Texto de Alberto Ramos Garbiras (*)
Todas las 8 guerras civiles del siglo XIX en
Colombia, después de fundado el Estado-Nación (1819-1830), tuvieron un
componente religioso, detrás de otro factor destacado. En dos de esas guerras
lo religioso va a ser el factor principal, en la guerra de los Conventos (1839)
y en a guerra por la educación (1876 -77). La guerra de los conventos, una
reacción de las congregaciones católicas para evitar la expropiación de los
conventos del sur por inoficiosos produjo levantamientos armados que tuvo que
sortear y enfrentar el presidente José Ignacio de Márquez, autorizando el
despliegue militar encabezado por Pedro Alcántara Herrán.
El
presidente en 1839 estaba dando aplicación a una ley de 1824 que ordenaba
utilizar los conventos de Pasto para la instrucción pública o sea ampliar la
cobertura educativa, ya que tenían pocos monjes y escaso uso. Fueron los
conventos de: San Felipe Neri, Santo Toribio, el de los Dominicos, los
Agustinos y los Mecedarios. Esta guerra civil se encadenó con otro factor que
la prolongó dos años: El levantamiento armado de los Supremos (1840- 41).
Líderes regionales santanderistas alentados por José María Obando, para
impulsar la secesión regional como excusa, pero la verdadera causa era
defenderse del proceso penal abierto contra él por el asesinato del mariscal
Sucre, en Berruecos, ocurrido en la mitad del año 1830.
La guerra de las escuelas o por la educación,
se desarrolló como una reacción de la iglesia católica contra la decisión del
presidente Aquileo Parra, al disponer implementar la reforma educativa aprobada
desde 1870 durante la administración del presidente Eustorgio Salgar, para
adecuar la enseñanza en las escuelas con los parámetros de la libertad de
cultos aprobada en la Constitución de 1863. Los liberales radicales,
impregnados por el pensamiento de la ilustración, las ideas socialistas
europeas antes de la consolidación del marxismo, y el pensamiento laico del
liberalismo europeo querían des-romanizar la enseñanza, más no desconocer el
catolicismo, solo pretendían dar apertura y cabida a otros cultos y romper la
exclusividad de la enseñanza en manos del catolicismo. Esto produjo la reacción
de los obispos y curas que desde los púlpitos lanzaron arengas contra el
presidente y la política educativa que afectaría la fe católica con un fuero
que ellos consideraban intocable.
Los
obispos Manuel Canuto (de Pasto), Carlos Bermúdez (de Popayán), Joaquín Guillermo
González (de Antioquia), Antonio Parra (de Pamplona), y José Ignacio Montoya,
fueron sancionados, expulsados de los oficios religiosos, otros desterrados del
país, con una ley de extrañamiento, llegando a buscarse la intervención del
papa Pio IX para reversar las sanciones. Esta guerra contuvo además al menos
otras 6 causas y factores (lucha bipartidista, reclamos por fraude electoral,
apertura de caminos para el desarrollo agrícola, construcción del ferrocarril
del norte, por la entrega de los baldíos, y un amplio sector reclamando un
orden territorial centralista); pero los motivos religiosos impregnaron toda la
actitud de los conservadores alzados en armas contra los liberales radicales en
el poder. En las otras guerras civiles como la de 1851, la de 1854, 1859, 1885,
1895 y la de 1899, el sentimiento religioso y las injerencias de la iglesia en
la política estaban presentes, moviendo los ánimos, insuflando los espíritus,
acompañando a los conservadores en cruzadas armadas contra los liberales.
La iglesia estuvo presente durante los 50 años
del período de la Conquista, acompañaron a conquistadores y encomenderos para
adoctrinar a los indígenas; durante los 260 años de la Colonia, fueron el brazo ideológico de las
autoridades españolas y acompañaron a los virreyes; permanecieron activos durante la guerra de independencia (1810-
1819) al lado de los españoles .Y al vencer el ejército patriota para fundar el
Estado Colombiano, comenzaron a reacomodarse al lado de los presidentes
republicanos y a pretender no ser tocados dentro del nuevo orden jurídico donde
no encajaban del todo sus aspiraciones e intereses. Des patronato Real
patronato republicano, ese tránsito originó discusiones para querer permanecer
intactos con los ingresos.
La
ruptura entre iglesia y Estado republicano parecía obvia pero se quedaron
porque la ideología religiosa estaba expandida en todas las actividades, hasta
en la mentalidad de los criollos santafereños más librepensadores; el
“entendimiento” se fue dando, los choque y fricciones se manejaban con tacto
por ambas partes hasta que las medidas al empezar a quitarles beneficios se
fueron expidiendo en materia de censos agrarios, diezmos, desamortizaciones de
bienes de manos muertas, derechos de estola(cobros por impartir los sacramentos),
la libertad de cultos, la libre circulación de volantes por las imprentas,
etc., al verse disminuidos en los ingresos y rentas, las tensiones fueron
recurrentes.
En 1851
la guerra civil de los conservadores hacendados y esclavistas contra el gobierno
de José Hilario López que aplicó reformas a fondo como: La liberación de los
esclavos, expulsión de los jesuitas (mayo de 1850), los obispos no serían
juzgados por tribunales eclesiásticos, sino por los civiles, los curas párrocos
nombrados por los cabildos, reformas antimonopólicas, flexibilización del
acceso la tierra, y otras para tratar de consolidar el modelo republicano. Por
todo ello, los curas acompañaron a los terratenientes. Hasta que en la guerra
de 1876 en medio del Olimpo Radical se reventaron las relaciones, acudiendo el
clero a la invocación de los derechos de una religión universal o sea
transnacional que pedía a través del Papa el respeto de las comunidades
católicas en el Syllabus como forma de injerencia, chocando estos contenidos
con la reforma constitucional aprobada en Rionegro en 1863.
Al término de la guerra de independencia, nos
dice Jorge Villegas, se disputaban la hegemonía tres poderes: 1) La iglesia
católica; 2) el ejército triunfador, una guerrilla patriota de mulatos, pardos,
cuarterones, peones, campesinos,
afrodescendientes, y mestizos, entre otros que, se reconvierte en ejército
institucional; 3) El estado naciente, un República tripartita que se inspiran
sus forjadores en tomar lo mejor del constitucionalismo francés, inglés,
norteamericano, y adaptar algo de la Constitución haitiana y la Gaditana, para
moldear un Estado que reemplazara a la imposición colonial borbónica. Dos
poderes nuevos y uno anclado en el pasado represor, dominante y sojuzgador.
La iglesia logra sortear las reformas y
contemporizar con varias administraciones, inclusive desestabilizar a los
gobiernos liberales de mitad de siglo; combatir a los reformadores del Olimpo
Radical y llegar a la convivencia con el fundador de la Regeneración, Rafael
Núñez, que les devolverá los beneficios perdidos y los empoderará en la
normativa constitucional de 1886, y les garantizará primacía sobre los otros
cultos dentro del concordato de 1887. La “lealtad” la demostraron durante las
guerras civiles de 1885 y de 1895, y la emprenderán contra el oponente
ideológico de La Regeneración, Rafael Uribe Uribe, que será estigmatizado como
ateo y soliviantado los ánimos contra sus acciones políticas y militares. La
novela histórica de Juan Gabriel Vásquez, La forma de las ruinas, lo describe
así en medio de la investigación judicial del abogado Anzola, que descifra las
instigaciones de sacerdotes para impulsar la tesitura o le ánimo de los dos
carpinteros asesinos (Galarza y Carvajal) que con hachuelas le maceraron el
cráneo en la plaza de Bolívar, ánimo hacia la eliminación del líder, apuntalado
por élites del conservatismo en complicidad con el director de la policía.
(*) Especialización en derecho constitucional de la
Universidad Libre; Magíster en Ciencia Política, Universidad Javeriana; PhD en
Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España);
profesor de las cátedras: derechos humanos y derecho internacional, en la
Universidad Libre.