Una tarea y responsabilidad inmensa era la del
Congreso de Cúcuta porque todo estaba desde la óptica jurídica pendiente por
hacerse: edificar el Estado liberado desde la horma constitucional, definir las
instituciones, imprimir el sistema político a la República en formación,
incluir los derechos humanos, consagrar la hacienda pública con las rentas
propias, etc., pero sobre todo marcar la ruptura colonial y encauzar el orden
jurídico. Se eligieron varios delegados como congresistas sin la experiencia
suficiente para esta tarea constitucional, y prematuramente se inició una puja
entre venezolanos y colombianos, y se empezaron a asomar las facciones
políticas como se desprende de la actitud acre contra Antonio Nariño y de su
versión dadas en la publicación titulada “Los
toros de Fucha”.
Tener un territorio independiente con una
nación a la expectativa, exige conductores capacitados en los asuntos
gubernamentales y nadie tenía esa experiencia, por obvias razones, los
españoles traían a sus propios funcionarios y no daban participación a los
mestizos; y la otra, los criollos que tenían algún acceso lo hacían en
posiciones marginales, pero dentro de otro modelo de administración, el
colonial. Entonces los capacitados eran los egresados de las universidades
escolásticas coloniales-medioevales de Bogotá y Popayán, y los más formados se
habían ido, o los habían desterrado, o fusilado. Para solo mirar un caso,
Antonio Nariño venía de estar preso en Cádiz. 5 Diputados por cada una de las
19 provincias libres, así decía el decreto de convocatoria a elecciones desde
enero de 1820, resultaron elegidos hasta miembros del clero, terratenientes y
abogados jóvenes sin experiencia, con las dos terceras partes de los asistentes
se hacía el quórum, así fue el comienzo con 57 de ellos.
(*) Magíster en Ciencia Política (Universidad
Javeriana); PhD en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid
(UNED- España); ha sido profesor de la cátedra: derecho internacional, en la
Universidad Libre; y en la Universidad
Santiago de Cali (USC), profesor de
derecho ambiental. También, profesor de la cátedra: derechos humanos.
Bibliografía.
Bernard Brigitte. Interpretación Trimilenaria
del Poder Moral en Bolívar. Instituto de Filosofía del Derecho, José Manuel
Delgado Ocand, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Universidad del
Zulia. Maracaibo-Venezuela. http://www.vescielo.org. Abril del año 2008.
De La Espriella Ramiro. “Las ideas políticas del Libertador”. Libro publicado por la editorial Grijalbo Ltda., preparación de Multiletras Editores, Bogotá, 1999.